/ martes 11 de octubre de 2022

Los tristes hábitos de lectura en México: algunas cifras y verdades

Si yo les planteara a ustedes –que leen esta columna– la pregunta siguiente: “En su opinión, ¿cree usted que México es un país de lectores?”, probablemente la casi totalidad de personas me respondería contundentemente que no.En efecto, no lo es y así lo demuestran los datos de la encuesta del INEGI denominada Molec (Módulo sobre lectura 2022).

Si se considera únicamente a la población alfabetizada de 18 años y más lectora de libros, en promedio se leen 3.9 libros al año. Casi 4 libros no estaría quizás tan mal anualmente. Sin embargo, la cifra no ofrece la fotografía completa, pues solo se está considerando un segmento reducido de la población (alfabeta de 18 años y más que se expresó como lectora de libros).

El sitio Lectupedia ha calculado el promedio anual de libros leídos por habitante en diversos países (a partir de cifras de instituciones similares al INEGI). De acuerdo con sus cálculos de2022, en México –considerando toda la población, incluso los no lectores– se leen anualmente 1.7 libros por habitante. Por su parte, Chile lee 5.3 libros, España 9.9 libros, Corea del Sur 11 libros, Estados Unidos 12 libros, Canadá y Francia 17 libros.

Un aspecto interesante del Molec del INEGI es que en su encuesta no solo se considera la lectura de libros, sino también otros materiales. Ahora, las personasleemos ante todo contenidos digitales. El INEGI estima que el 71.8% de los encuestados lee algún tipo de material (páginas de internet, artículos en sitios digitales, foros, blogs, libros, periódicos, etc.).No obstante, la lectura viene a la baja: en 2016 era 80.8% y año tras año ha descendido progresivamente hasta alcanzar, en 2022, la cifra ya señalada.

Solo el 30% de las personas comprenden en general lo que leen. También llama la atención que el 55% de las personas no consulta el internet, enciclopedias ni diccionarios para buscar más información sobre lo que lee. Es muy revelador de nuestro sistema educativo que ante la incomprensión de un concepto no investiguemos al respecto, pues la educación no solo es aprender “cosas”, es también “aprender a aprender” por nuestra cuenta. Y al parecer el sistema educativo mexicano no lo está logrando.

Es importante destacar, aunque resulte obvio, que a mayor nivel educativo, la cifra de ciudadanos lectoreses mayor(el 88.4% de las personas con grado universitario son lectoras). Entre los encuestados lectores de libros, cerca del 40% lee literatura (seguido de los libros universitarios y de autoayuda). Por género, la lectura de revistas, historietas y páginas de internet son casi iguales entre hombres y mujeres. En el caso de los periódicos, los hombres (44.1%) leen más ese tipo de medio que las mujeres (23.5%). Pero las mujeres (65.9%) leen más libros que los hombres.

Soy consciente de que las personas leen mayormente a través de plataformas digitales. Desde chismes y divertidos posts en redes sociales hasta noticias y valiosos sitios de entretenimiento y de aprendizajeprofesional. Pero creo que el libro sigue teniendo un valor especial. Leer un libro–en papel o digital– supone un ejercicio y un reto, encarna un símbolo y un hábito.

Hay –me parece– razones prácticas y, por otro lado, razones de fondo por las cuales es importante leer libros. En cuanto a las primeras, la lectura supone una gimnasia intelectual que mantiene entrenado nuestro cerebro. Por cuestión de espacio, no citaré estudios, pero usted coincidirá –estimado lector– que hay quienes no pueden relatar a alguien más una historia o una anécdota; quienes deben leer tres o cuatro veces un texto para comprenderlo; quienes despliegan ideasque,en ocasiones, no tiene ni pies ni cabeza. Pues bien, para todo ello, la lectura es un excelente remedio. Leer un cuento o una novela supone, con sus saltos y giros, comprender una historia y reconstruir la trama linealmente en nuestra cabeza (cosa equiparable y útil para un reporte o un análisis de una serie de hechos en nuestro trabajo).El hábito de la lectura, colocarse frente a un texto e intentar comprenderlo, es decir, a través de la práctica, mejora por sí misma la comprensión de textos;aumenta la destreza mental y se desarrolla el vocabulario y la ortografía.

Trabajo con jóvenes universitarios y no hay modo que ellos se desempeñen en su futuro ámbito profesional sin que lean cientos de miles de páginas de sentencias, demandas, leyes y jurisprudencias. Me atrevo a decir que un abogado que no tenga el hábito de leer ni domine la escritura, por muy pedante y elevada que sea la imagen que tenga de sí mismo, en realidad es un engaño. “Quien no tenga sólidos hábitos de lectura”, dice Miguel Carbonell,“no puede ser un buen abogado. No hay forma de que lo sea”.

Las universidades de calidad, como lo he dicho en ocasiones anteriores en este espacio, se caracterizan por asignar lecturas a los alumnos, debatirlas en clase y elaborar ensayos como trabajos finales. Se enseña, por lo tanto, a mejorar tres cosas: la comprensión de textos, el debate público y la redacción. En suma, las universidades de calidad forman lectores –y, en ellas, los buenos profesores no son sino una invitación a la lectura–.

En cuanto a las razones de “fondo”, me parece que la lectura es importante porque mejora la vida y expande la experiencia humana. En clase,a través de los años he leído con mis estudiantestextos literarios al margen de mis cursos, y aunque no siempre, en ocasiones excepcionales algún texto termina por encender su interés y les revela algo sobre la vida. Para algunos ha sido Cervantes, para otros ha sido Borges, Maupassant, Calvino, Saramago o Voltaire. Y es que eso es la literatura yel arte en general: es revelación y es conocimiento.

Como les digo a mis estudiantes, los seres humanos somos seres que nos tocó el privilegio de existir. A diferencia de la roca o la flor, que nunca sabrán que existen, nosotros somos conscientes de nuestra propia existencia. Los seres humanos reflexionamos y conocemos el mundo. La ciencia, la filosofía, pero también el arte, constituyen formas de conocer la vida y el mundo. Milan Kundera diceque el propósito de la literatura es captar el mundo; descubrir lo que solamente la literatura puede descubrir es su razón de ser; la novelaque no descubre una parte desconocida de la vida, no es una verdadera novela, afirma Kundera.

Hay autores que me han hecho descubrir sutilezas. Que me han dejado pensando durante días y semanas, o que han forjado una disposición, una sensibilidad distinta en mí.Jorge Luis Borges me ha hecho pensar en el cosmos, el infinito y los universos paralelos. Marcel Proust me ha hecho ver la vida como una sustancia –hecha de recuerdos, olvido y nostalgia– que se escurre y tristemente se esfuma. Octavio Paz me ha hecho pensar en el amor y la sexualidad como una forma más de descubrir el mundo a través de las sensaciones. Pensarlo, y no solo vivirlo, es como vivirlo dos veces. Dostoievski y Flaubert me han permitido asomarme a las complejidades de la psique humana. Chéjov me ha dejado inmóvil ante la tristeza de la vida.

Tantas otras cosas podría decir de otros escritores. Los libros, pues, me han pensar delicadezas que tenía frente a mis narices y, sin embargo, yo no había sido capaz de ver. De esa forma, la vida me parece ahora más ancha, más amplia. Sin los libros y sin esos “pequeños” conocimientos y descubrimientos, mi vida sería, por lo tanto, más estrecha. Bajo esta concepción contemplativa de la vida, cabe decir que, si los seres humanos somos seres dotados de consciencia capaces de reflexionar, la mayor de las lástimas sería dejarla escapar no deteniéndonos a conocer y pensar la vida misma. En ese sentido, Sócrates dijo dos cosas muy acertadas. La primera: la mayor virtud de la vida es el conocimiento. La segunda: una vida sin reflexión es una vida que no merece la pena ser vivida.

De acuerdo con los datos del Molec 2022 del INEGI, los entrevistados señalaron que el motivo más importante para no leer es la falta de tiempo. Es verdad que las condicionantes sociales a las que están sometidas tantas personas convierten a la lectura en un lujo. Pero, más allá de esos casos, hay que reconocer también que existen países similares al nuestro, o bien, países con ritmos de vida más acelerado, que leen más que nosotros. Quizás, muchas veces, por nuestro estilo de vida, lo más difícil sea dejar el celular. Quizás lo más difícil sea comenzar a leer si no tenemos el hábito de la lectura. El escenario ideal es, obviamente, tener padres y profesores lectores y amigos y primos que hablen de libros. Pero no siempre es así.¿Cómo romper, pues, la barrera de la no lectura?

Por decepcionante que sea mi respuesta, se adquiere el hábito, así, leyendo. Incluso a veces no entendiendo todo, avanzando poco a poco y, sobre todo, sin desistir.Yo, por ejemplo, fui un lector tardío. A veces hojeo libros que leí en mi juventud y veo el listado de palabras anotadas que no entendí entonces y, ahora, me parecen sencillas. Una cosa más que me ha dado la lectura es, cuando menos, un poco de rigor intelectual que definitivamente antes no tenía. Si no leemos por las razones de “fondo” que he argüido, leamos en su defecto por las razones prácticas.

Si logramos convertirnos en lectores, entonces para nuestros hijos o hermanitos, será normal el mundo de los libros. No pido traer siempre un libro bajo el brazo, pero que al menos sí haya –ojalá–un libro presente en nosotros durante el año, cada año, y el año siguiente y el siguiente. Que sea de fantasía, de finanzas, una historieta o un clásico de la literatura, de lo que sea, pero que sea algo. Si un libro nos aburre, como dijo Borges, hay que dejarlo. Y elegir otro.

Si yo les planteara a ustedes –que leen esta columna– la pregunta siguiente: “En su opinión, ¿cree usted que México es un país de lectores?”, probablemente la casi totalidad de personas me respondería contundentemente que no.En efecto, no lo es y así lo demuestran los datos de la encuesta del INEGI denominada Molec (Módulo sobre lectura 2022).

Si se considera únicamente a la población alfabetizada de 18 años y más lectora de libros, en promedio se leen 3.9 libros al año. Casi 4 libros no estaría quizás tan mal anualmente. Sin embargo, la cifra no ofrece la fotografía completa, pues solo se está considerando un segmento reducido de la población (alfabeta de 18 años y más que se expresó como lectora de libros).

El sitio Lectupedia ha calculado el promedio anual de libros leídos por habitante en diversos países (a partir de cifras de instituciones similares al INEGI). De acuerdo con sus cálculos de2022, en México –considerando toda la población, incluso los no lectores– se leen anualmente 1.7 libros por habitante. Por su parte, Chile lee 5.3 libros, España 9.9 libros, Corea del Sur 11 libros, Estados Unidos 12 libros, Canadá y Francia 17 libros.

Un aspecto interesante del Molec del INEGI es que en su encuesta no solo se considera la lectura de libros, sino también otros materiales. Ahora, las personasleemos ante todo contenidos digitales. El INEGI estima que el 71.8% de los encuestados lee algún tipo de material (páginas de internet, artículos en sitios digitales, foros, blogs, libros, periódicos, etc.).No obstante, la lectura viene a la baja: en 2016 era 80.8% y año tras año ha descendido progresivamente hasta alcanzar, en 2022, la cifra ya señalada.

Solo el 30% de las personas comprenden en general lo que leen. También llama la atención que el 55% de las personas no consulta el internet, enciclopedias ni diccionarios para buscar más información sobre lo que lee. Es muy revelador de nuestro sistema educativo que ante la incomprensión de un concepto no investiguemos al respecto, pues la educación no solo es aprender “cosas”, es también “aprender a aprender” por nuestra cuenta. Y al parecer el sistema educativo mexicano no lo está logrando.

Es importante destacar, aunque resulte obvio, que a mayor nivel educativo, la cifra de ciudadanos lectoreses mayor(el 88.4% de las personas con grado universitario son lectoras). Entre los encuestados lectores de libros, cerca del 40% lee literatura (seguido de los libros universitarios y de autoayuda). Por género, la lectura de revistas, historietas y páginas de internet son casi iguales entre hombres y mujeres. En el caso de los periódicos, los hombres (44.1%) leen más ese tipo de medio que las mujeres (23.5%). Pero las mujeres (65.9%) leen más libros que los hombres.

Soy consciente de que las personas leen mayormente a través de plataformas digitales. Desde chismes y divertidos posts en redes sociales hasta noticias y valiosos sitios de entretenimiento y de aprendizajeprofesional. Pero creo que el libro sigue teniendo un valor especial. Leer un libro–en papel o digital– supone un ejercicio y un reto, encarna un símbolo y un hábito.

Hay –me parece– razones prácticas y, por otro lado, razones de fondo por las cuales es importante leer libros. En cuanto a las primeras, la lectura supone una gimnasia intelectual que mantiene entrenado nuestro cerebro. Por cuestión de espacio, no citaré estudios, pero usted coincidirá –estimado lector– que hay quienes no pueden relatar a alguien más una historia o una anécdota; quienes deben leer tres o cuatro veces un texto para comprenderlo; quienes despliegan ideasque,en ocasiones, no tiene ni pies ni cabeza. Pues bien, para todo ello, la lectura es un excelente remedio. Leer un cuento o una novela supone, con sus saltos y giros, comprender una historia y reconstruir la trama linealmente en nuestra cabeza (cosa equiparable y útil para un reporte o un análisis de una serie de hechos en nuestro trabajo).El hábito de la lectura, colocarse frente a un texto e intentar comprenderlo, es decir, a través de la práctica, mejora por sí misma la comprensión de textos;aumenta la destreza mental y se desarrolla el vocabulario y la ortografía.

Trabajo con jóvenes universitarios y no hay modo que ellos se desempeñen en su futuro ámbito profesional sin que lean cientos de miles de páginas de sentencias, demandas, leyes y jurisprudencias. Me atrevo a decir que un abogado que no tenga el hábito de leer ni domine la escritura, por muy pedante y elevada que sea la imagen que tenga de sí mismo, en realidad es un engaño. “Quien no tenga sólidos hábitos de lectura”, dice Miguel Carbonell,“no puede ser un buen abogado. No hay forma de que lo sea”.

Las universidades de calidad, como lo he dicho en ocasiones anteriores en este espacio, se caracterizan por asignar lecturas a los alumnos, debatirlas en clase y elaborar ensayos como trabajos finales. Se enseña, por lo tanto, a mejorar tres cosas: la comprensión de textos, el debate público y la redacción. En suma, las universidades de calidad forman lectores –y, en ellas, los buenos profesores no son sino una invitación a la lectura–.

En cuanto a las razones de “fondo”, me parece que la lectura es importante porque mejora la vida y expande la experiencia humana. En clase,a través de los años he leído con mis estudiantestextos literarios al margen de mis cursos, y aunque no siempre, en ocasiones excepcionales algún texto termina por encender su interés y les revela algo sobre la vida. Para algunos ha sido Cervantes, para otros ha sido Borges, Maupassant, Calvino, Saramago o Voltaire. Y es que eso es la literatura yel arte en general: es revelación y es conocimiento.

Como les digo a mis estudiantes, los seres humanos somos seres que nos tocó el privilegio de existir. A diferencia de la roca o la flor, que nunca sabrán que existen, nosotros somos conscientes de nuestra propia existencia. Los seres humanos reflexionamos y conocemos el mundo. La ciencia, la filosofía, pero también el arte, constituyen formas de conocer la vida y el mundo. Milan Kundera diceque el propósito de la literatura es captar el mundo; descubrir lo que solamente la literatura puede descubrir es su razón de ser; la novelaque no descubre una parte desconocida de la vida, no es una verdadera novela, afirma Kundera.

Hay autores que me han hecho descubrir sutilezas. Que me han dejado pensando durante días y semanas, o que han forjado una disposición, una sensibilidad distinta en mí.Jorge Luis Borges me ha hecho pensar en el cosmos, el infinito y los universos paralelos. Marcel Proust me ha hecho ver la vida como una sustancia –hecha de recuerdos, olvido y nostalgia– que se escurre y tristemente se esfuma. Octavio Paz me ha hecho pensar en el amor y la sexualidad como una forma más de descubrir el mundo a través de las sensaciones. Pensarlo, y no solo vivirlo, es como vivirlo dos veces. Dostoievski y Flaubert me han permitido asomarme a las complejidades de la psique humana. Chéjov me ha dejado inmóvil ante la tristeza de la vida.

Tantas otras cosas podría decir de otros escritores. Los libros, pues, me han pensar delicadezas que tenía frente a mis narices y, sin embargo, yo no había sido capaz de ver. De esa forma, la vida me parece ahora más ancha, más amplia. Sin los libros y sin esos “pequeños” conocimientos y descubrimientos, mi vida sería, por lo tanto, más estrecha. Bajo esta concepción contemplativa de la vida, cabe decir que, si los seres humanos somos seres dotados de consciencia capaces de reflexionar, la mayor de las lástimas sería dejarla escapar no deteniéndonos a conocer y pensar la vida misma. En ese sentido, Sócrates dijo dos cosas muy acertadas. La primera: la mayor virtud de la vida es el conocimiento. La segunda: una vida sin reflexión es una vida que no merece la pena ser vivida.

De acuerdo con los datos del Molec 2022 del INEGI, los entrevistados señalaron que el motivo más importante para no leer es la falta de tiempo. Es verdad que las condicionantes sociales a las que están sometidas tantas personas convierten a la lectura en un lujo. Pero, más allá de esos casos, hay que reconocer también que existen países similares al nuestro, o bien, países con ritmos de vida más acelerado, que leen más que nosotros. Quizás, muchas veces, por nuestro estilo de vida, lo más difícil sea dejar el celular. Quizás lo más difícil sea comenzar a leer si no tenemos el hábito de la lectura. El escenario ideal es, obviamente, tener padres y profesores lectores y amigos y primos que hablen de libros. Pero no siempre es así.¿Cómo romper, pues, la barrera de la no lectura?

Por decepcionante que sea mi respuesta, se adquiere el hábito, así, leyendo. Incluso a veces no entendiendo todo, avanzando poco a poco y, sobre todo, sin desistir.Yo, por ejemplo, fui un lector tardío. A veces hojeo libros que leí en mi juventud y veo el listado de palabras anotadas que no entendí entonces y, ahora, me parecen sencillas. Una cosa más que me ha dado la lectura es, cuando menos, un poco de rigor intelectual que definitivamente antes no tenía. Si no leemos por las razones de “fondo” que he argüido, leamos en su defecto por las razones prácticas.

Si logramos convertirnos en lectores, entonces para nuestros hijos o hermanitos, será normal el mundo de los libros. No pido traer siempre un libro bajo el brazo, pero que al menos sí haya –ojalá–un libro presente en nosotros durante el año, cada año, y el año siguiente y el siguiente. Que sea de fantasía, de finanzas, una historieta o un clásico de la literatura, de lo que sea, pero que sea algo. Si un libro nos aburre, como dijo Borges, hay que dejarlo. Y elegir otro.