Culiacán, Sin.- La pandemia nos dejó una triste realidad: “se llevó a muchos amigos, compañeros de mil batalla”, lamenta don Florentino Zazueta Díaz, un adulto mayor que ha hecho de la Plazuela Obregón, su centro de esparcimiento.
Es de todo conocido que la Plazuela Obregón, desde muy temprano cobra vida, los ancianos llegan temprano, ya tienen sus bancas -ellos mismos se las han asignado, algunos llevan lonche, lo convidan, otros ya llegan desayunados-… la tertulia se prolonga por horas.
También los estudiantes que esperan el camión, el oficinista que llega a darle “bola” a sus zapatos las palomas que ronronean en espera de que gente de buen corazón las alimente en pleno centro de la ciudad, es el calidoscopio de todos los días.
Sin embargo, a causa del Covid-19 ese paisaje urbano, de repente se detuvo hace un año, los ancianos se guardaron, quien no pasaba por la plazuela y no dejaba soltar un suspiro al ver las bancas vacías, sólo el tráfago de la ciudad nos despertaba de este letargo, y al igual que los ancianos, moradores de este lugar, soñábamos con ver de nuevo esa estampa tan nuestra.
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UNA NUEVA REALIDAD
Tuvieron que pasar más de doce meses para que la “nueva” realidad nos volviera a permitir ver de nuevo la vida de la Plazuela Rosales, pero, como dice don Florentino, ya nada será igual, ahora el paisaje se pinta con matices grises por la falta de algunos personajes que le daban el toque agradable a este escenario citadino.
Y en verdad cómo puede ser igual, si nos falta don Panchito, ese ilustre anciano que siempre pasó desapercibido, pero que a veces la gente se detenía a escucharlo, cuando narraba historias, algunas sacadas de su imaginación y otras las recreaba con sus dotes de poeta, como la novia de Culiacán, que la daba a conocer en versos.
Don Panchito murió a causa de Covid-19, don Florentino lo recuerda con cariño, al igual que otros tres ancianos que murieron de esa terrible pandemia.
Las bancas que de manera cotidiana ofrecen la posibilidad de sentarse en ellas, para descansar, para esperar, para contemplar, para encontrarse con los otros, o para conversar, o simplemente para matar el aburrimiento, poco a poco se van ocupando.
En Culiacán era muy común ver a diario las tertulias de personas de la tercera edad que se pasaban horas y horas conversando, ahora, este ambiente va recobrando vida, pero, todavía, falta ese toque de magia que le daban los ancianos que llegaban ataviados con su sombrero fieltro, con su bastón ortopédico, pero no había que no dejaban de asistir a la tertulia.
“Para muchos este lugar es mágico, aquí todos nos sentimos y tratamos por igual, aunque algunos compañeros estuvieran más jodidos que otros”, narra don Florentino.
Relata que el encierro se dio de repente, por lo que no tuvieron tiempo de despedirse unos de otros.
“De pronto ya no vino José, otro día faltó Nicandro y así hasta que la familia de plano nos secuestró, porque eso fue, de repente no nos dejaron salir, yo no tuve tiempo de despedirme de mis amigos, y ahora sé que dos están muertos, al igual que uno de los señores que venía alimentar las palomas…eso duele mucho”, dice entre sollozos..
Ahora don Florentino quien asegura que ya tiene las dos vacunas como los otros ancianos, la única petición que hace, es que la gente se siga cuidando para que ellos sigan disfrutando de la libertad que les da estar entre amigos y en medio de la gente, que a decir, de él, le trasmiten vida.
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