Culiacán, Sin.- Vivir la terrible experiencia de perder a un hijo, llevó a Marla Astorga a una evolución emocional para ayudar al prójimo: esos pequeños que necesitan ayuda en el Hospital Pediátrico de Culiacán, así como a sus familias con carencias económicas, son su impulso para salvar la memoria de quien ya no está en esta tierra.
Marla ha aprendido a sanar a través del altruismo de corazón. Es cualquier día de la semana, los padres, tíos o parientes del niño que lucha dentro del nosocomio para salir adelante, están a la espera de que el reloj marque las 18:00 horas para que Marla llegue a la esquina de Donato Guerra con Calle Constitución e inicie a repartir la donación que una noche antes pidieron a la ciudadanía.
Marla Astorga de 38 años, conoce el calvario que vive una familia que tiene un pequeño internado, por haber pasado dos años en un hospital de Guadalajara y Obregón para que su bebé sobreviviera a un problema de corazón, pero que al final, su cuerpo no lo soportó.
Por un tiempo, en el duelo de perder a un hijo, los grupos de terapia no funcionaban para que Marla llenara ese hueco que le quedó y no fue hasta que en noviembre del 2019 donó una peluca a una niña que recibía tratamiento en el IMSS, cuando sintió un poco de paz.
Regresando al día siguiente, las donaciones fueron para los niños que por el mal estado de las batas pedían pijamas, calcetas y cobijas para pasar la noche. Primero fueron cosas de su casa, luego compró la ropa y después, al crecer la demanda, inició a publicar en su Facebook cada una de las peticiones.
SUPERAR EL DUELO
En marzo de 2020, a sabiendas de que en el Hospital Pediátrico no había insumos médicos y que los padres son obligados a comprar jeringas, batas, cubrebocas, medicina y todo lo que se ocupe para que su hijo reciba el tratamiento, siguió con la misma dinámica en redes sociales y para su sorpresa, la solidaridad ha estado presente todos los días, por amigos o desconocidos.
“A mí me falleció un hijo y tuve las mismas necesidades de ellos, fríos, hambres y lo mismo pasé, la vida me dio un giro y aquí estoy, ya tuve el valor de venir a los hospitales, antes no podía y aquí estoy apoyándolos, yo sola no puedo, pero la sociedad apoya”, expresó.
Por las noches y en el transcurso del día, las personas empiezan a buscarla para entregarles ese medicamento que un niño espera recibir; algunos hacen depósitos de 100, 300, 500 pesos o más para que adquiera el producto que hace falta y ella junto con su esposo y dos hijos van a las farmacias o supermercados a comprar las cosas.
En un año de pandemia, el riesgo de contagiarse no ha sido un impedimento para su labor humanitaria, llegando a beneficiar a 50 familias en una noche. Con cajas de medicinas, cobijas, pañales y hasta ropa, Marla se instala enfrente del hospital, mientras que llegan los padres con receta en mano para pedir la donación.
Quienes eran desconocidos, ahora son familia, la fila va creciendo conforme pasan las horas. Todos llegan saludando a Marla en la esperanza de recibir el medicamento. Son solo unos minutos los que dejan a sus hijos para ir por ayuda y regresar para que el tratamiento continúe.
AGRADECIMIENTO, EL MEJOR PAGO
En esa esquina, llegan hombres y mujeres que en su momento fueron beneficiados por su labor, los niños que sobreviven a la enfermedad regresan a saludar y entregarle donaciones; personas que ven las publicaciones llegan a aportar su granito de arena y las familias que su menor falleció, donan el equipamiento.
Con lágrimas, abren su corazón para compartir su historia con Marla y ella comprendiendo su dolor, le agradece por su labor y los bendice para tener una pronta resignación. Llegan también de carrerita, mamás para decirle que van a operar a su hijo y le pide que haga una oración por su pequeño, a lo que ella responde “se fuerte y Dios te bendiga”.
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“Yo no soy una fundación, soy una persona que se decidió a ayudar, a buscar ayuda”, dice Marla, quien se ha ganado el amor y respaldo de las familias y que, sin importar la hora, si la buscan va con ellos, ya sea para escucharlos, darles aliento, resignación o medicamento de urgencia.
En su labor, se ha convertido en la psicóloga de las mamás, sobre todo en los momentos críticos del tratamiento, las recuperaciones del niño y la muerte de algunos. Cuando la familia no cuenta con recursos para el servicio funerario, ha gestionado para pagarlo en un mes y con el respaldo de la ciudadanía cumple con el acuerdo.
“Encontré la felicidad, aquí encontré mi felicidad, mi plenitud, ese hueco que estaba ahí se ha llenado con esto”, reafirmó, Marla, con la total seguridad de que continuará con su labor, en miras de generar una fundación para ayudar a cientos de familias que tienen un niño hospitalizado.
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