El sol cae a plomo sobre mi cabeza. Voy entrando por 20 de Noviembre. De pronto un tamborazo suena como un relámpago detrás de mí. Volteo con sobresalto. En medio de la avenida un grupo de priistas vienen cargando una manta. Un tipo chaparrillo con barros en la cara es el encargado de darle sus buenos baquetazos al tambor. Sobre la enorme manta blanca destaca la fotografía de Xóchitl. Está tomada de medio cuerpo, enfundada en un huipil, mirando a la cámara con una sonrisa forzada. Junto al retrato se lee: “Vamos todos con Xóchitl”. Por allá otro tipo, con camiseta y gorra del PAN, hace sonar también una trompeta. Entre la bola una señora con visera empieza a corear: “¡Presidenta…! ¡Presidenta!” Otra doña la secunda: “¡Fuera Morena! ¡Fuera Morena!” El grito prende. Muy pronto todos gritan a una sola voz: “¡Fuera Morena! ¡Fuera Morena!”
Territorio fifí
En la lejanía, entre el mar de cabezas humanas, se levanta la gigantesca bandera recortada contra la Catedral. No hondea, sólo permanece colgada del mástil como si estuviera desmayada. Decían que no la iban a poner, pero al final sí se pudo. El presidente decidió prestársela a los odiados a sus archienemigos por un ratito. Al fin que él ya se va. La plancha del Zócalo se abre de pronto como una enorme garganta colmada de gente. Algunos tienen el cuerpo muy bronceado, muchos traen zapatos y ropita de marca, son los güeritos, los aspiracionistas, los neoliberales. La antítesis de los chairos de la 4T. Y sobre las cabezas de toda esa gente bonita un globo gigantesco flota en el aire. Tiene la figura de un bebé gordinflón con pañal y la cara de López Obrador en actitud de berrinche. ¡Inches fifís! Ahora sí se la curaron. Si por eso no les querían prestar la bandera.
¿Qué estará haciendo el Presidente? Tal vez está en su Palacio mirando al gentío detrás de las cortinas de su balcón favorito. En eso la voz chillona de Xóchitl resuena por todo el Zócalo. El eco se alarga por los aires hasta que se extingue poco a poco. “¡Fuera Morena! ¡Fuera Morena!”, grita un hombre. Es viejo, pero de cuerpo atlético, de gimnasio. Tiene la barba gris prolijamente recortada y una camisa rosa Chemise Lacoste.
Tiene pinta de Godín, pero de Godín padrotón; digamos que éste bien podría ser el jefe de varios Godinez de alguna empresa.
El discurso
“…Ustedes saben que en estas elecciones no sólo nos jugamos nueve gubernaturas -dice Xóchitl con aire regañón-, nos jugamos si los siguientes años serán de opresión o de libertad”. “Libertad, libertad, libertad”, responde la multitud a una sola voz. Eso de la libertad como que le gusta al público. Como que justifica en algo la pinche asoleada que se están poniendo. Ni tarda ni perezosa, Xóchitl levanta el brazo oportunamente y comienza a corear frente al micrófono: “Libertad, libertad, libertad”. ¿Libertad? ¿Eso es lo que vino a pedir esta gente? ¿Libertad? Se puede aborrecer a AMLO, o se puede adorarlo ciegamente, pero la falta de libertad no es el principal problema de los mexicanos. Hay otros más urgentes como la inseguridad.
Por más que Xóchitl se desgañita, sus palabras no terminan de prender al respetable. Falta algo, quizá una buena frase, algún pensamiento que cale hondo. Por momentos la gente responde, pero es una respuesta tibia que nunca llega a ser un clamor que haga vibrar al Zócalo. Sólo cuando alguien, entre la muchedumbre, lanza el “¡Fuera Morena!”, es cuando el grito se vuelve unánime. Queda claro que esta gente yace bajo el terrible sol, no porque simpatice necesariamente con el discurso de Xóchitl, sino porque odia a AMLO. Es personal. Pero a mí eso no me alcanza. Yo lo que quiero escuchar son propuestas, soluciones. No me importa de dónde vengan. Todo ese rollo de la libertad y la democracia, lo he escuchado hasta la náusea. Suena bien en el mundo Barbie. Pero la vida real es otra cosa. ¿Qué diablos piensa hacer la candidata del PRIANPRD con la inseguridad en el país? ¿Cómo piensa manejar la relación de su gobierno con la maña? ¿Qué va a hacer su gobierno para detener una guerra entre dos de los cárteles más poderosos del mundo? Por ningún lado se ve un plan, una verdadera estrategia de seguridad. El tema ni siquiera se insinúa en el discurso. Con casi cuarenta candidatos a puestos de elección popular asesinados por la maña, se entienden el temor y la cautela. Pero entonces, Xóchitl jamás debió de haber sido siquiera una opción. Se necesita alguien que resuelva la bronca, no una señora, que a estas alturas del partido, se venda como libertadora de la clase media.
De las dos no se hace una
El discurso ha sido aburrido, pero breve. Lentamente el gentío comienza a dispersarse, lo mismo por Tacuba, que por 5 de Febrero, o por Madero. La clase media no empuja ni grita; la clase media camina sobre la banqueta; la clase media no tira basura. Muchos entran a comer a algún restaurante o un café, algunos otros se dan una vuelta por el Palacio de Hierro. Atrás queda el enorme globo del AMLO bebé haciendo su berrinche en el aire. Por la noche el tercer y último debate. El show de la semana.
Se esperaba que Xóchitl le tirara con todo a Sheinbaum. Y así fue. Sin embargo entre ataques y descalificaciones se fueron el tiempo y la energía. En algún momento se tocó el tema de la inseguridad. Para Xóchitl la solución está en poner el control de la Guardia Nacional en manos de un mando civil. Mientras que para Sheinbaum todo está en darle continuidad a la estrategia de abrazos y no balazos de López Obrador, la cual ya demostró ser un estrepitoso fracaso. Ni a cuál irle. Eso sí, sin importar quién gane la elección, a partir de que la presidenta electa asuma el poder, los muertos y desaparecidos que haya hasta ese momento en el país serán su culpa y su responsabilidad. Sin importar que sean una herencia del gobierno anterior. Es ahí cuando el poder comienza a volverse un infierno. Y las marchas, un espejismo.