/ jueves 19 de marzo de 2020

¿El día del taco? ¡Ja!

Al menos en México, los tacos suceden de lunes a domingo, las 24 horas, los 365 días del año. Por los siglos de los siglos, amén.

Fue hace 13 años que a la otrora omnipotente televisora de San Ángel se le ocurrió celebrar un 31 de marzo al más querido de todos con una iniciativa que llamó “El día del taco”. Ya saben: evento masivo televisado, música grupera, presentadores con bótox y desde luego, tacos. Desde entonces, cada último de marzo se festeja la efeméride.

Estados Unidos tiene su homónimo –National Taco Day–cada 4 de octubre, lo cual, ya en confianza, me parece que tiene más sentido que el que se celebra en tierras mexicanas. Me explico: no es noticia que, para los vecinos del norte, el taco haya cobrado mucha relevancia en los últimos años, entonces celebrarlo un día al año, tiene algo de sentido. Pero ¿Celebrar el Día del Taco en México? No me lo tomen a mal, no busco amargar la fiesta, simplemente creo que es algo absurdo hablar de un día del taco en un país en el que todos –absolutamente todos– los días son días de tacos. Pensemos en el Día de las Madres, por ejemplo, se dice que “todos los días del año se debe celebrar a la madre” y, ojo: pocas cosas son tan sagradas en México como las mamás. Sin embargo, eso no sucede.

En cambio, ¿Saben a qué sí le rendimos culto todos los días? Sí, a los tacos. Porque en la mañana ya se están calentando en la calle los guisados –en ollas de barro y bandejas de acero en baño maría– para desayunar tacos de huevo con salchicha, chicharrón en salsa, moronga, rollito de jamón capeado y un largo etcétera. Por ahí de las diez u once, ruedan las bicicletas con los de canasta afuera de escuelas y obras en construcción. A mediodía, en las casas se comen tacos de sal, de aguacate, de arroz y de fideo seco… y claro, de cualquier guisado que corone el almuerzo. Los lunes ya sé que no se ponen mis suaderos de confianza, pero del martes en adelante, cualquier noche es noche de suadero.

El sábado en la mañana es de carnitas o barbacoa con su consomé y el domingo es de taco taurino. Para el pastor cualquier momento es ideal, solos o acompañados, de pie o sentados, sobrios o borrachos. Para comer con los de la oficina, unos de tripa, unas gaoneras o unas flautas ahogadas. Están los del tianguis sobre ruedas de cecina o de chuleta ahumada con papas a la francesa (o nopales o pepinos con habanero o todas las anteriores). Si se anda por el rumbo, no hay que dejar pasar los de birria o de mixiote y cuando el antojo es específico, unos de pescado y camarón rebozado.

Por eso me parece complicado pensar en un Día del Taco. Al menos en México, donde los tacos suceden de lunes a domingo, las 24 horas, los 365 días del año. Por los siglos de los siglos, amén.

Consulta aquí el suplemento⬇


Fue hace 13 años que a la otrora omnipotente televisora de San Ángel se le ocurrió celebrar un 31 de marzo al más querido de todos con una iniciativa que llamó “El día del taco”. Ya saben: evento masivo televisado, música grupera, presentadores con bótox y desde luego, tacos. Desde entonces, cada último de marzo se festeja la efeméride.

Estados Unidos tiene su homónimo –National Taco Day–cada 4 de octubre, lo cual, ya en confianza, me parece que tiene más sentido que el que se celebra en tierras mexicanas. Me explico: no es noticia que, para los vecinos del norte, el taco haya cobrado mucha relevancia en los últimos años, entonces celebrarlo un día al año, tiene algo de sentido. Pero ¿Celebrar el Día del Taco en México? No me lo tomen a mal, no busco amargar la fiesta, simplemente creo que es algo absurdo hablar de un día del taco en un país en el que todos –absolutamente todos– los días son días de tacos. Pensemos en el Día de las Madres, por ejemplo, se dice que “todos los días del año se debe celebrar a la madre” y, ojo: pocas cosas son tan sagradas en México como las mamás. Sin embargo, eso no sucede.

En cambio, ¿Saben a qué sí le rendimos culto todos los días? Sí, a los tacos. Porque en la mañana ya se están calentando en la calle los guisados –en ollas de barro y bandejas de acero en baño maría– para desayunar tacos de huevo con salchicha, chicharrón en salsa, moronga, rollito de jamón capeado y un largo etcétera. Por ahí de las diez u once, ruedan las bicicletas con los de canasta afuera de escuelas y obras en construcción. A mediodía, en las casas se comen tacos de sal, de aguacate, de arroz y de fideo seco… y claro, de cualquier guisado que corone el almuerzo. Los lunes ya sé que no se ponen mis suaderos de confianza, pero del martes en adelante, cualquier noche es noche de suadero.

El sábado en la mañana es de carnitas o barbacoa con su consomé y el domingo es de taco taurino. Para el pastor cualquier momento es ideal, solos o acompañados, de pie o sentados, sobrios o borrachos. Para comer con los de la oficina, unos de tripa, unas gaoneras o unas flautas ahogadas. Están los del tianguis sobre ruedas de cecina o de chuleta ahumada con papas a la francesa (o nopales o pepinos con habanero o todas las anteriores). Si se anda por el rumbo, no hay que dejar pasar los de birria o de mixiote y cuando el antojo es específico, unos de pescado y camarón rebozado.

Por eso me parece complicado pensar en un Día del Taco. Al menos en México, donde los tacos suceden de lunes a domingo, las 24 horas, los 365 días del año. Por los siglos de los siglos, amén.

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