/ jueves 11 de marzo de 2021

Tragedia, protesta y la metáfora de Medea en México

La mitológica Medea comparte con Calipso y Circe, entre otras del panteón mitológico, su condición de mujer autónoma e independiente. Protagonizó muchos peligros y aventuras con los argonautas y tuvo en Jasón un esposo que la traicionó y ella no dudó en tomar venganza por ello. Admirada por su fuerza, dotes mágicas, valentía, arrojo e inteligencia, por las mismas razones es temida, cuando le tocó defenderse o tomar revancha por los agravios.

Eurípides, en su Tragedia hace decir a Medea: “Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito, y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir. Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. Necios. Preferiría tres veces estar a pie firme con el escudo que enfrentarme al parto una sola vez”.

Y sí, los peligros los viven a diario y desde hace mucho tiempo, las Medeas en nuestro país. Los resultados del Grupo Interinstitucional de Estrategia contra Violencias (GIEV), la CONAVIM (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres) informó que en todo 2020 se registraron en el país 940 feminicidios, “solo” dos menos que en 2019 (942). En México, la mayoría de las mujeres víctimas de homicidio o feminicidio son jóvenes de entre 20 y 24 años, según el informe “Violencia Feminicida en México, aproximaciones y tendencias”, presentado por el Instituto Nacional de la Mujer y ONU Mujeres México. De acuerdo con el estudio, entre 1990 y 2019, se han registrado un total de 56 mil defunciones femeninas con presunción de homicidio. En México la impunidad en feminicidios es de 97%. Por cada violentada y masacrada, imaginemos la multiplicación del dolor de familiares y cercanos y el agravio colectivo que no tiene consuelo ni revancha, porque el perpetrador es en muchos casos invisible (impune) en el grado que la justicia no lo expone para ajustar cuentas o inhibir su maldad. Desde la máxima tribuna del poder, se defiende, impone y normaliza la convivencia absolutoria con quienes desatan ese horror.

Ocupamos el deshonroso primer lugar de América Latina en participación laboral de la mujer. Sólo 44% de las mujeres tienen acceso al mercado formal. Las que logran trabajar, ganan 20% menos que los hombres. Con datos del Banco Mundial, en México, sólo el 45% de las mujeres en edad de trabajar son parte de la fuerza laboral, lo cual tiene un alto costo para las familias y el país.

Palacio Nacional se amuralla, como lo hacían las satrapías del imperio Persa para hacer sentir la condición de vasallos a quienes están fuera de ella, descalificando la protesta, sin escuchar, sin reconocer la legitimidad del reclamo, la dignidad de las que se manifiestan.

Las Medeas mexicanas no se arredraron. En el siglo XVIII, el escocés David Hume, en su Investigación sobre los principios de la moral, alude que “en la tragedia, el confidente de Medea recomienda cautela y sumisión; y enumerando todos los sufrimientos de tan desafortunada heroína, le pregunta qué es lo que ella tiene para darle soporte frente a numerosos e implacables enemigos. Me tengo a mí misma, replica ella; digo que me tengo a mí misma, y con eso basta”.

A propósito del rechazo y la indecencia de quien está obligado a atender y escuchar los reclamos, el mismo Hume nos dice que “nunca excusamos una falta de espíritu y de dignidad de carácter, o la falta de un justo sentido de lo que a uno se le debe en sociedad y en el trato ordinario de la vida. Este vicio constituye lo que con propiedad llamamos bajeza, y tiene lugar cuando un hombre es capaz de someterse a la esclavitud más deleznable, a fin de obtener sus fines; de adular a quienes abusan de él, y de degradarse tratando con familiaridad excesiva a inferiores que no lo merecen”.

Ya en el Siglo de Oro, Quevedo advertía:

Si te derriba quien a ti se arrima,

su fábrica en tus ruinas adelanta,

y en cuanto te aconseja, te lastima...”.

La mitológica Medea comparte con Calipso y Circe, entre otras del panteón mitológico, su condición de mujer autónoma e independiente. Protagonizó muchos peligros y aventuras con los argonautas y tuvo en Jasón un esposo que la traicionó y ella no dudó en tomar venganza por ello. Admirada por su fuerza, dotes mágicas, valentía, arrojo e inteligencia, por las mismas razones es temida, cuando le tocó defenderse o tomar revancha por los agravios.

Eurípides, en su Tragedia hace decir a Medea: “Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito, y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir. Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. Necios. Preferiría tres veces estar a pie firme con el escudo que enfrentarme al parto una sola vez”.

Y sí, los peligros los viven a diario y desde hace mucho tiempo, las Medeas en nuestro país. Los resultados del Grupo Interinstitucional de Estrategia contra Violencias (GIEV), la CONAVIM (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres) informó que en todo 2020 se registraron en el país 940 feminicidios, “solo” dos menos que en 2019 (942). En México, la mayoría de las mujeres víctimas de homicidio o feminicidio son jóvenes de entre 20 y 24 años, según el informe “Violencia Feminicida en México, aproximaciones y tendencias”, presentado por el Instituto Nacional de la Mujer y ONU Mujeres México. De acuerdo con el estudio, entre 1990 y 2019, se han registrado un total de 56 mil defunciones femeninas con presunción de homicidio. En México la impunidad en feminicidios es de 97%. Por cada violentada y masacrada, imaginemos la multiplicación del dolor de familiares y cercanos y el agravio colectivo que no tiene consuelo ni revancha, porque el perpetrador es en muchos casos invisible (impune) en el grado que la justicia no lo expone para ajustar cuentas o inhibir su maldad. Desde la máxima tribuna del poder, se defiende, impone y normaliza la convivencia absolutoria con quienes desatan ese horror.

Ocupamos el deshonroso primer lugar de América Latina en participación laboral de la mujer. Sólo 44% de las mujeres tienen acceso al mercado formal. Las que logran trabajar, ganan 20% menos que los hombres. Con datos del Banco Mundial, en México, sólo el 45% de las mujeres en edad de trabajar son parte de la fuerza laboral, lo cual tiene un alto costo para las familias y el país.

Palacio Nacional se amuralla, como lo hacían las satrapías del imperio Persa para hacer sentir la condición de vasallos a quienes están fuera de ella, descalificando la protesta, sin escuchar, sin reconocer la legitimidad del reclamo, la dignidad de las que se manifiestan.

Las Medeas mexicanas no se arredraron. En el siglo XVIII, el escocés David Hume, en su Investigación sobre los principios de la moral, alude que “en la tragedia, el confidente de Medea recomienda cautela y sumisión; y enumerando todos los sufrimientos de tan desafortunada heroína, le pregunta qué es lo que ella tiene para darle soporte frente a numerosos e implacables enemigos. Me tengo a mí misma, replica ella; digo que me tengo a mí misma, y con eso basta”.

A propósito del rechazo y la indecencia de quien está obligado a atender y escuchar los reclamos, el mismo Hume nos dice que “nunca excusamos una falta de espíritu y de dignidad de carácter, o la falta de un justo sentido de lo que a uno se le debe en sociedad y en el trato ordinario de la vida. Este vicio constituye lo que con propiedad llamamos bajeza, y tiene lugar cuando un hombre es capaz de someterse a la esclavitud más deleznable, a fin de obtener sus fines; de adular a quienes abusan de él, y de degradarse tratando con familiaridad excesiva a inferiores que no lo merecen”.

Ya en el Siglo de Oro, Quevedo advertía:

Si te derriba quien a ti se arrima,

su fábrica en tus ruinas adelanta,

y en cuanto te aconseja, te lastima...”.