Culiacán, Sin. - A principios de los años 80 la primera generación de mujeres a bordo de ambulancias estaba criando experiencia y marcando un precedente para el futuro de la institución, Micaela formaba parte de esas pioneras de la inclusión e igualdad.
El modelo proteccionista seguía imperando en Cruz Roja y los servicios más "peligrosos" se reservaban a los hombres, los más recios y curtidos de experiencia. Las mujeres, igual de capaces y valientes, aceptaban esa regla como normalidad, pero una que otra vez se adelantaban y acudían a servicios de alto impacto.
Micaela estaba esperando en su guardia de sábado por la mañana; tranquila y sin sobresaltos. El llamado avisó de un accidente en las vías del tren, al norte de la ciudad.
La veterana socorrista lucha contra la memoria y los recuerdos para ubicar geográficamente el sitio de su servicio. Pero más que por lo remoto del hecho, es el bloqueo mental que ocasionó ver aquel escenario de sangre y carne.
AQUEL VIERNES
A esa hora, no hay muchos socorristas disponibles, la guardia anterior, del viernes, va de salida: exhausta y fundida por tanto trabajo. Así que Micaela sale con un solo compañero rumbo a dicho llamado.
El paisaje de vías ferroviarias en Culiacán es extenso y monótono, cualquier lugar puede ser el mismo, si no te fijas puedes terminar donde empezaste. Un ecosistema industrial en extinción que se rehúsa a desaparecer.
Micaela llegó junto a su compañero al lugar, un grupo de gente desperdigada susurraba cosas y otra gimoteaba. La camioneta; hecha pedazos y esparcida por la periferia de la vía. Un cadáver sentado en el asiento del piloto reposaba casi intacto, no había mucho que hacer por él.
Según dijeron los testigos que eran dos pasajeros de la pickup, también decían que el choque había sido metros atrás, pero el tren la arrastró con indiferencia y esparció fierros y muerte para todos lados.
Micaela sintió la necesidad de buscar al otro sujeto, quizás vivo e inconsciente en algún barranco o arbusto. Tomo su maletín y organizo a los curiosos a realizar la búsqueda por cada lado de la vía.
Minutos que parecieron días buscando entre el arrabal, bajo la calurosa y húmeda mañana. Micaela sentía que era su deber encontrarlo vivo, no quería regresar a la estación con dos muertos en su reporte. Los sollozos de familiares buscando al lado contrario la apuraban a encontrarlo ya.
Con el sudor surcando su rostro y las piernas llenas de maleza y guachapores dio con un tétrico hallazgo; en un cero de malla ciclónica encontró un pedazo de carne incrustada, goteando sangre y asediada por las moscas.
Metros después: un brazo, una pierna y una ropa rasgada que coincidía con la descripción de la familia del segundo sujeto. Un agujero en estómago de Micaela al ver los restos de ese inocente muchacho que iba con su compañero a comprar insumos a la ciudad, que por querer ganarle al tren acabó su vida colgado de un cerco, en partes, destrozado.
La familia y demás curiosos quedaron atónitos ante la imagen, triste y desgarradora. Llantos al fondo que hacían coro con los pajarillos cantando, como si supieran que el dolor estaba en el aire.
La socorrista aprendió una valiosa lección para hombres y mujeres de Cruz Roja; la impotencia de la muerte ganándole terreno al servicio.
Micaela regresó al presente, casi cuarenta años después sentada frente a la grabadora y la cámara, sus ojos vidriosos de tanto recordar concluyen que la humanidad y sensibilidad nunca dejan el cuerpo de los más experimentados paramédicos.
VETERANA
Han pasado más de 3 décadas que Micaela formó parte de la benemérita institución, y actualmente es una leyenda.
AVANCE DE LA MUJER
En Cruz Roja por muchos años hubo resistencia para que las mujeres formaran parte del equipo de paramédicos… hasta que se rompió la barrera.
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