/ miércoles 12 de junio de 2024

A la sombra | Merary la acaparadora

Es bien sabido que a la militancia de izquierda lo que más le gusta de la derecha es su dinero. Para muestra, basta con observar a Merary Villegas Sánchez, quien siendo candidata a diputada federal por el distrito 7 de Culiacan por Morena para legislar por un tercer periodo (le cuesta dejar el hueso), no desperdició ninguna oportunidad como presidenta de Morena en Sinaloa mientras competía por seguir en el Congreso de la Unión.

No lo decimos a la ligera, el Instituto Nacional Electoral emitió un documento en el que se detalla el pago de 80 mil 356 pesos correspondientes a su pago como presidenta de Morena durante el tiempo que estuvo en campaña.

Al cuestionarla sobre este cobro, Merary Villegas aseguró que no estaba haciendo nada ilegal al recibir ese dinero, pero más que una cuestión legal se trata de prácticas poco éticas. Antes que ella, al menos en el papel, ningún candidato de ningún partido ha cobrado un cheque por un cargo que ostentara antes de un proceso electoral en el que participe.

Vistas estas prácticas, no es de extrañar que el gobernador Rubén Rocha Moya la haya acusado de acaparadora y traidora a los principios de Morena. Y es que, según el propio gobernador, Merary no solamente quería acaparar el cheque de la presidencia de Morena en Sinaloa mientras competía por no soltar el hueso en el Congreso de la Unión, también quería conseguirle un puesto a su madre, Ana Victoria Sánchez, diputada local.

Si bien las acusaciones de Rocha Moya no son algo menor, también hay que recordar al grupo político al que pertenece Villegas Sánchez. A nivel nacional se le vincula con Ignacio Mier, quien recientemente puso a temblar a la economía mexicana al declarar que se aprobaría la reforma al poder Judicial, poco favorable para los inversionistas, y a nivel local pertenece al grupo político de Luis Guillermo “el Químico” Benítez Torres.

¿Se acuerdan? “El Químico” Benítez actualmente enfrenta un proceso de juicio político luego de que su administración intentara comprar a luminarias a sobreprecio a la empresa Azteca Lighiting. También compitió para diputado local, pero la suerte no le favoreció.

En otras palabras, Merary Villegas se asocia con personas que han realizado actos cuestionables y, en última instancia, perseguidos por la justicia.

Solo hizo falta que la próxima tres veces diputada enseñara tantito el cobre para generar un desacuerdo en la cúpula sinaloense. Y no se extrañen si este caso tiene repercusiones nacionales dentro del partido.

Una vez amigos

No hay que perder de vista que Rocha Moya no perdona una vez que considera enemigo político a alguien. Ahí está Héctor Melesio Cuen, a quien no solo corrió de su gobierno sino que puso en jaque a la Universidad Autónoma de Sinaloa por sus vínculos con el Partido Sinaloense a causa de este descontento.

O a Jesús Estrada Ferreiro, a quien le organizó, junto con el Congreso del Estado, un proceso de juicio político para que dejara la alcaldía de Culiacán y poner en su lugar a su ahijado, Juan de Dios Gámez Mendívil.

Es bien sabido que a la militancia de izquierda lo que más le gusta de la derecha es su dinero. Para muestra, basta con observar a Merary Villegas Sánchez, quien siendo candidata a diputada federal por el distrito 7 de Culiacan por Morena para legislar por un tercer periodo (le cuesta dejar el hueso), no desperdició ninguna oportunidad como presidenta de Morena en Sinaloa mientras competía por seguir en el Congreso de la Unión.

No lo decimos a la ligera, el Instituto Nacional Electoral emitió un documento en el que se detalla el pago de 80 mil 356 pesos correspondientes a su pago como presidenta de Morena durante el tiempo que estuvo en campaña.

Al cuestionarla sobre este cobro, Merary Villegas aseguró que no estaba haciendo nada ilegal al recibir ese dinero, pero más que una cuestión legal se trata de prácticas poco éticas. Antes que ella, al menos en el papel, ningún candidato de ningún partido ha cobrado un cheque por un cargo que ostentara antes de un proceso electoral en el que participe.

Vistas estas prácticas, no es de extrañar que el gobernador Rubén Rocha Moya la haya acusado de acaparadora y traidora a los principios de Morena. Y es que, según el propio gobernador, Merary no solamente quería acaparar el cheque de la presidencia de Morena en Sinaloa mientras competía por no soltar el hueso en el Congreso de la Unión, también quería conseguirle un puesto a su madre, Ana Victoria Sánchez, diputada local.

Si bien las acusaciones de Rocha Moya no son algo menor, también hay que recordar al grupo político al que pertenece Villegas Sánchez. A nivel nacional se le vincula con Ignacio Mier, quien recientemente puso a temblar a la economía mexicana al declarar que se aprobaría la reforma al poder Judicial, poco favorable para los inversionistas, y a nivel local pertenece al grupo político de Luis Guillermo “el Químico” Benítez Torres.

¿Se acuerdan? “El Químico” Benítez actualmente enfrenta un proceso de juicio político luego de que su administración intentara comprar a luminarias a sobreprecio a la empresa Azteca Lighiting. También compitió para diputado local, pero la suerte no le favoreció.

En otras palabras, Merary Villegas se asocia con personas que han realizado actos cuestionables y, en última instancia, perseguidos por la justicia.

Solo hizo falta que la próxima tres veces diputada enseñara tantito el cobre para generar un desacuerdo en la cúpula sinaloense. Y no se extrañen si este caso tiene repercusiones nacionales dentro del partido.

Una vez amigos

No hay que perder de vista que Rocha Moya no perdona una vez que considera enemigo político a alguien. Ahí está Héctor Melesio Cuen, a quien no solo corrió de su gobierno sino que puso en jaque a la Universidad Autónoma de Sinaloa por sus vínculos con el Partido Sinaloense a causa de este descontento.

O a Jesús Estrada Ferreiro, a quien le organizó, junto con el Congreso del Estado, un proceso de juicio político para que dejara la alcaldía de Culiacán y poner en su lugar a su ahijado, Juan de Dios Gámez Mendívil.

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