/ martes 26 de mayo de 2020

Lluvia de desacuerdos por quitar la Ley Seca

A nivel general, el levantamiento de la Ley Seca que decretó el gobernador Quirino Ordaz Coppel no cayó bien en época del Covid-19, porque se abrió la llave a los depósitos de vino y cerveza cuando el riesgo de contagios subió, a lo que los especialistas consideran, lo más alto del pico de la pandemia. Ello desató aglomeraciones en los expendios del giro y elevó exponencialmente el relajamiento colectivo.

De tal manera que este domingo y lunes, todavía sorprendieron las filas humanas de compradores.

A la inconveniencia que expresaron madres de familia, esposas y sectores moderados que viven en el encierro y en el marco del respeto a las disposiciones sanitarias, uno de los primeros que brincó en contra, fue el alcalde petista de Navolato, Eliazar Gutiérrez Ángulo.

Sin recurrir a la ofensa, el edil que entre la gente aparece como uno de los más diplomáticos en sus relaciones institucionales y personales, manifestó su inconformidad por la medida que se apreció, anticipada.

Y tuvo sus razones de peso. Al ser el municipio que gobierna uno de los más afectados por el coronavirus, advirtió que ante la reapertura de los negocios del ramo, el relax social de la convivencia, sería expansivo.

Asi fue. Los consumidores del producto en cuestión, se abalanzaron sobre los locales del rubro. En minutos, el arribo de uno a uno hizo las muchedumbres.

Luego, echó mano de la Policía Municipal y otros cuerpos auxiliares de seguridad pública para desalojar a los paseantes, que con hielera a bordo de sus unidades motrices, resolvieron a apoderarse de las playas, espacios prohibidos a causa de la emergencia.

Al malestar se sumó también Héctor Melesio Cuén Ojeda, presidente del Partido Sinaloense, uno de los personajes políticos y sociales más influyentes del Estado. Expuso abiertamente no estar de acuerdo con la decisión del titular del Ejecutivo.

Químico de profesión y empresario de la salud, argumentó con datos en la mano, que el número de muertos precisamente por día, era de entre ocho y diez.

Y que en Sinaloa se registraba un índice de letalidad del 14.6 por cada cien mil habitantes.

El 19 de los corrientes, aproximadamente a 24 horas de que se reabrieran las cervecerías y vinaterías, lamentó que no era el momento de tomar esa decisión.

Obviamente que los hospitales se saturaban de enfermos y con la flexibilidad que se autorizó, sería imposible continuar con la regla de la “sana distancia” o con el “Quédate en casa”.

Además de que en plena tercera fase de la contingencia, se declaró que arribaría la curva epidemiológica donde se colocaría el fenómeno en la cima de lo contagioso.

Independientemente de que lo anterior, generaría más accidentes y más trabajo para las corporaciones policiacas, que se centraron en impedir el desbordamiento de los efectos de la emergencia.

Entre otras opiniones de los sectores sociales, se sostuvo que es claro que hubo una línea de presión de los empresarios del vicio para convencer a las autoridades estatales que subieran sus cortinas para dar servicio al público.

Mientras en las afueras de los puestos cerveceros, las compras de pánico siguieron, las amas de casa reprobaban esa determinación y la Secretaría de Salud federal, afirma que los pacientes se incrementan por montones.

Fue un nuevo episodio en el que una resolución del gobierno propició que se ensanchara la brecha de una sociedad que ya está más dividida.

A nivel general, el levantamiento de la Ley Seca que decretó el gobernador Quirino Ordaz Coppel no cayó bien en época del Covid-19, porque se abrió la llave a los depósitos de vino y cerveza cuando el riesgo de contagios subió, a lo que los especialistas consideran, lo más alto del pico de la pandemia. Ello desató aglomeraciones en los expendios del giro y elevó exponencialmente el relajamiento colectivo.

De tal manera que este domingo y lunes, todavía sorprendieron las filas humanas de compradores.

A la inconveniencia que expresaron madres de familia, esposas y sectores moderados que viven en el encierro y en el marco del respeto a las disposiciones sanitarias, uno de los primeros que brincó en contra, fue el alcalde petista de Navolato, Eliazar Gutiérrez Ángulo.

Sin recurrir a la ofensa, el edil que entre la gente aparece como uno de los más diplomáticos en sus relaciones institucionales y personales, manifestó su inconformidad por la medida que se apreció, anticipada.

Y tuvo sus razones de peso. Al ser el municipio que gobierna uno de los más afectados por el coronavirus, advirtió que ante la reapertura de los negocios del ramo, el relax social de la convivencia, sería expansivo.

Asi fue. Los consumidores del producto en cuestión, se abalanzaron sobre los locales del rubro. En minutos, el arribo de uno a uno hizo las muchedumbres.

Luego, echó mano de la Policía Municipal y otros cuerpos auxiliares de seguridad pública para desalojar a los paseantes, que con hielera a bordo de sus unidades motrices, resolvieron a apoderarse de las playas, espacios prohibidos a causa de la emergencia.

Al malestar se sumó también Héctor Melesio Cuén Ojeda, presidente del Partido Sinaloense, uno de los personajes políticos y sociales más influyentes del Estado. Expuso abiertamente no estar de acuerdo con la decisión del titular del Ejecutivo.

Químico de profesión y empresario de la salud, argumentó con datos en la mano, que el número de muertos precisamente por día, era de entre ocho y diez.

Y que en Sinaloa se registraba un índice de letalidad del 14.6 por cada cien mil habitantes.

El 19 de los corrientes, aproximadamente a 24 horas de que se reabrieran las cervecerías y vinaterías, lamentó que no era el momento de tomar esa decisión.

Obviamente que los hospitales se saturaban de enfermos y con la flexibilidad que se autorizó, sería imposible continuar con la regla de la “sana distancia” o con el “Quédate en casa”.

Además de que en plena tercera fase de la contingencia, se declaró que arribaría la curva epidemiológica donde se colocaría el fenómeno en la cima de lo contagioso.

Independientemente de que lo anterior, generaría más accidentes y más trabajo para las corporaciones policiacas, que se centraron en impedir el desbordamiento de los efectos de la emergencia.

Entre otras opiniones de los sectores sociales, se sostuvo que es claro que hubo una línea de presión de los empresarios del vicio para convencer a las autoridades estatales que subieran sus cortinas para dar servicio al público.

Mientras en las afueras de los puestos cerveceros, las compras de pánico siguieron, las amas de casa reprobaban esa determinación y la Secretaría de Salud federal, afirma que los pacientes se incrementan por montones.

Fue un nuevo episodio en el que una resolución del gobierno propició que se ensanchara la brecha de una sociedad que ya está más dividida.