/ miércoles 9 de marzo de 2022

El virus machista…

Las sociedades tienen ideas específicas de cómo deben comportarse tanto hombres como mujeres; estas expectativas sociales terminan siendo un mandato social. Forma de vestirnos: color azul para los hombres y rosa para las mujeres, o de forma de conducta que hablan sobre la sensibilidad y debilidad física de las ellas respecto a la fortaleza física y poco emotiva de los varones. Terminan siendo una limitante en la elección de las actividades, profesiones y objetivos de realización tanto personales y familiares.

Este arraigado pensamiento tiene poco que ver con nuestra biología: son una construcción social a la que llamamos estereotipos y roles de género, y que se encuentra estrechamente vinculada con la violencia. A los hombres derivado del rol asignado de proveedor, de ejecutor del poder, defensor de la dignidad de las mujeres y familia han recurrido históricamente a la violencia para marcar autoridad, establecer límites y garantizar su dominio en el espacio, especialmente en lo público.

Se han puesto a pensar en ¿cuán importante hacemos ver el saber defenderse de la violencia desde los primeros momentos de socialización en las escuelas? ¿Aplicamos diferencias o somos mas condescendientes si se trata de niño o niña?

Conforme pasa la edad, el mandato social -de nuevo presente- nos hace ver que la exposición de los varones en las actividades colectivas que pasan por afecto y sentido de pertenencia a sus grupos de amistades, deportivas y culturales, entre las experiencias de los varones hacia su dinastía los hace prepararlos para la violencia, en principio para saber defenderse, en segundo para no ser vulnerables y así diferenciarse del estereotipo de lo femenino.

Un estudio realizado por ONU Mujeres en noviembre del año pasado, a través de distintos mecanismos entrevista a los varones sobre el tema, la mayoría concuerda en que “no hay información de cómo contener la violencia, y por eso se termina usando como herramienta para combatir la agresión” de existir un mecanismo lo denominan como “información inaccesible” aún en estos días.

El machismo son un “conjunto de creencias, conductas, actitudes y prácticas sociales que justifican y promueven actitudes discriminatorias contra las mujeres” (INMUJERES, 2009), esta idea de superioridad física y natural de los varones respecto a las mujeres, pero también entre los propios varones: su construcción esta basada en diferenciase no solo de lo femenino, para consolidarse como colectivo superior tienen también que diferenciarse de lo infantil, lo homosexual y lo enfermo, que lo asocian a un ser inferior y del colectivo dominado.

El mayor temor para reconocer o dejar el machismo es el miedo al rechazo social, y el “qué dirán otros hombres”, porque la aceptación y la pertenencia es fundamental para no caer en la exclusión, la vulnerabilidad, y en su caso la incertidumbre cuando las concepciones del mundo aún siguen dividiéndonos en dos tipos de seres humanos: los femeninos y los masculinos, colocando al machismo como destino de los varones.

Quise abundar en esto porque sin comprender estos condicionamientos y limitantes que se encuentran aún vivos en nuestra formación, no podemos entender en gran medida la tragedia y espectáculo salvaje de la violencia machista en el partido de futbol de Gallos contra Atlas, porque podemos reducirlo a dos puntos centrales: la violencia es el “costo de pertenecer” al colectivo varón que les hace actuar y la inexistente información del cómo contener la violencia lo que los hace usarla para contenerla.

En los estudios de 2019 presentados por cómplices por la igualdad y promundo mencionan que la “caja de la masculinidad” heteronormada cuesta 670 millones de dólares, resultante de la violencia física y verbal. Causante de la violencia de género que afecta mayoritariamente a las mujeres en todas sus etapas de vida. Es también causante del 70% de las muertes prematuras o enfermedades crónicas de los varones y su disminución en la esperanza de vida.

En esta pandemia, en plena conmemoración del día de la mujer el virus machista nos recuerda que esta vivo y resiliente. Para recordar: Machismo no es destino.

Las sociedades tienen ideas específicas de cómo deben comportarse tanto hombres como mujeres; estas expectativas sociales terminan siendo un mandato social. Forma de vestirnos: color azul para los hombres y rosa para las mujeres, o de forma de conducta que hablan sobre la sensibilidad y debilidad física de las ellas respecto a la fortaleza física y poco emotiva de los varones. Terminan siendo una limitante en la elección de las actividades, profesiones y objetivos de realización tanto personales y familiares.

Este arraigado pensamiento tiene poco que ver con nuestra biología: son una construcción social a la que llamamos estereotipos y roles de género, y que se encuentra estrechamente vinculada con la violencia. A los hombres derivado del rol asignado de proveedor, de ejecutor del poder, defensor de la dignidad de las mujeres y familia han recurrido históricamente a la violencia para marcar autoridad, establecer límites y garantizar su dominio en el espacio, especialmente en lo público.

Se han puesto a pensar en ¿cuán importante hacemos ver el saber defenderse de la violencia desde los primeros momentos de socialización en las escuelas? ¿Aplicamos diferencias o somos mas condescendientes si se trata de niño o niña?

Conforme pasa la edad, el mandato social -de nuevo presente- nos hace ver que la exposición de los varones en las actividades colectivas que pasan por afecto y sentido de pertenencia a sus grupos de amistades, deportivas y culturales, entre las experiencias de los varones hacia su dinastía los hace prepararlos para la violencia, en principio para saber defenderse, en segundo para no ser vulnerables y así diferenciarse del estereotipo de lo femenino.

Un estudio realizado por ONU Mujeres en noviembre del año pasado, a través de distintos mecanismos entrevista a los varones sobre el tema, la mayoría concuerda en que “no hay información de cómo contener la violencia, y por eso se termina usando como herramienta para combatir la agresión” de existir un mecanismo lo denominan como “información inaccesible” aún en estos días.

El machismo son un “conjunto de creencias, conductas, actitudes y prácticas sociales que justifican y promueven actitudes discriminatorias contra las mujeres” (INMUJERES, 2009), esta idea de superioridad física y natural de los varones respecto a las mujeres, pero también entre los propios varones: su construcción esta basada en diferenciase no solo de lo femenino, para consolidarse como colectivo superior tienen también que diferenciarse de lo infantil, lo homosexual y lo enfermo, que lo asocian a un ser inferior y del colectivo dominado.

El mayor temor para reconocer o dejar el machismo es el miedo al rechazo social, y el “qué dirán otros hombres”, porque la aceptación y la pertenencia es fundamental para no caer en la exclusión, la vulnerabilidad, y en su caso la incertidumbre cuando las concepciones del mundo aún siguen dividiéndonos en dos tipos de seres humanos: los femeninos y los masculinos, colocando al machismo como destino de los varones.

Quise abundar en esto porque sin comprender estos condicionamientos y limitantes que se encuentran aún vivos en nuestra formación, no podemos entender en gran medida la tragedia y espectáculo salvaje de la violencia machista en el partido de futbol de Gallos contra Atlas, porque podemos reducirlo a dos puntos centrales: la violencia es el “costo de pertenecer” al colectivo varón que les hace actuar y la inexistente información del cómo contener la violencia lo que los hace usarla para contenerla.

En los estudios de 2019 presentados por cómplices por la igualdad y promundo mencionan que la “caja de la masculinidad” heteronormada cuesta 670 millones de dólares, resultante de la violencia física y verbal. Causante de la violencia de género que afecta mayoritariamente a las mujeres en todas sus etapas de vida. Es también causante del 70% de las muertes prematuras o enfermedades crónicas de los varones y su disminución en la esperanza de vida.

En esta pandemia, en plena conmemoración del día de la mujer el virus machista nos recuerda que esta vivo y resiliente. Para recordar: Machismo no es destino.