/ sábado 8 de junio de 2019

Recuerdo de la muñeca rota

Paramédico cuenta su vivencia en fatal accidente automovilístico donde intenta salvar la vida de una bebe

CULIACÁN.- Marisol estaba en los últimos minutos de su turno, sabía que si “caía” un servicio iba a salir ya hasta la madrugada y como si fuera guión de las tragedias, el llamado llegó; “accidente con un paciente pediátrico” rezaba el mensaje. Cuando hay llamados regulares Marisol actúa muy rápido pero cuando es paciente pediátrico su velocidad aumenta y en poco menos de dos minutos ya estaba en la ambulancia junto a dos paramédicos más. Partieron de Cruz Roja ubicada en Ciudades Hermanas, detrás del COBAES 60 y el accidente fue por avenida Patria a la altura del campo de futbol de “los monarcas”.

Cinco minutos y ya estaban allí, Marisol es la primera en bajar y tras dar dos pasos en donde la aborda una mujer y le dice: “tenga, sálvela…” La joven paramédico que apenas cumplía tres meses en campo, apenas si había visto un poco de sangre y sus entrañas no estaban listas para soportar lo que se venía. Recuerda que su primer servicio fue un baleado: muchos gritos, sangre y solo se limitó a pasar las vendas a los más experimentados. Ya le habían hablado de esto, le dijeron que llorar no es una opción cuando tienes la vida de alguien en tus manos, el entrenamiento pasó por su cabeza como película en cámara rápida y sus manos temblorosas no daban crédito de toda esa seguridad que proyectaba cuando recibió su certificación de Técnico en Urgencias Médicas (TUM).

LABOR

Al oír esas palabras que la cargaron de responsabilidad, Marisol sintió que se le derrumbó el mundo, agarró fuerzas de su vocación y tomó a la pequeña bebé de apenas 28 días de nacida solo para darse cuenta que la coloración púrpura de su piel y su flacidez no eran “buena señal”. Un golpe de realidad cae sobre ella cuando el llanto de la madre resuena más fuerte que el ulular de las sirenas de la ambulancia, Marisol voltea a verla y en su semblante nota que ya conoce el estado de su hija pero se niega a admitirlo, esas lágrimas de resignación materna que a todos les duele ver.

Marisol procedió con los ejercicios de reanimación con la recién nacida, sus dedos empujaron su pecho y una secreción rosada salió de su boca junto a la sensación de cristales rotos dentro de su cuerpo hizo que Marisol rompiera en llanto. En el automóvil compacto viajaba la madre, una niña de 6 años y el padre, que manejaba en sentido contrario con la bebe en su regazo, cuando impactó al otro coche el golpe total fue absorbido por la pequeña de menos de un mes de nacida provocando que quedara atrapada entre el pecho de su progenitor y el volante del auto. Tanto la madre como la niña de 6 años sufrieron leves raspones y contusiones, el padre ileso solo declaró que no sabía que conducía de manera incorrecta, aunque los oficiales municipales y estatales que llegaron al lugar dijeron que el sujeto venía huyendo y fue detenido cuando los paramédicos revisaron sus heridas.

Marisol seguía con la pequeña en brazos y aunque estaba consiente que tenía varios minutos de haber fallecido, no quería soltarla. Había hecho suya esa desgracia y sentía una culpa tremenda de no haber salvado su vida. No sabía cómo decirle a la madre algo que ya sabían ambas pero que se atragantaba en su garganta de solo pensarlo. Llamó a otra ambulancia para que la trasladaran al hospital pediátrico y así un galeno certificado pudiera dar el fatídico diagnóstico. La joven voluntaria se quedó en el lugar del siniestro para auxiliar a los demás heridos, las lágrimas dibujaban sus mejillas y libraba una lucha interna de arremeter contra el padre o seguirle colocando vendajes, él estaba más preocupado por no ser detenido, a él no le importaba haber aplastado a su hija con su infinita ignorancia e irresponsabilidad.

El camino de regreso a la delegación fue en silencio, su mirada clavada en el retrovisor con unos ríos de maquillaje que surcaban su joven pero cansado rostro. A partir de ese momento algo se había desvanecido dentro de Marisol, y el recuerdo de esa muñeca rota jamás saldría de su memoria.

EN LA MEMORIA

Marisol sintió que se le derrumbó el mundo, agarró fuerzas de su vocación y tomó a la pequeña bebé de apenas 28 días de nacida.

REANIMACIÓN

Procedió con los ejercicios de reanimación con la recién nacida, sus dedos empujaron su pecho y una secreción rosada salió de su boca junto a la sensación de cristales rotos.

CULIACÁN.- Marisol estaba en los últimos minutos de su turno, sabía que si “caía” un servicio iba a salir ya hasta la madrugada y como si fuera guión de las tragedias, el llamado llegó; “accidente con un paciente pediátrico” rezaba el mensaje. Cuando hay llamados regulares Marisol actúa muy rápido pero cuando es paciente pediátrico su velocidad aumenta y en poco menos de dos minutos ya estaba en la ambulancia junto a dos paramédicos más. Partieron de Cruz Roja ubicada en Ciudades Hermanas, detrás del COBAES 60 y el accidente fue por avenida Patria a la altura del campo de futbol de “los monarcas”.

Cinco minutos y ya estaban allí, Marisol es la primera en bajar y tras dar dos pasos en donde la aborda una mujer y le dice: “tenga, sálvela…” La joven paramédico que apenas cumplía tres meses en campo, apenas si había visto un poco de sangre y sus entrañas no estaban listas para soportar lo que se venía. Recuerda que su primer servicio fue un baleado: muchos gritos, sangre y solo se limitó a pasar las vendas a los más experimentados. Ya le habían hablado de esto, le dijeron que llorar no es una opción cuando tienes la vida de alguien en tus manos, el entrenamiento pasó por su cabeza como película en cámara rápida y sus manos temblorosas no daban crédito de toda esa seguridad que proyectaba cuando recibió su certificación de Técnico en Urgencias Médicas (TUM).

LABOR

Al oír esas palabras que la cargaron de responsabilidad, Marisol sintió que se le derrumbó el mundo, agarró fuerzas de su vocación y tomó a la pequeña bebé de apenas 28 días de nacida solo para darse cuenta que la coloración púrpura de su piel y su flacidez no eran “buena señal”. Un golpe de realidad cae sobre ella cuando el llanto de la madre resuena más fuerte que el ulular de las sirenas de la ambulancia, Marisol voltea a verla y en su semblante nota que ya conoce el estado de su hija pero se niega a admitirlo, esas lágrimas de resignación materna que a todos les duele ver.

Marisol procedió con los ejercicios de reanimación con la recién nacida, sus dedos empujaron su pecho y una secreción rosada salió de su boca junto a la sensación de cristales rotos dentro de su cuerpo hizo que Marisol rompiera en llanto. En el automóvil compacto viajaba la madre, una niña de 6 años y el padre, que manejaba en sentido contrario con la bebe en su regazo, cuando impactó al otro coche el golpe total fue absorbido por la pequeña de menos de un mes de nacida provocando que quedara atrapada entre el pecho de su progenitor y el volante del auto. Tanto la madre como la niña de 6 años sufrieron leves raspones y contusiones, el padre ileso solo declaró que no sabía que conducía de manera incorrecta, aunque los oficiales municipales y estatales que llegaron al lugar dijeron que el sujeto venía huyendo y fue detenido cuando los paramédicos revisaron sus heridas.

Marisol seguía con la pequeña en brazos y aunque estaba consiente que tenía varios minutos de haber fallecido, no quería soltarla. Había hecho suya esa desgracia y sentía una culpa tremenda de no haber salvado su vida. No sabía cómo decirle a la madre algo que ya sabían ambas pero que se atragantaba en su garganta de solo pensarlo. Llamó a otra ambulancia para que la trasladaran al hospital pediátrico y así un galeno certificado pudiera dar el fatídico diagnóstico. La joven voluntaria se quedó en el lugar del siniestro para auxiliar a los demás heridos, las lágrimas dibujaban sus mejillas y libraba una lucha interna de arremeter contra el padre o seguirle colocando vendajes, él estaba más preocupado por no ser detenido, a él no le importaba haber aplastado a su hija con su infinita ignorancia e irresponsabilidad.

El camino de regreso a la delegación fue en silencio, su mirada clavada en el retrovisor con unos ríos de maquillaje que surcaban su joven pero cansado rostro. A partir de ese momento algo se había desvanecido dentro de Marisol, y el recuerdo de esa muñeca rota jamás saldría de su memoria.

EN LA MEMORIA

Marisol sintió que se le derrumbó el mundo, agarró fuerzas de su vocación y tomó a la pequeña bebé de apenas 28 días de nacida.

REANIMACIÓN

Procedió con los ejercicios de reanimación con la recién nacida, sus dedos empujaron su pecho y una secreción rosada salió de su boca junto a la sensación de cristales rotos.

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