/ viernes 10 de abril de 2020

Crónicas de Ambulancia: La navidad más amarga para Luis Valdez

Ni toda la experiencia y capacitación son suficientes para tratar el dolor de una niña que perdió a su padre

Sinaloa.- 5 Bravo pediátrico al sur de Culiacán... Luis Francisco Valdez salió con el equipo completo en la ambulancia 26 de Culiacán hacia esa colonia de Lomas polvorientas y caminos imposibles.

El sabor de los múltiples banquetes navideños aún estaban en su gusto, era 25 de diciembre del año 2011, los últimos tiempos de una narco guerra iba dejando muertos esporádicos a todas horas y no había nada peor en aquel entonces que lo que ya se había vivido.

En el argot oficial la clave 5 Bravo significa: “herido de bala”, en este caso; pediátrico. Lo que menos quería ver cualquier paramédico en sus servicios es un menor baleado por esos fusiles ignorantes de la inocencia que abundaban en manos de los demonios de motocicleta y carro de lujo.

El camino como siempre en esos casos, se hizo eterno. En la entrada del domicilio que llamó al servicio había una decena de curiosos en fachas, fodongos y mitoteros. La ambulancia abrió paso entre baches para estacionarse frente la entrada y comenzar a actuar.

Un cuerpo tirado en la sala, mucha sangre tirada en el suelo y todavía no veían el 5 Bravo pediátrico. Del fondo de la casa una niña de diez años cojeando sale llorando. Afuera se queda Luis Francisco con ella para atenderla, sus compañeros entran a revisar el cuerpo.

EL DRAMA

"Mi papá era muy bueno, siempre que llegaba jugaba conmigo y se la pasaba riendo", decía la pequeña mientras el socorrista le curaba el tobillo herido por esquirlas, nada grave. El silencio de Luis Francisco era para no llorar.

La niña estaba jugando con su padre como lo hacía siempre, disfrutando los días en que el no salía y pasada la navidad esos momentos saben más dulces para los niños, el olor dulzón del efímero invierno combinado con el de su padre, ese aroma que uno recuerda cuando sus padres se van.

Un pistolero sin nombre ni rostro entró a la casa y disparó en repetidas ocasiones hacia el hombre; la menor lo vivió en primera fila, el destello del arma le iluminó las pupilas y le quemó el alma ver a su padre exhalar gritos ahogados en sangre.

Durante los segundos que duró el ataque, el menor de sus hermanos corrió para abrazar a su padre, pero ella lo detuvo. El pistolero ebrio de sangre y muerte le apuntó y disparó al suelo; a dos pequeños que no juntaban los 15 años de edad entre los dos. Las balas rebotaron en el piso de cemento y las esquirlas impactaron el pie de la pequeña que no soltaba a su hermanito.

Lee también: El obispo presidirá los oficios de Semana Santa

Una historia de esas que atiborraban los periódicos en ese entonces. Contada de la boca de la niña a los oídos del paramédico que sentía como si esos disparos de la narración le impactarán en las entrañas. En un reflejo de protección, Luis Francisco le cambió el tema y le preguntó que si que le había amanecido; ''nada, mi papá dijo que no había dinero" dijo entre suspiros la niña.

Al socorro se le terminó de partir el alma y cuando terminaba sus vendajes en el pie de la pequeña, le dijo como último recurso de consuelo que era una niña muy bonita. La pequeña marcada por la pobreza, violencia y desinterés le contestó con voz inocente: "ay pues mi mamá me dice que estoy bien fea..."

Vivir unos segundos la vida dentro de los ojos de esa niña hicieron en el paramédico un hueco que jamás pudo olvidar, sus ojos se le humedecen de pensar en esa mezcla de olvido y dolor en que esa familia existió. Esos momentos en que se cree que dios se olvida de algunas personas y las deja sumidas en el infierno terrenal.

La niña fue trasladada al hospital para su valoración y así la dejaron; con el último recuerdo de su padre jugando con ella y ahogándose en plomo y sangre. Ahora quizás tendrá ya veinte años, quizás sí fue a la escuela, quizás se casó, quizás trabaja y los fines de semana va visitar a su padre al panteón, quizás todavía recuerda al paramédico que le curó el pie o tal vez a esa niña se le murió el futuro ese mismo día.

AL FILO DE LA NAVAJA

Los paramédicos muchas veces viven experiencias traumatizantes que las personas no alcanzan a ver más allá del uniforme.

VOCACIÓN

Luis Francisco cuenta que a pesar de los riesgos su vocación lo ha llevado a permanecer en la Benemérita institución.



Foto: Jesús Verdugo | El Sol de Sinaloa





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Sinaloa.- 5 Bravo pediátrico al sur de Culiacán... Luis Francisco Valdez salió con el equipo completo en la ambulancia 26 de Culiacán hacia esa colonia de Lomas polvorientas y caminos imposibles.

El sabor de los múltiples banquetes navideños aún estaban en su gusto, era 25 de diciembre del año 2011, los últimos tiempos de una narco guerra iba dejando muertos esporádicos a todas horas y no había nada peor en aquel entonces que lo que ya se había vivido.

En el argot oficial la clave 5 Bravo significa: “herido de bala”, en este caso; pediátrico. Lo que menos quería ver cualquier paramédico en sus servicios es un menor baleado por esos fusiles ignorantes de la inocencia que abundaban en manos de los demonios de motocicleta y carro de lujo.

El camino como siempre en esos casos, se hizo eterno. En la entrada del domicilio que llamó al servicio había una decena de curiosos en fachas, fodongos y mitoteros. La ambulancia abrió paso entre baches para estacionarse frente la entrada y comenzar a actuar.

Un cuerpo tirado en la sala, mucha sangre tirada en el suelo y todavía no veían el 5 Bravo pediátrico. Del fondo de la casa una niña de diez años cojeando sale llorando. Afuera se queda Luis Francisco con ella para atenderla, sus compañeros entran a revisar el cuerpo.

EL DRAMA

"Mi papá era muy bueno, siempre que llegaba jugaba conmigo y se la pasaba riendo", decía la pequeña mientras el socorrista le curaba el tobillo herido por esquirlas, nada grave. El silencio de Luis Francisco era para no llorar.

La niña estaba jugando con su padre como lo hacía siempre, disfrutando los días en que el no salía y pasada la navidad esos momentos saben más dulces para los niños, el olor dulzón del efímero invierno combinado con el de su padre, ese aroma que uno recuerda cuando sus padres se van.

Un pistolero sin nombre ni rostro entró a la casa y disparó en repetidas ocasiones hacia el hombre; la menor lo vivió en primera fila, el destello del arma le iluminó las pupilas y le quemó el alma ver a su padre exhalar gritos ahogados en sangre.

Durante los segundos que duró el ataque, el menor de sus hermanos corrió para abrazar a su padre, pero ella lo detuvo. El pistolero ebrio de sangre y muerte le apuntó y disparó al suelo; a dos pequeños que no juntaban los 15 años de edad entre los dos. Las balas rebotaron en el piso de cemento y las esquirlas impactaron el pie de la pequeña que no soltaba a su hermanito.

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Una historia de esas que atiborraban los periódicos en ese entonces. Contada de la boca de la niña a los oídos del paramédico que sentía como si esos disparos de la narración le impactarán en las entrañas. En un reflejo de protección, Luis Francisco le cambió el tema y le preguntó que si que le había amanecido; ''nada, mi papá dijo que no había dinero" dijo entre suspiros la niña.

Al socorro se le terminó de partir el alma y cuando terminaba sus vendajes en el pie de la pequeña, le dijo como último recurso de consuelo que era una niña muy bonita. La pequeña marcada por la pobreza, violencia y desinterés le contestó con voz inocente: "ay pues mi mamá me dice que estoy bien fea..."

Vivir unos segundos la vida dentro de los ojos de esa niña hicieron en el paramédico un hueco que jamás pudo olvidar, sus ojos se le humedecen de pensar en esa mezcla de olvido y dolor en que esa familia existió. Esos momentos en que se cree que dios se olvida de algunas personas y las deja sumidas en el infierno terrenal.

La niña fue trasladada al hospital para su valoración y así la dejaron; con el último recuerdo de su padre jugando con ella y ahogándose en plomo y sangre. Ahora quizás tendrá ya veinte años, quizás sí fue a la escuela, quizás se casó, quizás trabaja y los fines de semana va visitar a su padre al panteón, quizás todavía recuerda al paramédico que le curó el pie o tal vez a esa niña se le murió el futuro ese mismo día.

AL FILO DE LA NAVAJA

Los paramédicos muchas veces viven experiencias traumatizantes que las personas no alcanzan a ver más allá del uniforme.

VOCACIÓN

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Foto: Jesús Verdugo | El Sol de Sinaloa





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