/ viernes 12 de octubre de 2018

oemtemporales 521561

Irene Medrano Villanueva

Culiacán, Sin. ¡Hay de mí, mispupilas ya no encuentran lágrimas para llorar misoledad….tristes lloran mis cansados párpados! se escucha lamúsica a lo lejos y en una carpa a la orilla del río, una familiaangustiada vive los minutos, las horas y los días enespera de un milagro.

Es la familia de doña Rosa y de Carmelita, lasdos mujeres que arrastró la corriente del arroyo ElPiojo de aquél fatídico día cuando “el coraje delagua  nos la quitó y es hora de que no nos la devuelve”, recuerda Norma Alicia Quintana, la hija menor dedoña Rosa.

Han pasado 23 días, las cuentas de los rosarios estándesgastadas, imploran al cielo, ruegan, ofrecen sus oraciones  ylas aguas tranquilas como si quisieran seguir manteniendo en susprofundidades a esas dos mujeres excepcionales que mostraron suamor filial hasta la muerte.

Las cuadrillas se organizan para ir en su búsqueda “y yo losacompaño, quiero recuperar a mi madre”,  dice, con sus ojosperdidos entre los matorrales.

Llega la noche y otra vez a llorar la ausencia de una madre.Pero otro día, con la esperanza renovada vuelven a labúsqueda.

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Y ahí en el ajetrear de palas, picos, machetes, la mirada deNorma Alicia languidece, su cara está rojiza, casi le brotasangre, por tanto que se ha asoleado, siempre en busca de sumadre,  de esa madre que un día la meció en su regazo y queahora no la encuentra para acunarse en ella y decirle cuánto hasufrido su ausencia.

Dice que todos los días pasa doce horas de angustia, esperandoa ver si ahora sí obra un milagro y aparece doña Rosa y Carmelita“agarraditas de la mano, o bien juntitas porqueasí las vamos a encontrar, ya que se querían mucho”.

La búsqueda es de ocho de la mañana a las siete de la nochecuando el sol se oculta “suspendemos la búsqueda y mi corazónse achica, pero la ilusión de encontrarlas como estén me vuelve areanimar”, dice.

Acompañada de su hermana Leticia Quintana que volviónuevamente de Santa Ana, California para dar ánimos a toda lafamilia, cuentan los minutos y la zozobra se apodera de ellas“porque esperamos que de un momento a otros nos digan: lasencontramos”.

Agradecen a las  autoridades que han estado siempre pendientesde lo que se ofrezca “no nos han dejado de la mano, nos hanprometido que nos las van a entregar para que descansen en paz”.Queremos rescatarlas como sea, para llevarle ami madre una flor, una veladora y que no anden penando en lasaguas”, dice Norma Alicia. Se toca discretamente su caraenrojecida, “todo topara en esto porque se cura, pero la agonía la que vivimos que se junta con la angustia y ladesesperación, no tiene para cuando terminar”, dice entresollozos.

La gente llega, les dan ánimos, incluso hasta videntes se hanacercado a la familia, “yo las vi, están juntas y si estánabajo del puente, ahí hay que buscar, pero los que andan buscandono me dan oportunidad”, lamenta el vidente que se sostiene en unpalo largo que es su utensilio de búsqueda.

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Luego, mientras muestra un vaso, donde supuestamente estáreflejada la cara de las dos desaparecidas, insiste que él lastiene bien ubicadas.

Sin embargo, Norma Alicia no cree en eso, ni en la santa muerte,pese a que un día alguien les fue a dejar una escultura ahí dondeestá el campamento de la búsqueda. He bajadoa todos los santos para que se apiaden de nuestro dolor, pero sóloDios, si Dios sabe cuándo las vamos a encontrar, creo en él y ennadie más”, señala. Recuerda que su mamá tenía apenasocho días de que había regresado de Estados Unidos, sin embargo,dice que posiblemente ya presentía su muerte, porque llegó muycambiada.

Fui por ella al aeropuerto, venía muyseria, casi no platicó, solo observaba. Me llamó mucho laatención de que ni siquiera avisó que ya había llegado, estabadiferente, distraída”, recuerda. Así mismo, dice queella no daba crédito al grito de un vecino el día de la tormentaque le avisaba que su mamá se había caído.

El agua no había entrado  a su casa cuando la fuimos a buscar,le gritamos, las puertas estaban cerradas y cuando entramos nossorprendió que no estuviera encendido un cirio y la Virgen deGuadalupe en su ventana, porque siempre en cualquier lluvia asífuera leve, ella siempre tenía esa devoción.

Dice que durante 50 años que tienen de vivir en ese lugar ynunca había llovido así “nos agarró de sorpresa el coraje delagua. A mi mamá la sacaron sus amigas, a lo mejor no habían vistocrecido el arroyo”, dice.

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Después de que el agua arrastró a las tres mujeres - una deellas ya fue rescatada en estado de descomposición-, Norma Aliciadice que empezaron la búsqueda, por el arroyo, entre losmatorrales. Fue un día muy pesado, peroafortunadamente las autoridades nos tendieron la mano y desdeentonces no me separo de ellos. Sé en el estado en que las vamos aencontrar, pero estoy preparada para ello. Todos los días me doyfuerza y a lo mejor mi mamá también me está dando la fortalezadesde donde esté porque en los últimos días escucho que grita minombre…. A lo mejor es un aviso y la vamos a encontrar”, dicecon fe.

Irene Medrano Villanueva

Culiacán, Sin. ¡Hay de mí, mispupilas ya no encuentran lágrimas para llorar misoledad….tristes lloran mis cansados párpados! se escucha lamúsica a lo lejos y en una carpa a la orilla del río, una familiaangustiada vive los minutos, las horas y los días enespera de un milagro.

Es la familia de doña Rosa y de Carmelita, lasdos mujeres que arrastró la corriente del arroyo ElPiojo de aquél fatídico día cuando “el coraje delagua  nos la quitó y es hora de que no nos la devuelve”, recuerda Norma Alicia Quintana, la hija menor dedoña Rosa.

Han pasado 23 días, las cuentas de los rosarios estándesgastadas, imploran al cielo, ruegan, ofrecen sus oraciones  ylas aguas tranquilas como si quisieran seguir manteniendo en susprofundidades a esas dos mujeres excepcionales que mostraron suamor filial hasta la muerte.

Las cuadrillas se organizan para ir en su búsqueda “y yo losacompaño, quiero recuperar a mi madre”,  dice, con sus ojosperdidos entre los matorrales.

Llega la noche y otra vez a llorar la ausencia de una madre.Pero otro día, con la esperanza renovada vuelven a labúsqueda.

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Y ahí en el ajetrear de palas, picos, machetes, la mirada deNorma Alicia languidece, su cara está rojiza, casi le brotasangre, por tanto que se ha asoleado, siempre en busca de sumadre,  de esa madre que un día la meció en su regazo y queahora no la encuentra para acunarse en ella y decirle cuánto hasufrido su ausencia.

Dice que todos los días pasa doce horas de angustia, esperandoa ver si ahora sí obra un milagro y aparece doña Rosa y Carmelita“agarraditas de la mano, o bien juntitas porqueasí las vamos a encontrar, ya que se querían mucho”.

La búsqueda es de ocho de la mañana a las siete de la nochecuando el sol se oculta “suspendemos la búsqueda y mi corazónse achica, pero la ilusión de encontrarlas como estén me vuelve areanimar”, dice.

Acompañada de su hermana Leticia Quintana que volviónuevamente de Santa Ana, California para dar ánimos a toda lafamilia, cuentan los minutos y la zozobra se apodera de ellas“porque esperamos que de un momento a otros nos digan: lasencontramos”.

Agradecen a las  autoridades que han estado siempre pendientesde lo que se ofrezca “no nos han dejado de la mano, nos hanprometido que nos las van a entregar para que descansen en paz”.Queremos rescatarlas como sea, para llevarle ami madre una flor, una veladora y que no anden penando en lasaguas”, dice Norma Alicia. Se toca discretamente su caraenrojecida, “todo topara en esto porque se cura, pero la agonía la que vivimos que se junta con la angustia y ladesesperación, no tiene para cuando terminar”, dice entresollozos.

La gente llega, les dan ánimos, incluso hasta videntes se hanacercado a la familia, “yo las vi, están juntas y si estánabajo del puente, ahí hay que buscar, pero los que andan buscandono me dan oportunidad”, lamenta el vidente que se sostiene en unpalo largo que es su utensilio de búsqueda.

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Luego, mientras muestra un vaso, donde supuestamente estáreflejada la cara de las dos desaparecidas, insiste que él lastiene bien ubicadas.

Sin embargo, Norma Alicia no cree en eso, ni en la santa muerte,pese a que un día alguien les fue a dejar una escultura ahí dondeestá el campamento de la búsqueda. He bajadoa todos los santos para que se apiaden de nuestro dolor, pero sóloDios, si Dios sabe cuándo las vamos a encontrar, creo en él y ennadie más”, señala. Recuerda que su mamá tenía apenasocho días de que había regresado de Estados Unidos, sin embargo,dice que posiblemente ya presentía su muerte, porque llegó muycambiada.

Fui por ella al aeropuerto, venía muyseria, casi no platicó, solo observaba. Me llamó mucho laatención de que ni siquiera avisó que ya había llegado, estabadiferente, distraída”, recuerda. Así mismo, dice queella no daba crédito al grito de un vecino el día de la tormentaque le avisaba que su mamá se había caído.

El agua no había entrado  a su casa cuando la fuimos a buscar,le gritamos, las puertas estaban cerradas y cuando entramos nossorprendió que no estuviera encendido un cirio y la Virgen deGuadalupe en su ventana, porque siempre en cualquier lluvia asífuera leve, ella siempre tenía esa devoción.

Dice que durante 50 años que tienen de vivir en ese lugar ynunca había llovido así “nos agarró de sorpresa el coraje delagua. A mi mamá la sacaron sus amigas, a lo mejor no habían vistocrecido el arroyo”, dice.

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Después de que el agua arrastró a las tres mujeres - una deellas ya fue rescatada en estado de descomposición-, Norma Aliciadice que empezaron la búsqueda, por el arroyo, entre losmatorrales. Fue un día muy pesado, peroafortunadamente las autoridades nos tendieron la mano y desdeentonces no me separo de ellos. Sé en el estado en que las vamos aencontrar, pero estoy preparada para ello. Todos los días me doyfuerza y a lo mejor mi mamá también me está dando la fortalezadesde donde esté porque en los últimos días escucho que grita minombre…. A lo mejor es un aviso y la vamos a encontrar”, dicecon fe.

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