/ sábado 12 de septiembre de 2020

Crónicas de Ambulancia: Otra historia de las balas en el Malecón

Son 26 años los que han transcurrido desde aquel episodio que marcó la vida de Jesús Manuel Espinoza

Culiacán, Sin.- Jesús Manuel Espinoza mira al pasado con nostalgia cuando le preguntan sobre su servicio más impactante de su carrera; menciona a un tal Concepción y una balacera en el malecón, pero dice que él llegó después, a auxiliar a los que se quedaron.

Dura tarde aquella de 1994 cuando en el malecón de Culiacán balacearon a un hombre desde una lujosa camioneta. Los daños colaterales tomaron nombre y apellido y Cruz Roja llegó a auxiliar a los heridos. Un niño que clamaba por su vida y una decisión difícil de salvar a la víctima o al victimario.

Minutos después de que se fuera la primera ambulancia, en donde se llevaron a un pequeño elotero desangrándose, llegó la unidad de Jesús Manuel; lista y con la misma responsabilidad que su predecesora.

El joven socorrista abrió las puertas y recibió el duro golpe del aroma a pólvora mezclado con la humedad del río Tamazula. Sus ojos precisos vieron un par de "tamarindos" inertes en la esquina. Sus pasos siguieron en busca de más heridos no sin dar de poner atención a cualquier riesgo potencial.

Frente su ambulancia se asomaron unas manos erráticas a modo de llamado. En la ribera profunda del río estaban pidiendo auxilio una decena de personas. Y allá fue Jesús Manuel a encontrarse con lo que sea. En el suelo un hombre adulto de semblante serio que pedía ayuda con serenidad; varios impactos de bala en el estómago hacían urgente su traslado.

SURREALISMO

La tarde caía y los surrealistas tonos culichis pintaban todo a su gusto, la sangre era púrpura y los trajes caqui de los tránsitos muertos eran más rojos ahora. Jesús Manuel hizo fuerzas, malabares y nudos para subir al hombre herido hacia la calle. La ribera lodosa no dejaba entrar a la unidad y con la ayuda de los curiosos lo sacaron de ahí aún con vida.

Con el olor a pólvora metido hasta las entrañas lograron trasladar al hombre hacia el hospital. Jesús Manuel limpiaba y controlaba las heridas del abdomen que le dejaron al herido un mandil lleno de sangre y unos utensilios raros de sus bolsillos inutilizables.

Foto: Cortesía │Cruz Roja

La jornada se alargó hasta horas altas y el socorrista dejó más vivo pero igual de sereno a aquel hombre en manos de los médicos de urgencia. Terminó su guardia pero no olvidó ese hecho, y tal vez no lo intentó.

Meses después, Jesús Manuel estaba como radio operador en su turno regular que llevaba los miércoles, aunque bien pudo haber sido un viernes. Lo que sí es seguro y claro fue el sudor frío que corrió en su espalda al ver entrar a dos civiles que expedían aroma a policías, y no de los buenos.

Se dirigieron directamente a él con ese aire de ya saber la respuesta a todas las preguntas. Que si sabía algo del hombre baleado en el malecón, el que se tiró al río. Que si miró algo o alguien más en ese hecho. Jesús, que se moría de nerviosismo, no se los demostró. Y respondía con gran elocuencia lo sucedido.

Había sospechas de que ese hombre estaba involucrado en el atentado, le dijeron, los investigadores. A lo que el socorrista le respondió con una clara descripción del sujeto; hombre de mediana edad y mediana estatura, un mandil negro con unas navajas, palos de madera y monedas dentro lo identificaron como elotero.

Foto: Cortesía │Cruz Roja

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Tras esa declaración, los detectives bajaron su guardia de dureza y le explicaron que gracias a su buena memoria y observación había absuelto a un hombre inocente. Aquel herido tenía ya más problemas además de plomo en su cuerpo, pero ahora sería libre.

FINAL

Los investigadores se fueron dejando un aroma a naftalina detrás y un Jesús Manuel con sentimientos cruzados, pero más satisfecho que nada; le había salvado la vida dos veces a ese hombre que ni su nombre se aprendió.

26 Son los años que han transcurrido desde aquel episodio que marcó la vida de Jesús Manuel Espinoza.






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Culiacán, Sin.- Jesús Manuel Espinoza mira al pasado con nostalgia cuando le preguntan sobre su servicio más impactante de su carrera; menciona a un tal Concepción y una balacera en el malecón, pero dice que él llegó después, a auxiliar a los que se quedaron.

Dura tarde aquella de 1994 cuando en el malecón de Culiacán balacearon a un hombre desde una lujosa camioneta. Los daños colaterales tomaron nombre y apellido y Cruz Roja llegó a auxiliar a los heridos. Un niño que clamaba por su vida y una decisión difícil de salvar a la víctima o al victimario.

Minutos después de que se fuera la primera ambulancia, en donde se llevaron a un pequeño elotero desangrándose, llegó la unidad de Jesús Manuel; lista y con la misma responsabilidad que su predecesora.

El joven socorrista abrió las puertas y recibió el duro golpe del aroma a pólvora mezclado con la humedad del río Tamazula. Sus ojos precisos vieron un par de "tamarindos" inertes en la esquina. Sus pasos siguieron en busca de más heridos no sin dar de poner atención a cualquier riesgo potencial.

Frente su ambulancia se asomaron unas manos erráticas a modo de llamado. En la ribera profunda del río estaban pidiendo auxilio una decena de personas. Y allá fue Jesús Manuel a encontrarse con lo que sea. En el suelo un hombre adulto de semblante serio que pedía ayuda con serenidad; varios impactos de bala en el estómago hacían urgente su traslado.

SURREALISMO

La tarde caía y los surrealistas tonos culichis pintaban todo a su gusto, la sangre era púrpura y los trajes caqui de los tránsitos muertos eran más rojos ahora. Jesús Manuel hizo fuerzas, malabares y nudos para subir al hombre herido hacia la calle. La ribera lodosa no dejaba entrar a la unidad y con la ayuda de los curiosos lo sacaron de ahí aún con vida.

Con el olor a pólvora metido hasta las entrañas lograron trasladar al hombre hacia el hospital. Jesús Manuel limpiaba y controlaba las heridas del abdomen que le dejaron al herido un mandil lleno de sangre y unos utensilios raros de sus bolsillos inutilizables.

Foto: Cortesía │Cruz Roja

La jornada se alargó hasta horas altas y el socorrista dejó más vivo pero igual de sereno a aquel hombre en manos de los médicos de urgencia. Terminó su guardia pero no olvidó ese hecho, y tal vez no lo intentó.

Meses después, Jesús Manuel estaba como radio operador en su turno regular que llevaba los miércoles, aunque bien pudo haber sido un viernes. Lo que sí es seguro y claro fue el sudor frío que corrió en su espalda al ver entrar a dos civiles que expedían aroma a policías, y no de los buenos.

Se dirigieron directamente a él con ese aire de ya saber la respuesta a todas las preguntas. Que si sabía algo del hombre baleado en el malecón, el que se tiró al río. Que si miró algo o alguien más en ese hecho. Jesús, que se moría de nerviosismo, no se los demostró. Y respondía con gran elocuencia lo sucedido.

Había sospechas de que ese hombre estaba involucrado en el atentado, le dijeron, los investigadores. A lo que el socorrista le respondió con una clara descripción del sujeto; hombre de mediana edad y mediana estatura, un mandil negro con unas navajas, palos de madera y monedas dentro lo identificaron como elotero.

Foto: Cortesía │Cruz Roja

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Tras esa declaración, los detectives bajaron su guardia de dureza y le explicaron que gracias a su buena memoria y observación había absuelto a un hombre inocente. Aquel herido tenía ya más problemas además de plomo en su cuerpo, pero ahora sería libre.

FINAL

Los investigadores se fueron dejando un aroma a naftalina detrás y un Jesús Manuel con sentimientos cruzados, pero más satisfecho que nada; le había salvado la vida dos veces a ese hombre que ni su nombre se aprendió.

26 Son los años que han transcurrido desde aquel episodio que marcó la vida de Jesús Manuel Espinoza.






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