La guerra política no deja nada bueno, el caso del operador del Partido Sinaloense y su amigo que desaparecieron desde la mañana del sábado pasado y que este martes tuvo su final feliz, es la muestra que en pleitos de naturaleza política los ánimos se caldean y nunca sale nada bueno para ningún bando.
Y es que mientras Héctor Melesio Cuén Ojeda, quien tiene meses acusando una persecución política contra él, su familia y la élite de la UAS, señaló que detrás el secuestro de su colaborador del PAS y de su amigo estaba el Gobierno del Estado, en su descargo el gobernador Rubén Rocha Moya deslizó la idea de un autosecuestro.
Esta actitud de ambos políticos no le hace un favor a la causa de los desaparecidos, cientos -quizá miles- de familia que buscan a sus desaparecidos con desesperanza no agradecen esta forma de hacer necropolítica.
Pero además, son las instituciones las que salen perdiendo, la sospecha de que vivimos en un estado donde prevalece la ley de la selva anida en el corazón de la ciudadanía.
Cuen y su diatriba contra medios
Por otro lado Cuén Ojeda, en su rabia contra esa supuesta persecución política, también carga con medios de comunicación a los que acusa de no publicar lo que ellos cómo partido difunden, y ahí se equivoca al señalar que son cómplices o incluso parte del crimen organizado, como declaró el domingo por la tarde cuando citó a una conferencia de última hora.
Cuén Ojeda puede estar inconforme con ciertas coberturas que no le son convenientes, pero también debe aceptar que al final tiene un micrófono en el que, como actor político, tiene su peso. Hoy se queja que tiene a medios en contra, pero con esas declaraciones menos conseguirá la empatía de la sociedad.
Es lo mismo que la teoría del autosecuestro, no abona nada a nuestra empatía con las víctimas de la desaparición, del secuestro o del delito en general. Porque entonces es fácil esgrimir argumentos para anular la responsabilidad que tienen todos los actores por conseguir una tranquilidad mediana.
Lo que es deseable es que el resto del proceso electoral transcurra con más ideas y propuestas ante un electorado enfrentado a tanta desinformación, que en pleitos, sospechosismos y situaciones de inseguridad, que ya vivimos demasiado fustigados por el día a día.
En las urnas debe ganar el pueblo. No el miedo ni las narrativas de que vamos a ser Dinamarca en 4 meses, como por ejemplo.