/ martes 23 de julio de 2019

La vejez no es …. “Cobardes”

Es común escuchar que el término viejo se usa en términos peyorativos, es decir, como calificación negativa, de manera irrespetuosa, despreciativa, despectiva. Decirle viejo o vieja a una persona mayor es ofensiva por la tonalidad y la actitud que se asume para calificar. Esta negativa calificación proviene del significado de vejez considerada como caducidad, decrepitud, perecedero, choches, etc. Es también común, que sean personas jóvenes quienes emplean el término “viejo” para descargar alguna molestia contra alguna persona de la tercera edad, término que designa en estos tiempos al proceso de envejecimiento natural del ser humano. Esto sucede en nuestros tiempos, pero en el pasado se destacaba la dignidad y la sabiduría de la ancianidad, sometiendo decisiones a los llamados consejos de ancianos.

El proceso de envejecimiento es natural y no debe vivirse con angustia, deberá tenerse conciencia de ello y disfrutar lo que ofrece y atender cualquier síntoma físico, antisocial o psicológico del que se vaya teniendo conciencia. La Gerontología es ya una ciencia que precisamente se apoya en estas ciencias para el estudio de la edad avanzada y de todo el proceso del envejecimiento. Las instituciones internacionales ocupadas en la investigación del envejecimiento han concluido que para ser viejo no hay edad definida ya que muchas veces es solo cuestión de salud, de actitud o hasta de conveniencia. Así pues, no todos envejecemos de la misma manera, por lo que puede agregarse que el síndrome geriátrico obedece no solo a la edad, sino a condiciones de salud multiforme y circunstancias de vida, como la soledad, segregación, alejamiento social al que yo llamo “sedentarismo casero” que provoca flojera aguda y que deviene en decaimiento, debilidad, dejadez, apatía, indolencia, etc.

La determinación de edad para considerar que una persona se convierte en adulta mayor, depende de la opinión social y según la cultura donde se desenvuelve la persona. En otros se considera el promedio o esperanza de vida. Descalificar a una persona por considerarlo viejo, ya que su edad rebasa la media de vida, ha sido y sigue siendo hoy un craso error, es decir, es una equivocación grave y que no tiene lugar a disculpa, por ejemplo: la esperanza de vida a finales de los años mil 800 a mediados de mil 900 la edad promedio era 35 agostos y en lugares como China era de 25 de abriles. Cómo entonces podríamos descalificar a Beethoven (1770-1827) con sus obras para piano y violín y música de cámara y ya era un “viejo” o reprobar a Einstein (1879-1955) físico alemán que desarrolló la Teoría de la relatividad, el efecto fotoeléctrico, etc. “viejo” ya ante sus descubrimientos científicos. La conclusión sería, a mi juicio, que no hay edad para la genialidad, para la productividad, etc. o para la estupidez o la dejadez, para la alegría o el sufrimiento, para la vida y la muerte. Ud. tiene la palabra.

La esperanza de vida en México ha aumentado de 34 años en 1930 a 75.5 en 2018 según INEGI y se considera adulto mayor a 65 años y más y existen cerca de 13 millones. El 53.9 % son mujeres y 46.1% son hombres. Aceptar el transcurso del tiempo y adecuarse es de sabios y valientes. Y si la vejez también se origina o se agudiza, por razones psicológicas y sociales, no olvidemos que nacimos para ser felices y coadyuvar al prójimo a ello. Por esto, me permito reconocer y felicitar a las Profesoras Manuela León G., Socorro Salomón A., Ma. Elvira Ángulo M., Laura López V. Luciana Salomón A. y Eva Ramírez por ser ejemplos deportivos, broma y risas aún en cancha a sus más de 80 años. ¡Viejas, JAMÄS, afirman con alegría!

Es común escuchar que el término viejo se usa en términos peyorativos, es decir, como calificación negativa, de manera irrespetuosa, despreciativa, despectiva. Decirle viejo o vieja a una persona mayor es ofensiva por la tonalidad y la actitud que se asume para calificar. Esta negativa calificación proviene del significado de vejez considerada como caducidad, decrepitud, perecedero, choches, etc. Es también común, que sean personas jóvenes quienes emplean el término “viejo” para descargar alguna molestia contra alguna persona de la tercera edad, término que designa en estos tiempos al proceso de envejecimiento natural del ser humano. Esto sucede en nuestros tiempos, pero en el pasado se destacaba la dignidad y la sabiduría de la ancianidad, sometiendo decisiones a los llamados consejos de ancianos.

El proceso de envejecimiento es natural y no debe vivirse con angustia, deberá tenerse conciencia de ello y disfrutar lo que ofrece y atender cualquier síntoma físico, antisocial o psicológico del que se vaya teniendo conciencia. La Gerontología es ya una ciencia que precisamente se apoya en estas ciencias para el estudio de la edad avanzada y de todo el proceso del envejecimiento. Las instituciones internacionales ocupadas en la investigación del envejecimiento han concluido que para ser viejo no hay edad definida ya que muchas veces es solo cuestión de salud, de actitud o hasta de conveniencia. Así pues, no todos envejecemos de la misma manera, por lo que puede agregarse que el síndrome geriátrico obedece no solo a la edad, sino a condiciones de salud multiforme y circunstancias de vida, como la soledad, segregación, alejamiento social al que yo llamo “sedentarismo casero” que provoca flojera aguda y que deviene en decaimiento, debilidad, dejadez, apatía, indolencia, etc.

La determinación de edad para considerar que una persona se convierte en adulta mayor, depende de la opinión social y según la cultura donde se desenvuelve la persona. En otros se considera el promedio o esperanza de vida. Descalificar a una persona por considerarlo viejo, ya que su edad rebasa la media de vida, ha sido y sigue siendo hoy un craso error, es decir, es una equivocación grave y que no tiene lugar a disculpa, por ejemplo: la esperanza de vida a finales de los años mil 800 a mediados de mil 900 la edad promedio era 35 agostos y en lugares como China era de 25 de abriles. Cómo entonces podríamos descalificar a Beethoven (1770-1827) con sus obras para piano y violín y música de cámara y ya era un “viejo” o reprobar a Einstein (1879-1955) físico alemán que desarrolló la Teoría de la relatividad, el efecto fotoeléctrico, etc. “viejo” ya ante sus descubrimientos científicos. La conclusión sería, a mi juicio, que no hay edad para la genialidad, para la productividad, etc. o para la estupidez o la dejadez, para la alegría o el sufrimiento, para la vida y la muerte. Ud. tiene la palabra.

La esperanza de vida en México ha aumentado de 34 años en 1930 a 75.5 en 2018 según INEGI y se considera adulto mayor a 65 años y más y existen cerca de 13 millones. El 53.9 % son mujeres y 46.1% son hombres. Aceptar el transcurso del tiempo y adecuarse es de sabios y valientes. Y si la vejez también se origina o se agudiza, por razones psicológicas y sociales, no olvidemos que nacimos para ser felices y coadyuvar al prójimo a ello. Por esto, me permito reconocer y felicitar a las Profesoras Manuela León G., Socorro Salomón A., Ma. Elvira Ángulo M., Laura López V. Luciana Salomón A. y Eva Ramírez por ser ejemplos deportivos, broma y risas aún en cancha a sus más de 80 años. ¡Viejas, JAMÄS, afirman con alegría!

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