Culiacán, Sin.- Aquel domingo 1 de mayo de 1977, Martha Beatriz Vega Ruiz se quedó “vestida y alborotada” para ir a comer a Altata con su esposo Jesús Cutberto Martínez, quien trabajaba como escolta del gobernador Alfonso Genaro Calderón Velarde.
--Te veo en casa a las 3 de la tarde para irnos a comer—recuerda la señora Martha que le dijo su esposo cuando se despidió.
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Jesús Cutberto era agente de la Policía Judicial y ese día le tocó acompañar al gobernador, junto a su compadre también escolta Isidro Villalba Guerrero, al desfile del Día del Trabajo. Como ex obrero emanado de la CTM a Calderón le gustaba encabezar la marcha por la avenida Álvaro Obregón.
Por aquellos días Martha tenía un embarazo de seis meses, empezó a estar inquieta cuando miraba que ya era hora y no llegaba. Pensó que su retraso era por cuestiones de agenda del jefe, telefoneó a la Casa de Gobierno y le dijeron que andaban de comisión con el gobernador. Algo pasó que ese día Jesús Cutberto e Isidro ya no volvieron a casa.
Al día siguiente encontró una carta en la puerta de su casa en la colonia Las Huertas. Ahí le decían que el Ejército se había llevado a su esposo, sin mas explicación se leía que era inocente. Intrigada acudió al cuartel de la Novena Zona Militar, donde negaron que lo tuvieran detenido.
A la fecha Martha no sabe quién dejó ese documento donde asomaba la víspera de su tragedia. El martes 3 de mayo leyó una columna en un periódico que hacía referencia a un suceso fuerte en el cuartel militar, que involucraba al gobernador Calderón y a sus escoltas. Aquello encendió las alarmas y desde entonces inició una búsqueda que 45 años después, no termina.
El comienzo
Al mismo tiempo en Navolato, María Antonia Mendívil Torres se preguntaba a dónde habrían enviado de gira a su esposo Isidro, las horas pasaban y nomas no se reportaba. La mañana del 3 de mayo un taxi de sitio se paró afuera de su casa, vio descender a su comadre Martha Beatriz, quien desesperada le preguntó por Isidro.
--Lo estoy esperando—respondió María Antonia.
Entonces Martha reventó el dique que llevaba apretado en su pecho. Abrazó llorando a María Antonia y alcanzó a decir: “Los soldados los agarraron”.
Ese mismo día María Antonia encargó a sus tres pequeñas niñas con su madre, incluyendo a la ahijada de Cutberto, hizo sus maletas y se vino con Martha Beatriz a Culiacán.
Al revisar los periódicos encontraron que dos mujeres más denunciaban la desaparición de sus parejas, también eran policías judiciales, uno de ellos chofer de la esposa del gobernador y el otro empleado de la Japac pero meritorio en la judicial del Estado.
Martha y Antonia se repartieron las visitas a las mujeres. “No teníamos ni para el taxi, de Las Huertas me fui caminando toda la calzada (Militar) hasta Las Vegas”.
En el porche de una casa se encontró a Herlinda Valdez amamantando a una bebé de escasos meses. Tampoco sabía nada de su esposo, el policía Felipe Estrada Martínez, quien se supo después fue detenido el 1 de mayo por elementos militares en el patio de la dirección de la Policía Judicial del Estado, ubicada por el bulevar Emiliano Zapata, colonia Los Pinos.
En la colonia Tierra Blanca encontraron a Martha Nieblas Osorio, esposa de Víctor Manuel Arballo Zamudio, detenido por el Ejército el 29 de abril cuando circulaba en un vehículo por la Obregón y Séptima.
Víctor Manuel era trabajador de la Japac y meritorio de la Judicial, en donde esperaba que lo contrataran en poco tiempo. “No nos conocíamos entre nosotras, fue hasta que se llevaron a nuestros esposos que nos unimos”, comenta Martha Beatriz.
Las mujeres recuerdan que al investigar el paradero de los hombres, descubrieron un quinto policía desaparecido: Jesús Adrián Mercado, cuya familia no pudo ser contactada para este reportaje.
“A Jesús Adrián lo detuvieron el 29 de abril en el último novenario de uno de sus hermanos que había fallecido, se lo llevaron junto con otro hermano, de nombre Martiniano, a quien días después apareció muy golpeado cerca de El Espinal, Elota”, comenta Martha Beatriz.
Semanas después, Martiniano contaría a las esposas que los militares lo tuvieron en un cuarto, al parecer dentro del cuartel de la Novena Zona, junto con otros detenidos. Nunca reconoció a los policías, ni a nadie, pero escuchaba que golpeaban a personas y frases como “este ya está para arrojarlo a los caimanes”.
Cuando las cinco mujeres tuvieron armada la ruta de los hechos, comenzaron a protestar afuera del cuartel militar, exigiendo la liberación de sus esposos. También acudieron a Palacio de Gobierno, donde el gobernador les soltó de sopetón su terrible versión:
—Olvídense de ellos, ya están muertos. Fue el general Ricardo Cervantes en venganza, está muy enojado conmigo, me culpa de que no protegí al mayor Gustavo Sámano, era muy amigo del general. Por eso se llevaron a sus esposos —decia. Antonia, esposa de Isidro, rememora bien aquella frase dicha sin ninguna empatía por Calderón: “De que se muera mi abuelita a que se mueran ellos, lo siento mucho, ya están muertos”.
La vendetta que desencadenó todo
El origen fue el asesinato el 26 de marzo de aquel año del mayor en retiro del Ejército, Gustavo Sámano Velázquez, a quien el gobernador había nombrado director del Centro Penitenciario de Aguaruto.
Gustavo Sámano era amigo desde el Colegio Militar del general Ricardo Cervantes García Rojas, quien había sido nombrado comandante de la Novena Zona Militar el 1 de enero de 1977, en el marco de la Operación Cóndor.
Al inicio de su gobierno en 1975 Calderón había designado al mayor como director de la prisión, a finales de noviembre se fugó de la cárcel el narcotraficante Manuel Salcido Uzeta, “El Cochiloco”, quien se había malquistado con Sámano por el maltrato que había recibido. Se dice que por ese motivo “El Cochiloco” se la sentenció.
Sámano se fue a trabajar a seguridad del Ayuntamiento cuando Fortunato Álvarez Castro era alcalde de la capital. Ahí lo encontró el general Cervantes García Rojas en enero de 1977 cuando llegó de comandante de zona a Culiacán.
El día del crimen Sámano salió de la Novena Zona en un vehículo que avanzó por el bulevar Gabriel Leyva Solano, y justo frente a la Cruz Roja Mexicana, fue acribillado a tiros por dos hombres que, según testigos, traían vestimenta sierreña.
El homicidio desató la furia del general Cervantes, quien según diversos testigos juró venganza. El militar habría realizado “sus propias investigaciones”, y acusó al gobernador de ser omiso, y por ende, a sus escoltas de ser cómplices en el crimen de Sámano. En su agenda, Calderón no tenía previsto irse a tomar un café con el general, pero las esposas de los desaparecidos señalan que le mandó hablar después de que acabó el desfile.
“Cutberto me había dicho que tendrían tres días libres, porque después del desfile el gobernador ya no los ocuparía, pero fueron a la Novena Zona y solamente salió Calderón; ellos no”, cuenta Martha Beatriz.
Cuarenta años después, el ex gobernador Juan S. Millán Lizárraga le confirmaría al académico Arturo Santamaría, que él estuvo con Calderón aquel 1 de mayo en la Novena Zona Militar. Una hora después, despacharon a la comitiva del gobernador. Millán comenta que ya no supo qué pasó, pero su jefe se quedó retenido. “Lo tuvieron cinco horas detenido interrogándolo (a Calderón)”, apunta Juan Millán en sus memorias.
En pos de la verdad
Tras la movilización que encabezaron las esposas de los cinco desaparecidos, comenzaron a aflorar las contradicciones y la negativa de la secretaría de la Defensa Nacional por aclarar el caso.
Por el eco de la protesta y el choque con el gobernado la Sedena removió al general Cervantes el 1 de junio, un mes después de la desaparición, en su lugar designaron al general Alberto Quintanar López, quien nunca recibió a las familias de los policías.
Cervantes murió en 1985 llevándose consigo la verdad del caso y la Sedena siempre ha negado responsabilidad. Martha Beatriz y sus compañeras, que fundaron el Colectivo de Esposas de Policías Desaparecidos, señalan que su exigencia se mantiene:
“Queremos que el Ejército nos diga la verdad, que reconozca que fueron ellos: ¿Dónde quedaron nuestros esposos? Porque ellos nos robaron nuestra vida y la de nuestros hijos, se nos ha ido la vida preguntando por qué, por qué tanto sufrimiento”.
Cuando sucedió aquello, las cinco tenían 25 años. Hoy ya tienen 70 años, y aseguran que hasta el último aliento de vida, no dejarán que la verdad quede sepultada, entre tanta cerrazón del Estado mexicano y un alud de archivos sin abrir.
“Que se abran los archivos, que acepten que ellos fueron y que nos digan dónde los dejaron. Nada nos reparará los 45 años que ya perdimos. Por eso, sólo queremos la verdad”.
DATOS
Los policías desaparecidos:
Jesús Cutberto Martínez Meza, 32 años.
Isidro Villalba Guerrero
Jesús Adrián Mercado
Felipe Estrada Martínez, 33 años.
Víctor Manuel Arballo Zamudio, 34 años.
CLAVES
Los personajes
-El general de brigada Ricardo Cervantes García Rojas fue comandante en Chihuahua y Guerrero.
-Manuel Salcido Uzeta, El Cochiloco, narcotraficante originario de San Ignacio, fue detenido en 1975 en Jalisco, y trasladado a Culiacán. Se escapó a finales del mismo año y durante los 80 fue socio del Cártel de Guadalajara. Fue asesinado en 1991 en Colima.
-Alfonso G. Calderón fue gobernador por el PRI en Sinaloa de 1975 a 1980. Murió en Ahome de muerte natural, a los 77 años. Fue el mandatario que le tocó la Operación Cóndor.
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