/ viernes 8 de marzo de 2024

La voz del cácaro | La Mujer de Hierro

Sheinbaum inició su campaña en el Zócalo de la Ciudad de México, Xóchitl hizo lo propio en Fresnillo, Zacatecas, una de las ciudades más violentas del país. Mientras Sheinbaum prometió recetarnos otros seis años de 4T, el discurso de Xóchitl ha cambiado radicalmente. Ya no es más la súper mujer, luchona y abnegada, que conquistó el éxito sin ayuda de ningún hombre. Ahora se nos presentó como la mujer de mano de dura que, en caso de ganar la Presidencia, irá con todo contra el crimen organizado. Quizá la candidata del PRIAN ha dicho las palabras mágicas, ésas que muchos votantes indecisos esperaban.

Pensar que quienes votaron por Morena hace seis años, en las próximas elecciones va a cambiar su voto a favor de Xóchitl, es tan ingenuo como pensar que quienes votaron por la derecha en 2018, ahora lo harán por Sheinbaum. El país está de tal forma polarizado, que las preferencias pudieran no cambiar mucho el día de las elecciones. Sin embargo, en medio de esa polarización, hay muchísimos mexicanos que no creen en ninguna de las dos candidatas. Y que ante tal escepticismo, sólo esperan una razón de peso para irse hacia la derecha o hacia la izquierda. Y aquí es donde la narrativa y las promesas adquieren relevancia. Y es que Xóchitl ha hecho lo que cualquier asesor político le sugeriría. Es decir, si no posees grandes logros qué presumir, dado que tu carrera política es modesta, comparada con la de tu contrincante, lo mejor que puedes hacer es prometer. Pero no prometas cualquier cosa, sino aquello que todos desean; eso en lo que tu competencia ha fracasado estrepitosamente y que tiene al país en llamas. Sí. La seguridad pública.

Promesas

Al día de hoy ninguna otra promesa de campaña podría serle tan redituable a Xóchitl, como el tema de la seguridad. Es ahí donde le duele a los mexicanos. Y es ahí donde está la oportunidad de reducir en algo una desventaja frente a Sheinbaum, que resulta abrumadora. Tal vez por eso en su discurso inaugural en Fresnillo, Xóchitl apareció con la espada desenvainada. Lo primero que anunció fue que en caso de llegar a la Grande, construirá una prisión de máxima seguridad, suponemos que como la de Bukele en El Salvador, donde purgarían sus condenas los mañosos más pesados.

Una prisión tan canija, palabras más, palabras menos de Xóchitl, que a los mañosos les va a dar miedo solo pensar en que podrían acabar ahí.

¿Xóchitl debió iniciar su campaña como lo hizo, con tono beligerante y amenazador, o con una actitud conciliadora? Muchos dirán que lo hecho fue lo correcto, dado que urgía mandar un mensaje contundente contra la delincuencia organizada. Tal vez, pero también urge enviar el mensaje de que el próximo gobierno llegará al poder para unir y no para continuar dividiendo al pueblo, tal como ha ocurrido durante los últimos cinco años. Quizá Xóchitl debió comenzar su discurso allá en Zacatecas, no con la promesa de una prisión infernal, sino abordando otro de los quince puntos que conforman su plan de seguridad. Es decir, aquel que menciona la creación de un gran “acuerdo nacional de seguridad”.

Sacrificios por la paz

Si bien el “acuerdo nacional de seguridad” de Xóchitl es una idea muy general, sí que habla de la importancia de que todos los mexicanos, y no sólo el gobierno y sus poderes, sean parte de la construcción de la paz. ¿Eso incluye por igual al ama de casa, que a los malandros? No lo sabemos. Lo que resulta innegable es que para que un pacto nacional funcione, se necesita que el pueblo sea el protagonista; que su gente esté dispuesta a hacer sacrificios por el bien común. Sólo imaginemos que de pronto se nos impusiera un toque de queda, de manera que aquel o aquellos que anduviesen en la calle, después de las ocho de la noche, pudieran ser detenidos e interrogados por la Guardia Nacional. ¿Los ciudadanos estaríamos de acuerdo con algo así o nos revelaríamos contra la autoridad, con el argumento de que se estarían violentando nuestros derechos? Asimismo, ¿qué pasaría si por razones de seguridad se dictara un ordenamiento de “ley seca”? ¿Estaríamos dispuestos a dejar el pisto durante el tiempo que fuese necesario? ¿Y los fabricantes del pisto estarían de acuerdo con perder dinero?

Desde luego, suponer que el narcotráfico o la extorsión o el secuestro, algún día terminarán, sería tanto como suponer que algún día contaremos con un sistema de salud como el de Dinamarca. Los crímenes y la delincuencia están ahí y estarán siempre. Sí, pero en el mejor de los casos, debería ser bajo un orden. Bajo un acuerdo precisamente, en el que el gobierno recobre su papel de autoridad. Antes era el gobierno quien ponía las reglas del juego. Hoy esas reglas las pone la maña.

¿Y el ejército?

En su plan, Xóchitl habla también de relevar al Ejército de sus múltiples labores, que van desde la albañilería, hasta la operación de trenes y aviones, y de enfocarlo en proteger a la gente. Eso además de fortalecer a la Guardia Nacional. Nada nuevo bajo el sol. Si lo que realmente se busca es transformar a la Guardia Nacional, un buen comienzo sería trabajar por un cambio profundo en la mentalidad de los soldados-policías; una mentalidad donde la burocracia y el servilismo mandan. Muy distinta al pragmatismo de un auténtico policía de carrera, acostumbrado a resolver las broncas en caliente y a negociar con los dueños de la calle. Si los soldados tuviesen la visión y las capacidades que posee un policía para moverse entre los malandros, muy probablemente no les caerían encima bombas lanzadas desde un dron.

El plan de seguridad de Xóchitl no propone ideas que no hayamos escuchado antes. Incluso, no faltan las contradicciones. Pero es lo que hay. Es por mucho la apuesta de la oposición por convencer con su proyecto a todos aquellos que, o están absolutamente decepcionados del obradorismo, o que aún no están seguros de qué lado batean. ¿Alcanzarán las promesas para sacaros del clóset?

Sheinbaum inició su campaña en el Zócalo de la Ciudad de México, Xóchitl hizo lo propio en Fresnillo, Zacatecas, una de las ciudades más violentas del país. Mientras Sheinbaum prometió recetarnos otros seis años de 4T, el discurso de Xóchitl ha cambiado radicalmente. Ya no es más la súper mujer, luchona y abnegada, que conquistó el éxito sin ayuda de ningún hombre. Ahora se nos presentó como la mujer de mano de dura que, en caso de ganar la Presidencia, irá con todo contra el crimen organizado. Quizá la candidata del PRIAN ha dicho las palabras mágicas, ésas que muchos votantes indecisos esperaban.

Pensar que quienes votaron por Morena hace seis años, en las próximas elecciones va a cambiar su voto a favor de Xóchitl, es tan ingenuo como pensar que quienes votaron por la derecha en 2018, ahora lo harán por Sheinbaum. El país está de tal forma polarizado, que las preferencias pudieran no cambiar mucho el día de las elecciones. Sin embargo, en medio de esa polarización, hay muchísimos mexicanos que no creen en ninguna de las dos candidatas. Y que ante tal escepticismo, sólo esperan una razón de peso para irse hacia la derecha o hacia la izquierda. Y aquí es donde la narrativa y las promesas adquieren relevancia. Y es que Xóchitl ha hecho lo que cualquier asesor político le sugeriría. Es decir, si no posees grandes logros qué presumir, dado que tu carrera política es modesta, comparada con la de tu contrincante, lo mejor que puedes hacer es prometer. Pero no prometas cualquier cosa, sino aquello que todos desean; eso en lo que tu competencia ha fracasado estrepitosamente y que tiene al país en llamas. Sí. La seguridad pública.

Promesas

Al día de hoy ninguna otra promesa de campaña podría serle tan redituable a Xóchitl, como el tema de la seguridad. Es ahí donde le duele a los mexicanos. Y es ahí donde está la oportunidad de reducir en algo una desventaja frente a Sheinbaum, que resulta abrumadora. Tal vez por eso en su discurso inaugural en Fresnillo, Xóchitl apareció con la espada desenvainada. Lo primero que anunció fue que en caso de llegar a la Grande, construirá una prisión de máxima seguridad, suponemos que como la de Bukele en El Salvador, donde purgarían sus condenas los mañosos más pesados.

Una prisión tan canija, palabras más, palabras menos de Xóchitl, que a los mañosos les va a dar miedo solo pensar en que podrían acabar ahí.

¿Xóchitl debió iniciar su campaña como lo hizo, con tono beligerante y amenazador, o con una actitud conciliadora? Muchos dirán que lo hecho fue lo correcto, dado que urgía mandar un mensaje contundente contra la delincuencia organizada. Tal vez, pero también urge enviar el mensaje de que el próximo gobierno llegará al poder para unir y no para continuar dividiendo al pueblo, tal como ha ocurrido durante los últimos cinco años. Quizá Xóchitl debió comenzar su discurso allá en Zacatecas, no con la promesa de una prisión infernal, sino abordando otro de los quince puntos que conforman su plan de seguridad. Es decir, aquel que menciona la creación de un gran “acuerdo nacional de seguridad”.

Sacrificios por la paz

Si bien el “acuerdo nacional de seguridad” de Xóchitl es una idea muy general, sí que habla de la importancia de que todos los mexicanos, y no sólo el gobierno y sus poderes, sean parte de la construcción de la paz. ¿Eso incluye por igual al ama de casa, que a los malandros? No lo sabemos. Lo que resulta innegable es que para que un pacto nacional funcione, se necesita que el pueblo sea el protagonista; que su gente esté dispuesta a hacer sacrificios por el bien común. Sólo imaginemos que de pronto se nos impusiera un toque de queda, de manera que aquel o aquellos que anduviesen en la calle, después de las ocho de la noche, pudieran ser detenidos e interrogados por la Guardia Nacional. ¿Los ciudadanos estaríamos de acuerdo con algo así o nos revelaríamos contra la autoridad, con el argumento de que se estarían violentando nuestros derechos? Asimismo, ¿qué pasaría si por razones de seguridad se dictara un ordenamiento de “ley seca”? ¿Estaríamos dispuestos a dejar el pisto durante el tiempo que fuese necesario? ¿Y los fabricantes del pisto estarían de acuerdo con perder dinero?

Desde luego, suponer que el narcotráfico o la extorsión o el secuestro, algún día terminarán, sería tanto como suponer que algún día contaremos con un sistema de salud como el de Dinamarca. Los crímenes y la delincuencia están ahí y estarán siempre. Sí, pero en el mejor de los casos, debería ser bajo un orden. Bajo un acuerdo precisamente, en el que el gobierno recobre su papel de autoridad. Antes era el gobierno quien ponía las reglas del juego. Hoy esas reglas las pone la maña.

¿Y el ejército?

En su plan, Xóchitl habla también de relevar al Ejército de sus múltiples labores, que van desde la albañilería, hasta la operación de trenes y aviones, y de enfocarlo en proteger a la gente. Eso además de fortalecer a la Guardia Nacional. Nada nuevo bajo el sol. Si lo que realmente se busca es transformar a la Guardia Nacional, un buen comienzo sería trabajar por un cambio profundo en la mentalidad de los soldados-policías; una mentalidad donde la burocracia y el servilismo mandan. Muy distinta al pragmatismo de un auténtico policía de carrera, acostumbrado a resolver las broncas en caliente y a negociar con los dueños de la calle. Si los soldados tuviesen la visión y las capacidades que posee un policía para moverse entre los malandros, muy probablemente no les caerían encima bombas lanzadas desde un dron.

El plan de seguridad de Xóchitl no propone ideas que no hayamos escuchado antes. Incluso, no faltan las contradicciones. Pero es lo que hay. Es por mucho la apuesta de la oposición por convencer con su proyecto a todos aquellos que, o están absolutamente decepcionados del obradorismo, o que aún no están seguros de qué lado batean. ¿Alcanzarán las promesas para sacaros del clóset?