/ sábado 27 de junio de 2020

Copados por todos los frentes

Cada quien desde su espacio lucha o se adapta a las circunstancias y al abrirse las puertas hacia la nueva normalidad en Sinaloa, algunos salieron de su encierro hacia las plazas pero en esa pesada jugada de la ironía por la incapacidad de las autoridades federales, estatales y municipales, los pobladores de las comunidades del norte de Culiacán, desde Tepuche hacia más arriba, le perdieron el temor a la contingencia porque los rebasó el horror de la violencia. Están entre dos fuegos.

El de las balaceras que desataron los grupos armados que chocan continuamente y la lluvia del coronavirus, que silenciosamente mata también a centenares de sinaloenses en sus casas o en los hospitales. O los que menos, los endeuda de por vida al grado de que no le quieren entregar ni las cenizas a los deudos.

Es la vivencia de un drama sobre otro.

En la tragedia que envuelve a todos por la emergencia, evidentemente que levantó una ola social de impotencia, coraje, dolor, aunque asimismo de solidaridad la muerte por Covid-19 del médico Jorge Luis Ojeda Leyva, que se sumó a la cadena de patriotas de blanco que perecieron en medio del campo de batalla.

Las redes sociales, consignaron el pesar que esparció el caso de uno de los profesionistas que al saberse aún hipertenso, no se quiso cruzar de brazos o portar la bandera alba que simboliza la rendición. Optó por usar la bata del mismo color para ir a combatir el virus letal y salvar a sus semejantes.

Replegados en sus trincheras, los integrantes del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado, resolvieron regresar a sus labores hasta agosto próximo, porque los rebrotes colectivos de la enfermedad imponen un signo de alto riesgo permanente.

Y para hacer frente a las condiciones adversas, en su caso, el secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, José Carlos Aceves Tamayo, en un operativo que desplegó a través de la secretaría de Finanzas y de los delegados gremiales, entró a recorrer un circuito geográfico que abarca la entidad, en la entrega inmediata de apoyos económicos.

El dirigente arribó a las bases humanas desde Choix hasta Escuinapa, donde se concentran segmentos de la clase trabajadora y de las propias aportaciones de cuotas sindicales fue en auxilio de quienes lo necesitan.

Ello expuso el nivel de solidaridad con el que cierran un círculo de defensa de sus intereses, en lo que es una de las épocas más duras y sorprendentes del estado, de México y del mundo.

En las que no hay gobierno capaz o preparado de antemano para enfrentar un fenómeno de dimensiones y consecuencias como las que se palman. Que trastocó el sistema de salud, de armonía comunitaria y aplastó la economía.

Bajo ese techo de angustia, aunque las mayorías de los sectores resienten pérdidas, de momento los que más pierden, son los moradores de los poblados norteños azotados por la inseguridad, a los que cómodamente el alcalde culiacanense Jesús Estrada Ferreiro pide que se huyan de ahí.

Como no cambia su postura y les anuncia, que ante la paralizante situación que se padece y para sentir lo que se siente, se irá a pasar unas semanas o meses a esa zona de nadie.

A todas esas tribulaciones, las autoridades de Salud recomendaron a la sociedad, tener cuidado de los rayos ultravioletas que caen como nunca. Es decir, estamos copados por todos los flancos, porque el polvo del desierto del Sahara ya está aquí. Solo falta que sobre el territorio se caiga el cielo.

Porque ya hubo un sismo que movió las capas de todo el país.

Lo cierto, es que somos más fuertes.

Cada quien desde su espacio lucha o se adapta a las circunstancias y al abrirse las puertas hacia la nueva normalidad en Sinaloa, algunos salieron de su encierro hacia las plazas pero en esa pesada jugada de la ironía por la incapacidad de las autoridades federales, estatales y municipales, los pobladores de las comunidades del norte de Culiacán, desde Tepuche hacia más arriba, le perdieron el temor a la contingencia porque los rebasó el horror de la violencia. Están entre dos fuegos.

El de las balaceras que desataron los grupos armados que chocan continuamente y la lluvia del coronavirus, que silenciosamente mata también a centenares de sinaloenses en sus casas o en los hospitales. O los que menos, los endeuda de por vida al grado de que no le quieren entregar ni las cenizas a los deudos.

Es la vivencia de un drama sobre otro.

En la tragedia que envuelve a todos por la emergencia, evidentemente que levantó una ola social de impotencia, coraje, dolor, aunque asimismo de solidaridad la muerte por Covid-19 del médico Jorge Luis Ojeda Leyva, que se sumó a la cadena de patriotas de blanco que perecieron en medio del campo de batalla.

Las redes sociales, consignaron el pesar que esparció el caso de uno de los profesionistas que al saberse aún hipertenso, no se quiso cruzar de brazos o portar la bandera alba que simboliza la rendición. Optó por usar la bata del mismo color para ir a combatir el virus letal y salvar a sus semejantes.

Replegados en sus trincheras, los integrantes del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado, resolvieron regresar a sus labores hasta agosto próximo, porque los rebrotes colectivos de la enfermedad imponen un signo de alto riesgo permanente.

Y para hacer frente a las condiciones adversas, en su caso, el secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, José Carlos Aceves Tamayo, en un operativo que desplegó a través de la secretaría de Finanzas y de los delegados gremiales, entró a recorrer un circuito geográfico que abarca la entidad, en la entrega inmediata de apoyos económicos.

El dirigente arribó a las bases humanas desde Choix hasta Escuinapa, donde se concentran segmentos de la clase trabajadora y de las propias aportaciones de cuotas sindicales fue en auxilio de quienes lo necesitan.

Ello expuso el nivel de solidaridad con el que cierran un círculo de defensa de sus intereses, en lo que es una de las épocas más duras y sorprendentes del estado, de México y del mundo.

En las que no hay gobierno capaz o preparado de antemano para enfrentar un fenómeno de dimensiones y consecuencias como las que se palman. Que trastocó el sistema de salud, de armonía comunitaria y aplastó la economía.

Bajo ese techo de angustia, aunque las mayorías de los sectores resienten pérdidas, de momento los que más pierden, son los moradores de los poblados norteños azotados por la inseguridad, a los que cómodamente el alcalde culiacanense Jesús Estrada Ferreiro pide que se huyan de ahí.

Como no cambia su postura y les anuncia, que ante la paralizante situación que se padece y para sentir lo que se siente, se irá a pasar unas semanas o meses a esa zona de nadie.

A todas esas tribulaciones, las autoridades de Salud recomendaron a la sociedad, tener cuidado de los rayos ultravioletas que caen como nunca. Es decir, estamos copados por todos los flancos, porque el polvo del desierto del Sahara ya está aquí. Solo falta que sobre el territorio se caiga el cielo.

Porque ya hubo un sismo que movió las capas de todo el país.

Lo cierto, es que somos más fuertes.