/ lunes 9 de septiembre de 2019

Alejandra, presa de las trampas mortales

Al angustiante y doloroso incidente pluvial que le costó la vida a la joven Alejandra, tras perderse en una Alcantarilla, le subsiguieron el enojo y la impotencia social. La negligencia de las autoridades, que no quieren entender que las calles de las colonias populares y de la ciudad, son una trampa mortal.

A los cráteres lunares que invaden como plaga el territorio culiacanense a causa de las lluvias, rejillas abiertas, pozos sin tapadera y canales que no se cubrieron porque las obras quedaron inconclusas, está la indiferencia. Esa que nos hace responsables a todos.

Es claro que las fallas que están a la vista de los transeúntes no son nuevas. Son herencias de administraciones municipales pasadas. Y es cierto que a Alejandra le pudo ganar la confianza, el pánico o la desesperación de no perder lo que con tanto esfuerzo logró adquirir materialmente junto con su familia. Que a la mejor querría rescatar algo que se le escapó de las manos.

Tampoco se le puede tildar de irresponsable como lo somos la mayoría. Como la dama que recientemente a bordo de un carro rojo, violentó las reglas de tránsito e invadió la vía ciclista por el boulevard Rolando Arjona. O como otra señora que, por sus fueros se metió en su camioneta blanca tipo CRV con su hijo a bordo y puso en peligro la vida de terceros en el Parque Acuático. Incluso de inocentes.

O como los escenarios que todos los días se observan en todo lo largo y ancho de Culiacán. Carros en doble fila como el que se registra por la calle 16 de Septiembre frente a las casetas de vigilancia de Palacio de Gobierno. O las unidades motrices que bloquean los accesos en casas u oficinas, o los que tapan las rampas o espacios para discapacitados.

O como los automotores que suben sus operadores arriba del camellón por el boulevard Las Torres desde la colonia Terranova hasta donde finaliza y de otros tantos y nadie les pone freno.

Honestamente, no basta con que el alcalde de la capital sinaloense, Jesús Estrada Ferreiro salga a decir que sin demandas de por medios o de reclamos, la Comuna indemnizará a los padres o familia de la muchacha que murió arrastrada por las lluvias.

Es urgente que cumpla su palabra empeñada cuando juró apegarse a las leyes y resolver los problemas de los culiacanenses.

Si se comprometió a solucionar las carencias, fácilmente podría reparar esos “traga aguas o traga gente” que se observan en muchos puntos del municipio. Para eso cuenta con personal de Obras Públicas y de Servicios Públicos y no necesita que él las vea personalmente.

Sobra con implementar una estrategia sencilla o un programa emergente que se aboque a atender el tema.

Pero, si no pone interés en estos casos tan sencillos, ¿atenderá los grandes problemas sociales?

¿Para qué sirve un proyecto de metrobús si se le mueren los jóvenes y las mujeres?

Si no hay capacidad ni voluntad política para cubrir los hoyos que se tragan a los habitantes.

Y en esto, todos somos responsables. Unos por no obligar a las autoridades a que lleve a los hechos lo que prometió, y otros, porque aportamos a la destrucción de las normas y de la infraestructura urbana, vitales para la sobrevivencia.

Somos parte central de lo que nos sucede y al final de cuentas nos convertimos en cómplices de los males.

Cuando como rezara una frase de campaña política pero que encaja en el momento y la circunstancia: la solución somos todos.

Al angustiante y doloroso incidente pluvial que le costó la vida a la joven Alejandra, tras perderse en una Alcantarilla, le subsiguieron el enojo y la impotencia social. La negligencia de las autoridades, que no quieren entender que las calles de las colonias populares y de la ciudad, son una trampa mortal.

A los cráteres lunares que invaden como plaga el territorio culiacanense a causa de las lluvias, rejillas abiertas, pozos sin tapadera y canales que no se cubrieron porque las obras quedaron inconclusas, está la indiferencia. Esa que nos hace responsables a todos.

Es claro que las fallas que están a la vista de los transeúntes no son nuevas. Son herencias de administraciones municipales pasadas. Y es cierto que a Alejandra le pudo ganar la confianza, el pánico o la desesperación de no perder lo que con tanto esfuerzo logró adquirir materialmente junto con su familia. Que a la mejor querría rescatar algo que se le escapó de las manos.

Tampoco se le puede tildar de irresponsable como lo somos la mayoría. Como la dama que recientemente a bordo de un carro rojo, violentó las reglas de tránsito e invadió la vía ciclista por el boulevard Rolando Arjona. O como otra señora que, por sus fueros se metió en su camioneta blanca tipo CRV con su hijo a bordo y puso en peligro la vida de terceros en el Parque Acuático. Incluso de inocentes.

O como los escenarios que todos los días se observan en todo lo largo y ancho de Culiacán. Carros en doble fila como el que se registra por la calle 16 de Septiembre frente a las casetas de vigilancia de Palacio de Gobierno. O las unidades motrices que bloquean los accesos en casas u oficinas, o los que tapan las rampas o espacios para discapacitados.

O como los automotores que suben sus operadores arriba del camellón por el boulevard Las Torres desde la colonia Terranova hasta donde finaliza y de otros tantos y nadie les pone freno.

Honestamente, no basta con que el alcalde de la capital sinaloense, Jesús Estrada Ferreiro salga a decir que sin demandas de por medios o de reclamos, la Comuna indemnizará a los padres o familia de la muchacha que murió arrastrada por las lluvias.

Es urgente que cumpla su palabra empeñada cuando juró apegarse a las leyes y resolver los problemas de los culiacanenses.

Si se comprometió a solucionar las carencias, fácilmente podría reparar esos “traga aguas o traga gente” que se observan en muchos puntos del municipio. Para eso cuenta con personal de Obras Públicas y de Servicios Públicos y no necesita que él las vea personalmente.

Sobra con implementar una estrategia sencilla o un programa emergente que se aboque a atender el tema.

Pero, si no pone interés en estos casos tan sencillos, ¿atenderá los grandes problemas sociales?

¿Para qué sirve un proyecto de metrobús si se le mueren los jóvenes y las mujeres?

Si no hay capacidad ni voluntad política para cubrir los hoyos que se tragan a los habitantes.

Y en esto, todos somos responsables. Unos por no obligar a las autoridades a que lleve a los hechos lo que prometió, y otros, porque aportamos a la destrucción de las normas y de la infraestructura urbana, vitales para la sobrevivencia.

Somos parte central de lo que nos sucede y al final de cuentas nos convertimos en cómplices de los males.

Cuando como rezara una frase de campaña política pero que encaja en el momento y la circunstancia: la solución somos todos.