/ sábado 5 de septiembre de 2020

Lorenzo combate el calor vendiendo helados

En 28 años vendiendo paletas y bolis, Tirado aprendió a ganarse la vida de una manera sencilla

Culiacán, Sin. - Es mediodía en Culiacán. La temperatura alcanza más de los 40 grados. Los transeúntes del centro a buscan cualquier bebida refrescante para soportar infierno En la parada de camiones de la Ley Rubí se escuchan los gritos de Lorenzo Tirado: “¡bolis, bolis, bolis!”, atrayendo la atención de las personas que finalmente consumen su producto.

Para los ciudadanos que esperan una de las rutas de esa parada del transporte público, Lorenzo de 57 años, ya forma parte de la vida comercial que existe en ese sector, al ser reconocido como un hombre que con su carisma se ha ganado el aprecio de cientos de personas de todas las edades, sobre todo de niños que con alegría compran en compañía de uno de sus padres.

En 1992 después de llegar de Nayarit y aprovechando sus conocimientos en la venta de paletas, Lorenzo, quien es conocido como “El Gordo”, vio en los camiones un espacio repleto de clientes potenciales, que por las prisas pueden pasar su sed en segundo plano, pero que al subirse un vendedor a la unidad ya es atractivo.

“De repente me dio la idea, dije, voy a trabajar en el centro, en los camiones porque yo miraba mucha gente aquí, eso es un potencial, clientes potenciales y me vine aquí, yo empecé poco a poco”, expresó.

Fue así como con una pequeña hielera y con un arduo trabajo de convencimiento con cada uno de los choferes de los camiones, empezó a subirse a las unidades a vender sus bolis, que en un principio solo ofrecía de vainilla y fresa y que ahora con casi tres décadas el inventario ha incrementado con nuevos sabores como chocolate, galleta, uva, limón, tamarindo y diablito.


Foto: Jesús Verdugo │ El Sol de Sinaloa


UNA DÉCADA

En su andar en los camiones por 10 años, Lorenzo al igual que algunos vendedores ambulantes fue acosado por los inspectores del ayuntamiento, quienes le quitaron su mercancía, lo correteaban y en ocasiones hasta llegó a ir a barandillas por su trabajo que siempre ha tenido la dicha de decir que disfruta. Situación que después de un permiso del municipio se acabó cuando ya se le asignó un espacio en la banqueta.

Para el vendedor de bolis y donas, producto que ofrecen de noviembre a marzo por ser la temporada en la que bajan las temperaturas en Culiacán, la buena atención ha sido clave para ganarse la confianza de cientos de desconocidos, que, con el paso de los años, algunos se han convertido en “camaradas”, como unos cuantos camioneros de la vieja guardia.

Pero entre sus logros más grandes y que ha trascendido por generaciones, es el hecho de que es un vendedor que las familias lo han respaldado por años, al igual que ciudadanos que dejan Culiacán por temporadas y que, al regresar, lo buscan para comprarle un boli y recordar esos momentos de niñez o juventud. Formando Lorenzo parte de la memoria histórica del primer cuadro de la ciudad.

Foto: Archivo │ El Sol de Mazatlán

“Mucha gente ya nos conoce aquí, tanto tiempo, imagínese, de hecho, vienen muchachas que en aquel entonces compraban con sus hijos y ahora los hijos traen a sus hijos y es bueno eso, que te ven y te saludan, te ven con agrado, porque uno no le falta el respeto a nadie”, reconoció.

UN DÍA COTIDIANO

A pocos minutos de que Lorenzo instala sus hieleras con bolis entre las 11:30 y las 12:00 horas, se acercan los primeros clientes con la mirada fija en la diversidad de bolis que vende, esos que con solo cinco u ocho pesos recupera la frescura en las personas que han caminado varías calles. Ritmo que se llegar a mantener hasta las 18:00 horas.

En su día a día las mismas personas que esperan su camión llegan a platicar con él, preguntando por su salud, su familia y llegando a contar alguna anécdota de ellos, misma dinámica que se repite con los camioneros que ya lo conocen y que desde su asiento le gritan cuantos bolis quieren.

“Me siento como en casa, me siento bien, todo mundo me da un hola, un adiós, me dicen quíbole, cómo estas, cómo te ha ido, por qué no viniste ayer, te extrañamos y eso, uno se siente poquito alagado, porque la gente como que te toma en cuenta”, mencionó.

A como fueron pasando los años, el número de integrantes de su familia fue creciendo y con cuatro hijos que mantener, de pequeños dice Lorenzo que fueron “criados” en el negocio, llegando a ayudarle en la venta de bolis en los camiones y que, con esto, le agarraron el gusto y la disciplina al trabajo.

Foto: Archivo │ OEM

Son sus hijos quienes le han dicho que quieren devolverle el favor que él y su esposa hicieron por ellos, al pedirle ya una fecha para su retiro, para que disfrute de descansar y que con la contingencia esté en un ambiente seguro. Pero es tanto el gusto que tiene a su trabajo que la oferta no ha sido tentadora, al preferir vender bolis hasta que su cuerpo se lo permita.

El ritmo en las ventas de bolis y donas estaba siendo constante a principios del año, cuando todavía era desconocido la capacidad del coronavirus, panorama que cambió en marzo cuando las autoridades ordenaron el cierre de los negocios no esenciales, poniendo pausa al negocio y resguardándose en su casa en lo que les permitían regresar.

Puedes leer: En contra COPARMEX de un aumento del IEPS en alimentos

Lorenzo tiene presente que el peligro al contagio está en todos lados, motivo por el que en la venta de bolis se cumplen con las medidas de sanidad, con el uso del cubrebocas, gel antibacterial, sanitizando el espacio y lavándose constantemente las manos. Aspectos que se ven a simple vista y que poco a poco han recuperado la confianza de los consumidores.

Su mensaje a la ciudadanía y sobre todo a sus clientes es “estamos aquí en el centro, esperando que la gente no nos olvide, estamos donde mismo, es la tradición de tantos años, es como decir venir al centro y no venir a los bolis de ahí del gordo afuera de la Ley Rubí es no venir al centro”.



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Culiacán, Sin. - Es mediodía en Culiacán. La temperatura alcanza más de los 40 grados. Los transeúntes del centro a buscan cualquier bebida refrescante para soportar infierno En la parada de camiones de la Ley Rubí se escuchan los gritos de Lorenzo Tirado: “¡bolis, bolis, bolis!”, atrayendo la atención de las personas que finalmente consumen su producto.

Para los ciudadanos que esperan una de las rutas de esa parada del transporte público, Lorenzo de 57 años, ya forma parte de la vida comercial que existe en ese sector, al ser reconocido como un hombre que con su carisma se ha ganado el aprecio de cientos de personas de todas las edades, sobre todo de niños que con alegría compran en compañía de uno de sus padres.

En 1992 después de llegar de Nayarit y aprovechando sus conocimientos en la venta de paletas, Lorenzo, quien es conocido como “El Gordo”, vio en los camiones un espacio repleto de clientes potenciales, que por las prisas pueden pasar su sed en segundo plano, pero que al subirse un vendedor a la unidad ya es atractivo.

“De repente me dio la idea, dije, voy a trabajar en el centro, en los camiones porque yo miraba mucha gente aquí, eso es un potencial, clientes potenciales y me vine aquí, yo empecé poco a poco”, expresó.

Fue así como con una pequeña hielera y con un arduo trabajo de convencimiento con cada uno de los choferes de los camiones, empezó a subirse a las unidades a vender sus bolis, que en un principio solo ofrecía de vainilla y fresa y que ahora con casi tres décadas el inventario ha incrementado con nuevos sabores como chocolate, galleta, uva, limón, tamarindo y diablito.


Foto: Jesús Verdugo │ El Sol de Sinaloa


UNA DÉCADA

En su andar en los camiones por 10 años, Lorenzo al igual que algunos vendedores ambulantes fue acosado por los inspectores del ayuntamiento, quienes le quitaron su mercancía, lo correteaban y en ocasiones hasta llegó a ir a barandillas por su trabajo que siempre ha tenido la dicha de decir que disfruta. Situación que después de un permiso del municipio se acabó cuando ya se le asignó un espacio en la banqueta.

Para el vendedor de bolis y donas, producto que ofrecen de noviembre a marzo por ser la temporada en la que bajan las temperaturas en Culiacán, la buena atención ha sido clave para ganarse la confianza de cientos de desconocidos, que, con el paso de los años, algunos se han convertido en “camaradas”, como unos cuantos camioneros de la vieja guardia.

Pero entre sus logros más grandes y que ha trascendido por generaciones, es el hecho de que es un vendedor que las familias lo han respaldado por años, al igual que ciudadanos que dejan Culiacán por temporadas y que, al regresar, lo buscan para comprarle un boli y recordar esos momentos de niñez o juventud. Formando Lorenzo parte de la memoria histórica del primer cuadro de la ciudad.

Foto: Archivo │ El Sol de Mazatlán

“Mucha gente ya nos conoce aquí, tanto tiempo, imagínese, de hecho, vienen muchachas que en aquel entonces compraban con sus hijos y ahora los hijos traen a sus hijos y es bueno eso, que te ven y te saludan, te ven con agrado, porque uno no le falta el respeto a nadie”, reconoció.

UN DÍA COTIDIANO

A pocos minutos de que Lorenzo instala sus hieleras con bolis entre las 11:30 y las 12:00 horas, se acercan los primeros clientes con la mirada fija en la diversidad de bolis que vende, esos que con solo cinco u ocho pesos recupera la frescura en las personas que han caminado varías calles. Ritmo que se llegar a mantener hasta las 18:00 horas.

En su día a día las mismas personas que esperan su camión llegan a platicar con él, preguntando por su salud, su familia y llegando a contar alguna anécdota de ellos, misma dinámica que se repite con los camioneros que ya lo conocen y que desde su asiento le gritan cuantos bolis quieren.

“Me siento como en casa, me siento bien, todo mundo me da un hola, un adiós, me dicen quíbole, cómo estas, cómo te ha ido, por qué no viniste ayer, te extrañamos y eso, uno se siente poquito alagado, porque la gente como que te toma en cuenta”, mencionó.

A como fueron pasando los años, el número de integrantes de su familia fue creciendo y con cuatro hijos que mantener, de pequeños dice Lorenzo que fueron “criados” en el negocio, llegando a ayudarle en la venta de bolis en los camiones y que, con esto, le agarraron el gusto y la disciplina al trabajo.

Foto: Archivo │ OEM

Son sus hijos quienes le han dicho que quieren devolverle el favor que él y su esposa hicieron por ellos, al pedirle ya una fecha para su retiro, para que disfrute de descansar y que con la contingencia esté en un ambiente seguro. Pero es tanto el gusto que tiene a su trabajo que la oferta no ha sido tentadora, al preferir vender bolis hasta que su cuerpo se lo permita.

El ritmo en las ventas de bolis y donas estaba siendo constante a principios del año, cuando todavía era desconocido la capacidad del coronavirus, panorama que cambió en marzo cuando las autoridades ordenaron el cierre de los negocios no esenciales, poniendo pausa al negocio y resguardándose en su casa en lo que les permitían regresar.

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Lorenzo tiene presente que el peligro al contagio está en todos lados, motivo por el que en la venta de bolis se cumplen con las medidas de sanidad, con el uso del cubrebocas, gel antibacterial, sanitizando el espacio y lavándose constantemente las manos. Aspectos que se ven a simple vista y que poco a poco han recuperado la confianza de los consumidores.

Su mensaje a la ciudadanía y sobre todo a sus clientes es “estamos aquí en el centro, esperando que la gente no nos olvide, estamos donde mismo, es la tradición de tantos años, es como decir venir al centro y no venir a los bolis de ahí del gordo afuera de la Ley Rubí es no venir al centro”.



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