/ viernes 1 de marzo de 2024

La voz del cácaro | El Final

Lo que se veía venir está ocurriendo ya. La recta final del mandato de López Obrador se está convirtiendo en su propio infierno. Conforme su poder se acorta, las broncas crecen. Los gringos, esos que no perdonan ni olvidan, ya comenzaron a pasarle las facturas. La última fue el reportaje del New York Times, en el que se le vincula abiertamente con el narcotráfico. “Narco presidente” han comenzado a llamarlo. ¿Y su candidata, Claudia Sheinbaum? Bien haría en guardar distancia. Es el momento.

Los reportajes periodísticos que balconean a López Obrador como socio de los mañosos han caído igual que una bomba en Palacio Nacional. La agenda ya no pareciera marcarla el presidente, sino el Departamento de Estado gringo. Desde hace casi un mes, López Obrador tiene que salir todas las mañanas a defenderse de reportajes e investigaciones. Eso sin mencionar los trallazos que le llegan por otros lados, como las declaraciones de Carlos Navarrete, ex secretario nacional del PRD, quien menciona que en el pasado, todos aquellos que creían y apoyaban el proyecto obradorista, tuvieron que entrarle con su moche para el “líder”. Todavía el reportero que entrevistó a Navarrete, quiso bromear con que se necesitarían muchos sobres amarillos para meter el dinero de los moches. ¿Sobres? ¡No! -exclamó Navarrete como diciéndole al reportero no seas pend…-, para mover millones de pesos, se necesitan maletas.

Guardar distancia

¿Y Sheinbaum? Como si no viera las barbas de su vecino cortar, ella asegura que será la continuación del obradorismo. Ya por ahí la llamaron “narco candidata”. Cuanto más avance la campaña presidencial, que recién inicia, y conforme sigan saliendo y circulando videos y audios que comprometan aun más a López Obrador y a sus más cercanos, en algún momento, parte del bombazo le tocará a ella. Por su supervivencia política, Sheinbaum tendría que pintar su raya antes de que sea demasiado tarde. Tal vez sin estridencias, pero sí enviando el mensaje contundente de que ella posee un estilo e ideas propios. Tampoco le ayudan mucho algunos de sus “compañeros” de Morena, que ya se sabe que han sido investigados por la DEA y el FBI.

Varios de ellos ya se curaron en salud, por lo que mágicamente fueron incluidos en la lista de plurinominales que tendrán hueso, ya sea como senadores o como diputados de Morena en el Congreso. El hueso es lo de menos, lo que importa es el fuero que se

adquiere con dicho hueso. Ese fuero que los hace casi intocables en caso de que se pretenda investigarlos por algún delito cometido en México.

Lealtad a prueba

Claro que deslindarse del presidente no es cosa fácil, es como pretender borrar un pasado; el pasado de una carrera política que hoy tiene a Sheinbaum en el camino hacia la Grande. Suena a traición. Pero en la política mexicana no hay palabra de honor; lo que es hoy no necesariamente será mañana. Hasta ahora, Sheinbaum ha sido disciplinada, ha sabido guardar las formas; cada vez que la cuestionan, ha defendido el discurso de la “transformación”. Está claro por qué López Obrador la escogió para sucederlo. Porque, desde su perspectiva, ella es la única persona que no se atrevería a voltearle bandera. Eso en circunstancias, digamos, normales. Pero hoy que los gringos han sacado las garras a unos meses de que el sexenio termine, las cosas se han complicado tremendamente. Están metiendo presión cuando saben que el poder del presidente se desmorona. Cuando comienza a ser más débil. Y no van a parar.

Quizá ni Sheinbaum ni López Obrador pensaron que las cosas podrían ponerse tan delicadas. Sin embargo, la posibilidad de que una vez que el presidente deje su mandato, sea acusado de algún delito por parte de una corte federal como la de Nueva York, ha dejado de ser algo hipotético. Hoy es una realidad. Como dijo el propio López Obrador hace unos días y, con razón, “A partir de hoy se va a poner peor.” ¿No sería el momento de guardar distancia? ¿Quién le iba a decir a Juan Orlando Hernández, ex presidente de Honduras, que terminaría siendo extraditado a Estados Unidos, acusado de tráfico de cocaína? El poder y el dinero en exceso a menudo nublan la vista.

Credibilidad a toda costa

Si se diese el caso de que una vez que concluya el sexenio de López Obrador, los gringos pidieran su extradición para enjuiciarlo, primero tendría que estar de acuerdo el presidente mexicano en turno. Suponiendo que Sheinbaum fuera la ganadora de la elección del 2 de junio, la papa caliente le caería entre las manos. La mayoría morenista, incluido el propio López Obrador, supondrían que la nueva presidenta protegería a su exjefe a toda costa. Pero las broncas que le heredará López Obrador a Sheinbaum, o a quien quiera que quede en la Presidencia de México, serán tantas y tan complejas, que tal vez no haya más remedio que poner la cabeza del presidente en la guillotina. En efecto, López Obrador se está convirtiendo en un gran activo para aquella que quede en su lugar. Podría ser la moneda de cambio para comprar tiempo y fe por parte del pueblo.

Visto así, tarde o temprano, Sheinbaum tendría que deslindarse del presidente. No hacerlo la pondría en una situación de enorme vulnerabilidad, en un momento en el que las circunstancias exigirán más fortaleza que nunca. Y es que a partir de que el próximo gobierno reciba el poder, los muertos y desaparecidos; la corrupción y el huachicol; las hordas de migrantes y la delincuencia organizada… y todos las calamidades imaginables,

pasarán a ser sus problemas y, dejarán de serlo, para el gobierno que se fue. Así es la política. Hoy que inicia la campaña de lo que será la elección más grande en la historia de México, Claudia Sheinbaum tiene enormes posibilidades de llevarse la Silla Presidencial. Lo irónico es que su principal obstáculo no es Xóchitl Gálvez, su opositora política, sino López Obrador. Su propio maestro.

Lo que se veía venir está ocurriendo ya. La recta final del mandato de López Obrador se está convirtiendo en su propio infierno. Conforme su poder se acorta, las broncas crecen. Los gringos, esos que no perdonan ni olvidan, ya comenzaron a pasarle las facturas. La última fue el reportaje del New York Times, en el que se le vincula abiertamente con el narcotráfico. “Narco presidente” han comenzado a llamarlo. ¿Y su candidata, Claudia Sheinbaum? Bien haría en guardar distancia. Es el momento.

Los reportajes periodísticos que balconean a López Obrador como socio de los mañosos han caído igual que una bomba en Palacio Nacional. La agenda ya no pareciera marcarla el presidente, sino el Departamento de Estado gringo. Desde hace casi un mes, López Obrador tiene que salir todas las mañanas a defenderse de reportajes e investigaciones. Eso sin mencionar los trallazos que le llegan por otros lados, como las declaraciones de Carlos Navarrete, ex secretario nacional del PRD, quien menciona que en el pasado, todos aquellos que creían y apoyaban el proyecto obradorista, tuvieron que entrarle con su moche para el “líder”. Todavía el reportero que entrevistó a Navarrete, quiso bromear con que se necesitarían muchos sobres amarillos para meter el dinero de los moches. ¿Sobres? ¡No! -exclamó Navarrete como diciéndole al reportero no seas pend…-, para mover millones de pesos, se necesitan maletas.

Guardar distancia

¿Y Sheinbaum? Como si no viera las barbas de su vecino cortar, ella asegura que será la continuación del obradorismo. Ya por ahí la llamaron “narco candidata”. Cuanto más avance la campaña presidencial, que recién inicia, y conforme sigan saliendo y circulando videos y audios que comprometan aun más a López Obrador y a sus más cercanos, en algún momento, parte del bombazo le tocará a ella. Por su supervivencia política, Sheinbaum tendría que pintar su raya antes de que sea demasiado tarde. Tal vez sin estridencias, pero sí enviando el mensaje contundente de que ella posee un estilo e ideas propios. Tampoco le ayudan mucho algunos de sus “compañeros” de Morena, que ya se sabe que han sido investigados por la DEA y el FBI.

Varios de ellos ya se curaron en salud, por lo que mágicamente fueron incluidos en la lista de plurinominales que tendrán hueso, ya sea como senadores o como diputados de Morena en el Congreso. El hueso es lo de menos, lo que importa es el fuero que se

adquiere con dicho hueso. Ese fuero que los hace casi intocables en caso de que se pretenda investigarlos por algún delito cometido en México.

Lealtad a prueba

Claro que deslindarse del presidente no es cosa fácil, es como pretender borrar un pasado; el pasado de una carrera política que hoy tiene a Sheinbaum en el camino hacia la Grande. Suena a traición. Pero en la política mexicana no hay palabra de honor; lo que es hoy no necesariamente será mañana. Hasta ahora, Sheinbaum ha sido disciplinada, ha sabido guardar las formas; cada vez que la cuestionan, ha defendido el discurso de la “transformación”. Está claro por qué López Obrador la escogió para sucederlo. Porque, desde su perspectiva, ella es la única persona que no se atrevería a voltearle bandera. Eso en circunstancias, digamos, normales. Pero hoy que los gringos han sacado las garras a unos meses de que el sexenio termine, las cosas se han complicado tremendamente. Están metiendo presión cuando saben que el poder del presidente se desmorona. Cuando comienza a ser más débil. Y no van a parar.

Quizá ni Sheinbaum ni López Obrador pensaron que las cosas podrían ponerse tan delicadas. Sin embargo, la posibilidad de que una vez que el presidente deje su mandato, sea acusado de algún delito por parte de una corte federal como la de Nueva York, ha dejado de ser algo hipotético. Hoy es una realidad. Como dijo el propio López Obrador hace unos días y, con razón, “A partir de hoy se va a poner peor.” ¿No sería el momento de guardar distancia? ¿Quién le iba a decir a Juan Orlando Hernández, ex presidente de Honduras, que terminaría siendo extraditado a Estados Unidos, acusado de tráfico de cocaína? El poder y el dinero en exceso a menudo nublan la vista.

Credibilidad a toda costa

Si se diese el caso de que una vez que concluya el sexenio de López Obrador, los gringos pidieran su extradición para enjuiciarlo, primero tendría que estar de acuerdo el presidente mexicano en turno. Suponiendo que Sheinbaum fuera la ganadora de la elección del 2 de junio, la papa caliente le caería entre las manos. La mayoría morenista, incluido el propio López Obrador, supondrían que la nueva presidenta protegería a su exjefe a toda costa. Pero las broncas que le heredará López Obrador a Sheinbaum, o a quien quiera que quede en la Presidencia de México, serán tantas y tan complejas, que tal vez no haya más remedio que poner la cabeza del presidente en la guillotina. En efecto, López Obrador se está convirtiendo en un gran activo para aquella que quede en su lugar. Podría ser la moneda de cambio para comprar tiempo y fe por parte del pueblo.

Visto así, tarde o temprano, Sheinbaum tendría que deslindarse del presidente. No hacerlo la pondría en una situación de enorme vulnerabilidad, en un momento en el que las circunstancias exigirán más fortaleza que nunca. Y es que a partir de que el próximo gobierno reciba el poder, los muertos y desaparecidos; la corrupción y el huachicol; las hordas de migrantes y la delincuencia organizada… y todos las calamidades imaginables,

pasarán a ser sus problemas y, dejarán de serlo, para el gobierno que se fue. Así es la política. Hoy que inicia la campaña de lo que será la elección más grande en la historia de México, Claudia Sheinbaum tiene enormes posibilidades de llevarse la Silla Presidencial. Lo irónico es que su principal obstáculo no es Xóchitl Gálvez, su opositora política, sino López Obrador. Su propio maestro.