/ viernes 24 de abril de 2020

Zozobra, miedo y desesperanza se vive en las calles en Culiacán

Por las avenidas semivacías hay historias de seres humanos que duelen, pero que también dan ánimos

Culiacán, Sin. La ciudad está en silencio. La poca gente que se aventura por las calles, lo hacen con cierto recelo, caminan lentamente, ensimismados en sus pensamientos.

La mayoría tiene en su mente el Cobid-19, ese virus que no los deja, porque a muchos les ha quitado el sueño, les ha quitado su trabajo, les ha quitado la seguridad de andar en la calle, les ha quitado el alimento…Les ha quitado la alegría de estar con los suyos.

Ver el semblante de cada ser humano en la calle, pega, duele.

El mendigo que ora para que la gente que circula en sus vehículos baje el vidrio y les dé para comer, porque ahora, ni siquiera en los botes de basura encuentra comida.

La madre de familia que con miedo sale en busca del alimento. Del padre que se dirige al trabajo con el temor de contagiarse y llevar el virus a casa.

La enfermera que sale de su hogar de manera sigilosa para ir a salvar vidas, siempre cuidándose de que no le hagan daño.

Foto: Efrén Cárdenas | El Sol de Sinaloa

Miroslava es madre de familia y enfermera, tiene tres hijos adolescentes y una hija casada con dos niños, y sus cuatro preocupaciones son : no poder ver a sus nietos, su salud, su seguridad y la salud de sus pacientes.

Siempre llego al hospital con zozobra, esperando de volver a ver a mis pacientes que atendí antes de irme-Miroslava


Su caminar es lento, arrastra los pies, no se sabe si es de cansancio o desesperación.

Mi cuerpo no se cansa, quisiera tener más fortaleza para apoyar a los demás. Nadie sabe lo que estamos viviendo a diario los que estamos en un hospital. Duele ver al enfermo de Covid-19, sobre todo a los adultos mayores, muchos de ellos imploran: no me quiero morir. Nos vemos atados de manos, no hay una cura, y eso es lo que más duele. Yo suplo esa falta de medicina con amor, les doy esperanzas, les digo que juntos vamos a salir de esta, les suministramos paracetamol y…Miroslava


Señala que ella sí sale a la calle con su uniforme todos los días, pero no para desafiar a la sociedad, sino para crear conciencia de que no le hacen mal a nadie.

Ser médicos o enfermeras no le hacemos mal a nadie, al contrario, estamos para cuidarlos, para que se den cuenta de que los que no nos quieren pueden en cualquier momento estar en nuestras manos y los vamos a cuidar con mucho cariño.Miroslava


Dice que con sus vecinos no ha tenido problemas, al contrario, me mandan palabras de aliento, de que no me rinda. Me agradecen lo que estoy haciendo.


También lee: Entregarán mayores insumos y equipamiento a personal de la salud


De su familia, señala que está orgullosa de sus hijos que la han apoyado totalmente.

Se cuidan y me cuidan. A diario al llegar a casa después de una larga jornada, mis hijos me tienen en la cochera agua calientita jabón, me lavo la cara, las manos, los zapatos los dejo afuera, el cubre boca lo ponemos en una bolsita con cloro para evitar contagios. Luego entro a la casa, me baño, cenamos en familia. Mis hijos me miman, me dan masajes en mis pies, en mi espalda y eso, no tiene precio: el apoyo de la familia. Siempre cuidando la sana distancia.Miroslava


Hace un llamado vehemente a los culiacanenses. “Tú que sí puedes estar en tu casa, hazlo, no desaproveches ese pase a la vida, que tu ignorancia, tu apatía o dejadez no sea un pasaporte al hospital, porque no sabes lo doloroso que es estar en medio de la incertidumbre y en muchos casos rodeado de tubos y dolores…”.




Lee más aquí



Culiacán, Sin. La ciudad está en silencio. La poca gente que se aventura por las calles, lo hacen con cierto recelo, caminan lentamente, ensimismados en sus pensamientos.

La mayoría tiene en su mente el Cobid-19, ese virus que no los deja, porque a muchos les ha quitado el sueño, les ha quitado su trabajo, les ha quitado la seguridad de andar en la calle, les ha quitado el alimento…Les ha quitado la alegría de estar con los suyos.

Ver el semblante de cada ser humano en la calle, pega, duele.

El mendigo que ora para que la gente que circula en sus vehículos baje el vidrio y les dé para comer, porque ahora, ni siquiera en los botes de basura encuentra comida.

La madre de familia que con miedo sale en busca del alimento. Del padre que se dirige al trabajo con el temor de contagiarse y llevar el virus a casa.

La enfermera que sale de su hogar de manera sigilosa para ir a salvar vidas, siempre cuidándose de que no le hagan daño.

Foto: Efrén Cárdenas | El Sol de Sinaloa

Miroslava es madre de familia y enfermera, tiene tres hijos adolescentes y una hija casada con dos niños, y sus cuatro preocupaciones son : no poder ver a sus nietos, su salud, su seguridad y la salud de sus pacientes.

Siempre llego al hospital con zozobra, esperando de volver a ver a mis pacientes que atendí antes de irme-Miroslava


Su caminar es lento, arrastra los pies, no se sabe si es de cansancio o desesperación.

Mi cuerpo no se cansa, quisiera tener más fortaleza para apoyar a los demás. Nadie sabe lo que estamos viviendo a diario los que estamos en un hospital. Duele ver al enfermo de Covid-19, sobre todo a los adultos mayores, muchos de ellos imploran: no me quiero morir. Nos vemos atados de manos, no hay una cura, y eso es lo que más duele. Yo suplo esa falta de medicina con amor, les doy esperanzas, les digo que juntos vamos a salir de esta, les suministramos paracetamol y…Miroslava


Señala que ella sí sale a la calle con su uniforme todos los días, pero no para desafiar a la sociedad, sino para crear conciencia de que no le hacen mal a nadie.

Ser médicos o enfermeras no le hacemos mal a nadie, al contrario, estamos para cuidarlos, para que se den cuenta de que los que no nos quieren pueden en cualquier momento estar en nuestras manos y los vamos a cuidar con mucho cariño.Miroslava


Dice que con sus vecinos no ha tenido problemas, al contrario, me mandan palabras de aliento, de que no me rinda. Me agradecen lo que estoy haciendo.


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De su familia, señala que está orgullosa de sus hijos que la han apoyado totalmente.

Se cuidan y me cuidan. A diario al llegar a casa después de una larga jornada, mis hijos me tienen en la cochera agua calientita jabón, me lavo la cara, las manos, los zapatos los dejo afuera, el cubre boca lo ponemos en una bolsita con cloro para evitar contagios. Luego entro a la casa, me baño, cenamos en familia. Mis hijos me miman, me dan masajes en mis pies, en mi espalda y eso, no tiene precio: el apoyo de la familia. Siempre cuidando la sana distancia.Miroslava


Hace un llamado vehemente a los culiacanenses. “Tú que sí puedes estar en tu casa, hazlo, no desaproveches ese pase a la vida, que tu ignorancia, tu apatía o dejadez no sea un pasaporte al hospital, porque no sabes lo doloroso que es estar en medio de la incertidumbre y en muchos casos rodeado de tubos y dolores…”.




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