/ jueves 1 de septiembre de 2022

Actuación, drama, farsa y demagogia

Platón en Gorgias, señala que el sofista es un imitador del sabio (mimetéstoû sophoû), una imagen engañosa que suplanta a su modelo a los ojos de los ignorantes. Aristóteles la veía como la “forma corrupta o degenerada de la democracia”, ya que el demagogo utiliza el discurso para engañar a su auditorio con respecto al bien. En nuestro país, se gobierna a través de la propaganda, la manipulación, la demagogia y sin escrúpulo alguno por difundir las mentiras más palmarias. No hay límite ni contención. No hay reparos en que la actuación del gobernante considere principios éticos, mucho menos que se sujete a la civilidad de un Estado de Derecho. “No me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, es el remate del drama fársico cuyo mecenas despacha en la presidencia de la república. Dice que duerme bien, que no le remuerde la conciencia, que “no somos iguales” con los neoliberales, que lleva al país por el “buen camino”. En su forma y personal estilo de gobernar, camina tranquilo, sin escrúpulos, sobre los escombros que su gobierno va dejando a su paso. Scrupus en latín es una piedra puntiaguda. El diminutivo es scrúpulus, “piedrecita”. No hay piedrecita en el zapato que moleste al presidente para tomar las decisiones de gobierno, así esa piedrecita se llame realidad, ética o Estado de Derecho. La verdad también puede maquillarse.

El gobierno de López Obrador fue concebido, desde mucho antes de iniciar, no como la suma de las acciones de gobierno, su evaluación, rectificación o continuación en base a sus resultados, sino como una masiva y permanente puesta en escena (teatral), de tintes dramáticos, siempre propagandísticos y audaces en los que la demagogia encubriría la voluntad de amasar todo el poder disponible y adormecer cualquier intento de ejercer el pensamiento crítico. El gobierno como actuación.

La palabra drama proviene del griego dráo, que significa “actuar”. Con este término se designaba en la antigua Grecia un género literario que engloba la comedia, la tragedia y el drama satírico. Por otro lado, ciertas manifestaciones del teatro cómico popular, de indudable origen itálico, influyeron también en el nacimiento y la formación de la comedia romana con características propias e independientes del drama griego. Cabe citar entre ellas los Fecennini versus o Fescennina carmina poemas procaces, absurdos, rudos u obscenos que cruzaban varios personajes de forma improvisada, donde se originó la sátira y el drama cómico romano y, sobre todo, la fabula Atellana, representada satíricamente por actores no profesionales provistos de máscaras que encarnaban personajes arquetípicos, la primera farsa nativa italiana, presumiblemente una comedia de improvisación rústica con personajes enmascarados. Esas farsas tenían personajes comunes: Maccus, el payaso; Bucco ("Mejillas Gordas"), el simplón; Pappus, el viejo tonto; Dossennus, cuyo nombre se ha tomado para significar "Jorobado"; y Manducus, quizás significando "el Glotón", de la misma manera en que Gabriel Zaid ha llamado a López Obrador como: “un artista del insulto, del desprecio, de la descalificación”, “insulta a diestra y a siniestra, aunque ‘con todo respeto’. “Desprecia y descalifica, pero con ‘amor y paz’. “Recomienda cuidarse de los otros candidatos, como si fueran asaltantes: ‘No lleven cartera porque va a ser una robadera’. “Compone parodias de comerciales, como la burla contra el candidato del PRI”: “Ternurita, ternurita: ¡Apúrate! porque te va a ganar Margarita”. “Le gustan los dísticos: ‘No queremos candidatos ni de chivos ni de patos’. ‘Agarra la avena, pero vota por Morena’”. Recientemente, la farsa la utiliza para amedrentar y difamar hasta al propio poder judicial: “La mayor parte de los integrantes del Poder Judicial no son gentes caracterizadas por la honestidad; o sea, hablando en plata, no resisten cañonazos, no resisten las tentaciones, o son representantes de grupos de intereses creados, no representan al pueblo, desprecian al pueblo; es una vida como artificial, donde el pueblo no cuenta, cuentan todos los intereses, menos el interés del pueblo”.

Otra puesta en escena, como los spots que lanza el gobierno con el pretexto del informe de gobierno, sin contar con las mañaneras, no tienen empacho en difundir mentiras patentes, cuando la deuda pública según la misma Hacienda pasó de 10.7 billones de pesos en dic 2018 a 14 billones en junio de este año. Un 30% de incremento. Dos Bocas lleva más del 50% de sobrecosto, se dijo que iba a costar un máximo de 8 mil millones de pesos y ahora el propio López Obrador anuncia que serán 20 mil millones los que se dilapidarán. El AIFA con un 55% de sobrecosto y lo anuncia como uno de los mejores aeropuertos del mundo, y el Tren Maya con 172% de incremento en la inyección de recursos públicos. Casi 800 mil millones de pesos entre las tres obras. Y la propaganda nos dice que “hay ahorros”. Ante el dramático desabasto de medicinas oncológicas y la destrucción del sistema de salud que sí servía como el Insabi, la farsa del IMSS-Bienestar en spots insulsos. La tramoya de la educación y la seguridad debería presentarse como la devastación de un volcán en erupción.

Por la alta aprobación y popularidad de López Obrador, es posible que muchos se deleiten con este montaje teatral. Saber que detrás de la tramoya hay alguien y otros pocos más con intereses específicos a defender con la representación. Sería bueno que muchos supieran que las compañías de teatro denominadas en la antigüedad greges, eran de carácter profesional y estaban dirigidas por un empresario, que solía ser el director de escena y, a menudo, también actor. Tanto los papeles masculinos como los femeninos eran interpretados por hombres. Normalmente, los actores eran esclavos y carecían de derechos civiles. En la escena política de hoy, se les llama propagandistas, facilitadores, tontos útiles (un Maccus o un Bucco). Las representaciones eran gratuitas, subvencionadas por los magistrados públicos, en particular los ediles, con el fin de ganarse el favor popular en las elecciones. El gobernante, el demagogo, con recursos públicos, es quien financia y hace posible el montaje.

Al presidente nada lo molesta. Él puede sentarse a escribir, como canta Serrat en Lecciones de urbanidad, sentencias de muerte con buena letra.

Platón en Gorgias, señala que el sofista es un imitador del sabio (mimetéstoû sophoû), una imagen engañosa que suplanta a su modelo a los ojos de los ignorantes. Aristóteles la veía como la “forma corrupta o degenerada de la democracia”, ya que el demagogo utiliza el discurso para engañar a su auditorio con respecto al bien. En nuestro país, se gobierna a través de la propaganda, la manipulación, la demagogia y sin escrúpulo alguno por difundir las mentiras más palmarias. No hay límite ni contención. No hay reparos en que la actuación del gobernante considere principios éticos, mucho menos que se sujete a la civilidad de un Estado de Derecho. “No me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, es el remate del drama fársico cuyo mecenas despacha en la presidencia de la república. Dice que duerme bien, que no le remuerde la conciencia, que “no somos iguales” con los neoliberales, que lleva al país por el “buen camino”. En su forma y personal estilo de gobernar, camina tranquilo, sin escrúpulos, sobre los escombros que su gobierno va dejando a su paso. Scrupus en latín es una piedra puntiaguda. El diminutivo es scrúpulus, “piedrecita”. No hay piedrecita en el zapato que moleste al presidente para tomar las decisiones de gobierno, así esa piedrecita se llame realidad, ética o Estado de Derecho. La verdad también puede maquillarse.

El gobierno de López Obrador fue concebido, desde mucho antes de iniciar, no como la suma de las acciones de gobierno, su evaluación, rectificación o continuación en base a sus resultados, sino como una masiva y permanente puesta en escena (teatral), de tintes dramáticos, siempre propagandísticos y audaces en los que la demagogia encubriría la voluntad de amasar todo el poder disponible y adormecer cualquier intento de ejercer el pensamiento crítico. El gobierno como actuación.

La palabra drama proviene del griego dráo, que significa “actuar”. Con este término se designaba en la antigua Grecia un género literario que engloba la comedia, la tragedia y el drama satírico. Por otro lado, ciertas manifestaciones del teatro cómico popular, de indudable origen itálico, influyeron también en el nacimiento y la formación de la comedia romana con características propias e independientes del drama griego. Cabe citar entre ellas los Fecennini versus o Fescennina carmina poemas procaces, absurdos, rudos u obscenos que cruzaban varios personajes de forma improvisada, donde se originó la sátira y el drama cómico romano y, sobre todo, la fabula Atellana, representada satíricamente por actores no profesionales provistos de máscaras que encarnaban personajes arquetípicos, la primera farsa nativa italiana, presumiblemente una comedia de improvisación rústica con personajes enmascarados. Esas farsas tenían personajes comunes: Maccus, el payaso; Bucco ("Mejillas Gordas"), el simplón; Pappus, el viejo tonto; Dossennus, cuyo nombre se ha tomado para significar "Jorobado"; y Manducus, quizás significando "el Glotón", de la misma manera en que Gabriel Zaid ha llamado a López Obrador como: “un artista del insulto, del desprecio, de la descalificación”, “insulta a diestra y a siniestra, aunque ‘con todo respeto’. “Desprecia y descalifica, pero con ‘amor y paz’. “Recomienda cuidarse de los otros candidatos, como si fueran asaltantes: ‘No lleven cartera porque va a ser una robadera’. “Compone parodias de comerciales, como la burla contra el candidato del PRI”: “Ternurita, ternurita: ¡Apúrate! porque te va a ganar Margarita”. “Le gustan los dísticos: ‘No queremos candidatos ni de chivos ni de patos’. ‘Agarra la avena, pero vota por Morena’”. Recientemente, la farsa la utiliza para amedrentar y difamar hasta al propio poder judicial: “La mayor parte de los integrantes del Poder Judicial no son gentes caracterizadas por la honestidad; o sea, hablando en plata, no resisten cañonazos, no resisten las tentaciones, o son representantes de grupos de intereses creados, no representan al pueblo, desprecian al pueblo; es una vida como artificial, donde el pueblo no cuenta, cuentan todos los intereses, menos el interés del pueblo”.

Otra puesta en escena, como los spots que lanza el gobierno con el pretexto del informe de gobierno, sin contar con las mañaneras, no tienen empacho en difundir mentiras patentes, cuando la deuda pública según la misma Hacienda pasó de 10.7 billones de pesos en dic 2018 a 14 billones en junio de este año. Un 30% de incremento. Dos Bocas lleva más del 50% de sobrecosto, se dijo que iba a costar un máximo de 8 mil millones de pesos y ahora el propio López Obrador anuncia que serán 20 mil millones los que se dilapidarán. El AIFA con un 55% de sobrecosto y lo anuncia como uno de los mejores aeropuertos del mundo, y el Tren Maya con 172% de incremento en la inyección de recursos públicos. Casi 800 mil millones de pesos entre las tres obras. Y la propaganda nos dice que “hay ahorros”. Ante el dramático desabasto de medicinas oncológicas y la destrucción del sistema de salud que sí servía como el Insabi, la farsa del IMSS-Bienestar en spots insulsos. La tramoya de la educación y la seguridad debería presentarse como la devastación de un volcán en erupción.

Por la alta aprobación y popularidad de López Obrador, es posible que muchos se deleiten con este montaje teatral. Saber que detrás de la tramoya hay alguien y otros pocos más con intereses específicos a defender con la representación. Sería bueno que muchos supieran que las compañías de teatro denominadas en la antigüedad greges, eran de carácter profesional y estaban dirigidas por un empresario, que solía ser el director de escena y, a menudo, también actor. Tanto los papeles masculinos como los femeninos eran interpretados por hombres. Normalmente, los actores eran esclavos y carecían de derechos civiles. En la escena política de hoy, se les llama propagandistas, facilitadores, tontos útiles (un Maccus o un Bucco). Las representaciones eran gratuitas, subvencionadas por los magistrados públicos, en particular los ediles, con el fin de ganarse el favor popular en las elecciones. El gobernante, el demagogo, con recursos públicos, es quien financia y hace posible el montaje.

Al presidente nada lo molesta. Él puede sentarse a escribir, como canta Serrat en Lecciones de urbanidad, sentencias de muerte con buena letra.