Mientras Claudia y Xóchitl se reunían en el Vaticano con el Papa Francisco, nos enteramos que cuatro obispos de la Iglesia Católica de Guerrero, fueron quienes organizaron un encuentro entre los jefes de dos grupos rivales de delincuentes de la Tierra Caliente, para que llegaran a un acuerdo de paz. Por fin alguien se puso las pilas. Aunque eso de que la Iglesia ande en medio de la maña, llamando a acuerdos y enderezando entuertos, siempre da pie a suspicacias.
Claudia y Xóchitl se fueron a sacar la foto en el Vaticano con el Papa. Ambas tienen muy claro que en un país profundamente católico, como lo es México, la foto al lado del jerarca de la iglesia, genera simpatías. Y votos. ¿Qué habló cada una con Francisco? Por ahora eso no importa mucho. Es más importante la percepción que se crea entre la gente. En este sentido, resultan más creíbles ante la opinión pública las convicciones religiosas de Xóchitl, que las de Claudia, quien ya nos ha dicho varias veces que ella no profesa religión alguna. Bueno, eso era antes. Hoy, la campaña presidencial toca a la puerta. Regresan los tiempos del circo, la maroma y el teatro. Así que flojitos y cooperando.
Y mientras las candidatas andaban placeándose por la Basílica de San Pedro, en México, en algo que pareciera una especie de campaña propagandística, obispos de Guerrero aparecieron la semana pasada en los principales noticieros y programas de radio, para confesarnos abiertamente que fueron ellos quienes reunieron a los jefes de dos bandos de mañosos de la sierra de Guerrero para que fumaran la pipa de la paz y dejaran de pelear. Sí. La Iglesia terminó haciendo la chamba del gobierno. Algo que debería ser una obligación irrenunciable del Estado, quedó en manos de los obispos. Con todo lo que ello pudiera implicar.
Cosas buenas que parecen malas
Así de bote pronto, tan repentino protagonismo de la Iglesia, podría entenderse como una decisión desesperada y valerosa de los obispos para tratar de disminuir en algo la violencia que azota al estado. Pero surgen también las preguntas y las suspicacias. El problema es que la Iglesia, en su papel de mediadora de un conflicto entre malandros, se desliza por un terreno espinoso. Corre el peligro de quedar como cómplice. Y es que no está del todo claro dónde termina el sacerdote, el guía espiritual, ése al que todo el pueblo se acerca para pedir consejo y gracia divina, y dónde comienza el ciudadano común y corriente, el que conoce perfectamente a los mañosos del mismo pueblo, y les sabe todos sus corridos. Viene a cuento el caso del “Padre Pistolas”, párroco de Chucándiro, Michoacán, quien se ha vuelto célebre por oficiar la misa armado con un revólver, eso además de aconsejar a sus feligreses que compren armas para protegerse de los mañosos de la región. En el caso de los obispos, cualquiera se podría preguntar que si éstos conocen tan bien a los delincuentes, ¿por qué no han hecho una denuncia formal ante el Ministerio Público? En vez de eso, se reunieron con ellos en algún lugar desconocido, pero no para convencerlos de que paren de robar, secuestrar o extorsionar a la gente, sino para que se pusieran de acuerdo acerca de cómo se dividirían los territorios. O sea, cómo pensaban repartirse el botín. Eso sí, sin pelearse.
Como anillo al dedo
En sus entrevistas mediáticas los obispos nos cuentan los pormenores de una negociación de paz, ocurrida a mediados de enero en la Tierra Caliente, que no funcionó debido a la avaricia y la ambición de los dos bandos en conflicto. Cosa distinta pasó en Chilpancingo, donde por medio de la misma Iglesia, se alcanzó un acuerdo para detener la guerra por el control de las rutas de transporte público. La tregua no resultó exitosa del todo, pues aunque el transporte público en Chilpancingo quedó restablecido, a dos semanas de que se dieran los ataques por parte de la maña contra choferes de urvans y taxis, el pasado lunes fue baleado un sitio de urvans, donde hubo un muerto y un herido. Claro que comparado con el número de choferes que han sido asesinados y quemados, las cosas pintan mejor.
Para alguien como López Obrador, quien lleva semanas tratando, sin mucho éxito, de esquivar los rectos y ganchos que le llueven todos los días por parte de Loret de Mola y del gobierno gringo, la situación le cayó como anillo al dedo para sacudirse al monstruo de la inseguridad, aunque sea por un momento. Y es que aunque el gobierno no haya metido las manos en las negociaciones en Guerrero, la difusión dada por los medios, incluida la conferencia mañanera, ha generado la percepción de que por fin se está haciendo algo para apaciguar al México bronco. Cómo no habría de ver el presidente con tan buenos ojos la intervención de la iglesia. No falta quien asegura que fue el propio gobierno quien pidió a los obispos que negociaran con la maña. ¿Será?
Iglesia y elecciones
Según Alfredo Ramírez Bedolla, gobernador de Michoacán, el Estado no puede ser sustituido por ninguna asociación, así sea religiosa. El gober también aseguró que, algunas veces, los sacerdotes terminan convirtiéndose en voceros de los propios delincuentes. Después de tales dichos, políticamente incorrectos, pero no faltos de verdad, el mundo se le vino encima a Ramírez Bedolla, quien no tuvo más remedio recular y decir que fueron los medios quienes mal interpretaron sus palabras. Lo cierto es que hoy, luego de un largo silencio, sólo interrumpido por declaraciones esporádicas de algunos de sus ministros, la Iglesia Católica vuelve a ser protagonista. Su intervención en Guerrero nos recuerda la enorme influencia que tiene entre el pueblo. Es posible que todo esto que estamos viendo sea el anuncio de que la Iglesia piensa meterse de lleno en la elección del 2 de junio; después de todo es de las pocas instituciones que aún poseen credibilidad de cara a los mexicanos. Sería interesante preguntarle al arzobispo primado de México, Carlos Aguilar Retes, cómo definiría los cinco años del gobierno obradorista. Pero más interesante aun, sería preguntarle con quién está la Iglesia: ¿con Claudia o con Xóchitl?