/ miércoles 5 de agosto de 2020

A mi hermana Reyna, un adiós sin despedida



A mi hermana Reyna Rocha García –La Reyes-, que blindada por su espíritu pleno de rebeldía ante la vida, la recuerdo hoy con mucho cariño, por encima del gran dolor y desasosiego que me causa saber que al final de sus esfuerzos, perdió anteayer la lucha contra el nefasto Coronavirus. Y que a la fecha ocasionó la baja letal de amigos, familiares, compañeros de trabajo y conocidos.

En medio de esos campos de batallas donde se libra la carrera por la sobrevivencia, el mal se moviliza con todas las ventajas porque no hay arma cierta para eliminarlo. Y nos lanza envueltos al centro de la confusión y de los efectos.

Pero a todos nos ubica en el desesperante riesgo de resbalar en la orilla del precipicio, al obligarnos a dar sin desearlo, un dramático adiós sin despedida.

Ella no pudo, aún con sentido combativo, vencer en la lidia que tampoco algún humano ha hecho posible cuando la desafía: a la muerte.

Lo cierto es que el episodio de su partida fue muy rápido. Como si tuviera prisa en quererla llevar quien cobra las cuotas o nuestra hermana en quererse ir. Cayó a uno de los hospitales públicos el pasado dos de agosto antes de la medianoche.

La internaron para estabilizar su estado de salud que se le deterioró prácticamente “de una”.

Sin embargo, solo duró unas horas. Alrededor de las 9:50 dejó de existir. El diagnóstico y el desenlace que previeron los médicos fueron muy precisos. Prepararon a sus hijos y al resto de los familiares. Más no era posible creer y sentarse a esperar. Por ello había que hacer todo lo que se debía y reforzar la fe para acompañarla en esa riña por la supervivencia.

No fue así. Esa mañana se sumó a los 48 mil 012 de los decesos que formalmente confirmó en sus registros la Secretaría de Salud Federal en el país y de los que no aparecen en las estadísticas, pero que se encargaron de cubrir de luto a millares de familia.

Nuestra Reyna Rocha García, la número cuatro de 10 hermanos a la que le sobrevive su madre Francisca García Pérez y ocho de sus consanguíneos, te damos un fraternal abrazo sin poder tocarte, recordamos tu rostro y cuerpo sin poderte ver porque la pandemia no lo permite, evocamos tu voz sin sentir tu timbre y te damos un adiós sin despedida.

En medio de un duelo sin curar que corroe el alma, pero que lo ilumina ese cariño que es llama en la oscuridad, que siempre nos mantuvo firmes como familia, a pesar de las diferencias que hacen que el mundo sea como es. En las cercanías y en las distancias territoriales.

Que esa rebeldía tuya cubra a tus hijos con la solidaridad que necesitan en estos difíciles momentos. A Hiram, Socorro, Luis, Ernesto y Alejandra, con mucho afecto nuestras sinceras condolencias.

A ti hermana, que descanses y encuentres gozos en el vagón de ese tren en el que emprendes el viaje para siempre.

En Navolato, sin aprender la lección.

Navolato, el pueblo que se convirtió en municipio y que gracias al cultivo de caña que vistió sus tierras y que endulzó con su azúcar el corazón de miles de personas, hoy está muy lejos de esos instantes de alegría y bonanza.

La pandemia del Covid-19, se ensañó con su población y con las autoridades. Se llevó a ocho funcionarios y diariamente incorpora nuevos enfermos a la lista.

La energía del poder municipal está replegada momentáneamente. En tanto en las playas de Altata, la irresponsabilidad ciudadana, volvió a hacer de las suyas.

Paseantes sin cubre bocas y “hechos bola” inundaron los espacios del malecón y de los restaurantes. Todo el estado de fuerza de la policía preventiva se concentró en desalojar a la gente a tal grado que sorprendió porque ya ni para atrapar a José Antonio Yépez “El Marro” se necesitó tanta.

No cabe duda que las lecciones no educan sino hasta que se padecen en carne propia.



A mi hermana Reyna Rocha García –La Reyes-, que blindada por su espíritu pleno de rebeldía ante la vida, la recuerdo hoy con mucho cariño, por encima del gran dolor y desasosiego que me causa saber que al final de sus esfuerzos, perdió anteayer la lucha contra el nefasto Coronavirus. Y que a la fecha ocasionó la baja letal de amigos, familiares, compañeros de trabajo y conocidos.

En medio de esos campos de batallas donde se libra la carrera por la sobrevivencia, el mal se moviliza con todas las ventajas porque no hay arma cierta para eliminarlo. Y nos lanza envueltos al centro de la confusión y de los efectos.

Pero a todos nos ubica en el desesperante riesgo de resbalar en la orilla del precipicio, al obligarnos a dar sin desearlo, un dramático adiós sin despedida.

Ella no pudo, aún con sentido combativo, vencer en la lidia que tampoco algún humano ha hecho posible cuando la desafía: a la muerte.

Lo cierto es que el episodio de su partida fue muy rápido. Como si tuviera prisa en quererla llevar quien cobra las cuotas o nuestra hermana en quererse ir. Cayó a uno de los hospitales públicos el pasado dos de agosto antes de la medianoche.

La internaron para estabilizar su estado de salud que se le deterioró prácticamente “de una”.

Sin embargo, solo duró unas horas. Alrededor de las 9:50 dejó de existir. El diagnóstico y el desenlace que previeron los médicos fueron muy precisos. Prepararon a sus hijos y al resto de los familiares. Más no era posible creer y sentarse a esperar. Por ello había que hacer todo lo que se debía y reforzar la fe para acompañarla en esa riña por la supervivencia.

No fue así. Esa mañana se sumó a los 48 mil 012 de los decesos que formalmente confirmó en sus registros la Secretaría de Salud Federal en el país y de los que no aparecen en las estadísticas, pero que se encargaron de cubrir de luto a millares de familia.

Nuestra Reyna Rocha García, la número cuatro de 10 hermanos a la que le sobrevive su madre Francisca García Pérez y ocho de sus consanguíneos, te damos un fraternal abrazo sin poder tocarte, recordamos tu rostro y cuerpo sin poderte ver porque la pandemia no lo permite, evocamos tu voz sin sentir tu timbre y te damos un adiós sin despedida.

En medio de un duelo sin curar que corroe el alma, pero que lo ilumina ese cariño que es llama en la oscuridad, que siempre nos mantuvo firmes como familia, a pesar de las diferencias que hacen que el mundo sea como es. En las cercanías y en las distancias territoriales.

Que esa rebeldía tuya cubra a tus hijos con la solidaridad que necesitan en estos difíciles momentos. A Hiram, Socorro, Luis, Ernesto y Alejandra, con mucho afecto nuestras sinceras condolencias.

A ti hermana, que descanses y encuentres gozos en el vagón de ese tren en el que emprendes el viaje para siempre.

En Navolato, sin aprender la lección.

Navolato, el pueblo que se convirtió en municipio y que gracias al cultivo de caña que vistió sus tierras y que endulzó con su azúcar el corazón de miles de personas, hoy está muy lejos de esos instantes de alegría y bonanza.

La pandemia del Covid-19, se ensañó con su población y con las autoridades. Se llevó a ocho funcionarios y diariamente incorpora nuevos enfermos a la lista.

La energía del poder municipal está replegada momentáneamente. En tanto en las playas de Altata, la irresponsabilidad ciudadana, volvió a hacer de las suyas.

Paseantes sin cubre bocas y “hechos bola” inundaron los espacios del malecón y de los restaurantes. Todo el estado de fuerza de la policía preventiva se concentró en desalojar a la gente a tal grado que sorprendió porque ya ni para atrapar a José Antonio Yépez “El Marro” se necesitó tanta.

No cabe duda que las lecciones no educan sino hasta que se padecen en carne propia.