/ lunes 4 de noviembre de 2019

AMLO…La dolorosa duda


Los violentos acontecimientos ocurridos en Culiacán el pasado jueves 17 de octubre se mueven al vaivén de lo que se dice y lo que se cree.

Porque es evidente que ninguna autoridad pareciera saber, o por lo menos si lo saben, querer describir el fondo de la verdad.

La frase de Sócrates, el filósofo griego cobra vida y sería muy aplicable en el tema del llamado “jueves negro”…. “Yo solo sé que no se nada”.

Porque la verdad sea dicha. Nuestras autoridades, incluyendo al propio Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, pareciera no estar lo bien informado que debiera en su calidad de jefe de Estado, máxime en lo referente a los temas de interés público.

Pero si López Obrador, sí está, como debe estarlo, enterado de todos los asuntos de interés nacional, con sus erráticas declaraciones nos estaría sugiriendo que busca orientar la realidad hacia otras coyunturas oficiales con el propósito de salvaguardar primero su propia imagen pública y después la de funcionarios cuates y consentidos de su gabinete.

Si así fuera, entonces estaríamos ante un escenario igualmente delicado y mayormente complicado.

Aquí lo grave del asunto, es que ningún ciudadano se siente debidamente informado de lo que en realidad ocurrió ese trágico día en la capital Sinaloense.

Y como no estar desorientados, si cada día salta a la luz pública una versión nueva y diferente a lo que se había informado el día anterior, e incluso en algunos casos, con lapsos de algunas horas de diferencia.

Así entendido, se hace evidente que ante el vacío de una explicación seria y real, la especulación hizo suyo el terreno de la información, dejando a criterio de cada persona, la opción de adoptar su propia y única verdad.

Y es que la realidad dolorosa y cruda, nos deja en claro que la búsqueda y el reclamo social por conocer la verdad de las cosas, han sido aplastados por la duda, en cuyo caso estaríamos hablando de la desconfianza en la palabra de nuestros gobernantes…Y ello, es muy grave.

Los ejemplos son claros y contundentes y nos las ofrecen las declaraciones mal sustentadas que las autoridades competentes desde el inicio de los hechos han vertido.

Declaraciones vertiginosas que nos hablan de la desesperación y necesidad apremiantes que desde las esferas de gobierno se percibió desde el mismo 17 de octubre.

Trataron las autoridades de atar los cabos sueltos y difundir su versión oficial en aras de deslindarse de la responsabilidad del fallido operativo policiaco, conocido ya por todo el mundo como “operación Ovidio”, llevándose entre las patas (frase coloquial) a la mismísima figura presidencial.

Lo malo de las cosas, es que, al paso de los días, y precisamente por la premura de ir aclarando las pifias cometidas, se enredaron más en la maraña de la trama, ocasionando una mayor incredulidad social, al grado de que muchas de las pretendidas enmiendas oficiales cada vez las cree un menor número de ciudadanos.

Grave y delicado debe ser entonces para el gobierno de la República, entender que para la ciudadanía, no todo lo que los gobernantes le están informando es asumido como verdad absoluta, aunque, hay que decirlo, tampoco la toman como mentira total…Pero ello, en resumidas cuentas se podría definir como una duda… Una duda social que duele…Y duele mucho.


Los violentos acontecimientos ocurridos en Culiacán el pasado jueves 17 de octubre se mueven al vaivén de lo que se dice y lo que se cree.

Porque es evidente que ninguna autoridad pareciera saber, o por lo menos si lo saben, querer describir el fondo de la verdad.

La frase de Sócrates, el filósofo griego cobra vida y sería muy aplicable en el tema del llamado “jueves negro”…. “Yo solo sé que no se nada”.

Porque la verdad sea dicha. Nuestras autoridades, incluyendo al propio Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, pareciera no estar lo bien informado que debiera en su calidad de jefe de Estado, máxime en lo referente a los temas de interés público.

Pero si López Obrador, sí está, como debe estarlo, enterado de todos los asuntos de interés nacional, con sus erráticas declaraciones nos estaría sugiriendo que busca orientar la realidad hacia otras coyunturas oficiales con el propósito de salvaguardar primero su propia imagen pública y después la de funcionarios cuates y consentidos de su gabinete.

Si así fuera, entonces estaríamos ante un escenario igualmente delicado y mayormente complicado.

Aquí lo grave del asunto, es que ningún ciudadano se siente debidamente informado de lo que en realidad ocurrió ese trágico día en la capital Sinaloense.

Y como no estar desorientados, si cada día salta a la luz pública una versión nueva y diferente a lo que se había informado el día anterior, e incluso en algunos casos, con lapsos de algunas horas de diferencia.

Así entendido, se hace evidente que ante el vacío de una explicación seria y real, la especulación hizo suyo el terreno de la información, dejando a criterio de cada persona, la opción de adoptar su propia y única verdad.

Y es que la realidad dolorosa y cruda, nos deja en claro que la búsqueda y el reclamo social por conocer la verdad de las cosas, han sido aplastados por la duda, en cuyo caso estaríamos hablando de la desconfianza en la palabra de nuestros gobernantes…Y ello, es muy grave.

Los ejemplos son claros y contundentes y nos las ofrecen las declaraciones mal sustentadas que las autoridades competentes desde el inicio de los hechos han vertido.

Declaraciones vertiginosas que nos hablan de la desesperación y necesidad apremiantes que desde las esferas de gobierno se percibió desde el mismo 17 de octubre.

Trataron las autoridades de atar los cabos sueltos y difundir su versión oficial en aras de deslindarse de la responsabilidad del fallido operativo policiaco, conocido ya por todo el mundo como “operación Ovidio”, llevándose entre las patas (frase coloquial) a la mismísima figura presidencial.

Lo malo de las cosas, es que, al paso de los días, y precisamente por la premura de ir aclarando las pifias cometidas, se enredaron más en la maraña de la trama, ocasionando una mayor incredulidad social, al grado de que muchas de las pretendidas enmiendas oficiales cada vez las cree un menor número de ciudadanos.

Grave y delicado debe ser entonces para el gobierno de la República, entender que para la ciudadanía, no todo lo que los gobernantes le están informando es asumido como verdad absoluta, aunque, hay que decirlo, tampoco la toman como mentira total…Pero ello, en resumidas cuentas se podría definir como una duda… Una duda social que duele…Y duele mucho.