/ sábado 24 de agosto de 2019

Una historia de enseñanza: Don Carlos Ambriz, el gitano que nunca leyó la mano

Maestro de teatro, docente y periodista, miles de aventuras han llenado sus días de experiencias y anécdotas, que bien podrían ser escritas en un libro o ser el guion de una película

Mazatlán, Sin.- Agradecido con Dios por los años que le ha dado y las aventuras que ha vivido, así se encuentra Carlos Guillermo Ambriz Magallanes, quien en sus mejores días fue mentor de teatro, maestro e incluso periodista, actividades que le han dejado recuerdos inolvidables que hoy sólo forman parte de su memoria, y que podrían ser merecedores de estar escritos en un libro o convertirse en el guion de una película.

Y es que, a sus 83 años de edad, Don Carlos ha vivido numerosas aventuras. Desde que nació, en Fresnillo, Zacatecas, su destino estaba marcado, pues tan sólo con dos meses de vida comenzó a recorrer el mundo de mano de sus abuelos, quienes eran gitanos.

Me crié fuera de México, me crié en España y en África del Norte. Porque mis abuelos eran gitanos y ellos me llevaron. Llegó la guerra de España y nos fuimos a África, luego llegó la Segunda Guerra Mundial y ya no pudimos salir, hasta que se acabó la guerra en el ’45, salimos en el ’47 ó ‘48. Viajamos a Estados Unidos y ellos murieron ahí.

Don Carlos

Al perder a sus abuelos, a Don Carlos lo llevaron a una institución controlada por el gobierno estadounidense y cuando le ofrecieron la preparación para volverse un ciudadano americano se negó rotundamente, él quería regresar a México y encontrar a sus padres.

Yo no quiero llegar a México a buscar a mis padres con otro nombre, con otra nacionalidad, así les dije. Así que me regresaron porque no quería la ciudadanía, fue así como regresé. Como no conocía a mis padres, tardé muchísimos años en verlos. Fue entonces como empecé a trabajar en lo que pude.

Ambriz Magallanes

Sus viajes y su amor por la lectura lo marcaron de por vida, ya estando en México comenzó a colaborar con grandes empresas periodísticas, como El Heraldo de México, El Universal, Excélsior, Noroeste y El Sol de Pacífico, que actualmente es El Sol de Mazatlán.

Tuve la oportunidad de escribir para varios medios de comunicación. Escribí cuentos para la revista México al Día, me fui ligando en el periodismo y trabajé mucho tiempo en el. Hice entrevistas a Dolores del Río, Octavio Paz, Carlos Fuentes y hasta a Gabriel García Márquez y así tengo unas 50 entrevistas. También estuve como corresponsal foráneo del periódico El Universal en Ciudad Juárez.

Don Carlos Ambriz


Además de haberse destacado en el ámbito del periodismo, también se formó como educador, fue ahí cuando conoció a Salvador Nervo, quien lo invitó a estudiar en la Escuela Nacional de Teatro; aceptó sin dudarlo y comenzó a reforzar su amor por las letras y su pasión por la interpretación.

“Estaba encantado, tuve otros maestros, grandes, como Gilberto Cantó y hasta el mismo Octavio Paz, de los autores de la época, porque casi todos fueron maestros. Más tarde fue cuando me trasladé a Ciudad Juárez, ahí busqué a mis padres. Siendo corresponsal de El Universal, me enteré que estaban otros Ambriz. Los encontré, viejitos, igual que como estoy yo ahora”.

México, dice, le dio todo, muchos amigos que lo apoyaron en su peregrinar, que le abrieron las puertas de sus hogares y sus corazones, los cuales fueron pieza importante en su formación y que lo convirtieron en el hombre virtuoso que hoy es, y que con orgullo y nostalgia recuerda.

Su faceta como educador

Cuando concluyó sus estudios como actor de teatro consiguió realizar numerosas obras en el extranjero, las cuales lo llevaron a recorrer el sur de América, así como numerosos países europeos, fue entonces que a su retorno a tierra azteca decidió dedicarse de lleno a la docencia; quería plantar esa pasión por el arte y lectura en otros seres humanos.

En la Universidad de Zacatecas, la de Durango, Aguascalientes, en Ciudad Juárez, conocieron al gran Don Carlos, fue entonces cuando decidió venir a Mazatlán, lugar que le atraía por su belleza y cercanía al mar, y en donde vive desde hace más de 43 años.

En tierras porteñas comenzó a trabajar en el Colegio El Pacífico, ahí permaneció cinco años, luego trabajó en la Preparatoria José Vasconcelos, donde dio clases de literatura; en el Cbtis 51, donde fue jefe de difusión cultural y tenía el taller de teatro y literatura, jubilándose de ese plantel en 1981. Más tarde llegó a la Casa Hogar.

“En Mazatlán me quedé, porque conocí a amigos mazatlecos que se portaron de maravilla conmigo […] A mí Mazatlán me dio todo lo que se puede necesitar y yo le retribuí dando clases de lectura y teatro a niños de escasos recursos en Casa Hogar. También me tocó ser en una ocasión, el director de los Juegos Florales y sobre eso me hicieron una entrevista padrísima, de quien fue director de El Sol, Francisco Chiquete, fue otra puerta abierta y me ayudó mucho”.

Don Carlos, el columnista

En El Sol del Pacífico, actualmente El Sol de Mazatlán, tenía una columna llamada Escenario, donde escribía sobre artistas, sobre difusión cultural, vida cotidiana, se sentía pleno, lleno, con esa oportunidad de poder expresarse a través de las letras.

Relató que, en sus buenos tiempos, él lograba diariamente leerse hasta cuatro títulos por día, devoraba libros con aquella inquietud de un jovencito que descubría un nuevo mundo, actualmente, la vista cansada y los dolores propios de la edad, le niegan la posibilidad de disfrutar de un libro.

Don Carlos hoy

El dolor no le permitía tener una vida normal, y pagarle a alguien por cuidarlo era difícil, fue entonces que decidió entrar al Asilo de Ancianos ‘La Inmaculada’, con el fin de tener personal que con cariño y respeto le dieran cuidado en los últimos días de su vida.

Aquí me atienden muy bien, me cuidan, yo no sabía qué hacer cuando me jubilé, no sabía cómo cuidarme. Fue entonces que hablé con la directora de aquí y le dije que le entregaría mi jubilación íntegra, a cambio de un espacio y cuidados. Me ingresaron de inmediato y aquí estoy. Viendo el pasar de los días, para mí recordar quién fui y verme ahora, es haber caído a fondo, pero no le reclamo a Dios, me dio mucha vida y muchas oportunidades.

Don Carlos Ambriz

En su silla de ruedas y con la mirada perdida en un pasado al que ya le dio vuelta de página, confesó lo que sería uno de sus sueños, volver a escribir en la sección de cultura, como en los viejos tiempos, con el fin de sentirse útil y vivo otra vez.

Aunque nunca tuvo hijos, Don Carlos no tiene arrepentimientos, no voltea atrás y desea haber vivido de otra manera, más que la que forma en la que lo ha hecho y en los mismos lugares.

HOMENAJE

Este fin de semana Don Carlos Guillermo Ambriz Magallanes recibió un homenaje en la Plazuela Zaragoza, donde se le reconoció su larga trayectoria, experiencia y entrega a la noble profesión de enseñar, y sobre todo a su pasión por la lectura.





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Mazatlán, Sin.- Agradecido con Dios por los años que le ha dado y las aventuras que ha vivido, así se encuentra Carlos Guillermo Ambriz Magallanes, quien en sus mejores días fue mentor de teatro, maestro e incluso periodista, actividades que le han dejado recuerdos inolvidables que hoy sólo forman parte de su memoria, y que podrían ser merecedores de estar escritos en un libro o convertirse en el guion de una película.

Y es que, a sus 83 años de edad, Don Carlos ha vivido numerosas aventuras. Desde que nació, en Fresnillo, Zacatecas, su destino estaba marcado, pues tan sólo con dos meses de vida comenzó a recorrer el mundo de mano de sus abuelos, quienes eran gitanos.

Me crié fuera de México, me crié en España y en África del Norte. Porque mis abuelos eran gitanos y ellos me llevaron. Llegó la guerra de España y nos fuimos a África, luego llegó la Segunda Guerra Mundial y ya no pudimos salir, hasta que se acabó la guerra en el ’45, salimos en el ’47 ó ‘48. Viajamos a Estados Unidos y ellos murieron ahí.

Don Carlos

Al perder a sus abuelos, a Don Carlos lo llevaron a una institución controlada por el gobierno estadounidense y cuando le ofrecieron la preparación para volverse un ciudadano americano se negó rotundamente, él quería regresar a México y encontrar a sus padres.

Yo no quiero llegar a México a buscar a mis padres con otro nombre, con otra nacionalidad, así les dije. Así que me regresaron porque no quería la ciudadanía, fue así como regresé. Como no conocía a mis padres, tardé muchísimos años en verlos. Fue entonces como empecé a trabajar en lo que pude.

Ambriz Magallanes

Sus viajes y su amor por la lectura lo marcaron de por vida, ya estando en México comenzó a colaborar con grandes empresas periodísticas, como El Heraldo de México, El Universal, Excélsior, Noroeste y El Sol de Pacífico, que actualmente es El Sol de Mazatlán.

Tuve la oportunidad de escribir para varios medios de comunicación. Escribí cuentos para la revista México al Día, me fui ligando en el periodismo y trabajé mucho tiempo en el. Hice entrevistas a Dolores del Río, Octavio Paz, Carlos Fuentes y hasta a Gabriel García Márquez y así tengo unas 50 entrevistas. También estuve como corresponsal foráneo del periódico El Universal en Ciudad Juárez.

Don Carlos Ambriz


Además de haberse destacado en el ámbito del periodismo, también se formó como educador, fue ahí cuando conoció a Salvador Nervo, quien lo invitó a estudiar en la Escuela Nacional de Teatro; aceptó sin dudarlo y comenzó a reforzar su amor por las letras y su pasión por la interpretación.

“Estaba encantado, tuve otros maestros, grandes, como Gilberto Cantó y hasta el mismo Octavio Paz, de los autores de la época, porque casi todos fueron maestros. Más tarde fue cuando me trasladé a Ciudad Juárez, ahí busqué a mis padres. Siendo corresponsal de El Universal, me enteré que estaban otros Ambriz. Los encontré, viejitos, igual que como estoy yo ahora”.

México, dice, le dio todo, muchos amigos que lo apoyaron en su peregrinar, que le abrieron las puertas de sus hogares y sus corazones, los cuales fueron pieza importante en su formación y que lo convirtieron en el hombre virtuoso que hoy es, y que con orgullo y nostalgia recuerda.

Su faceta como educador

Cuando concluyó sus estudios como actor de teatro consiguió realizar numerosas obras en el extranjero, las cuales lo llevaron a recorrer el sur de América, así como numerosos países europeos, fue entonces que a su retorno a tierra azteca decidió dedicarse de lleno a la docencia; quería plantar esa pasión por el arte y lectura en otros seres humanos.

En la Universidad de Zacatecas, la de Durango, Aguascalientes, en Ciudad Juárez, conocieron al gran Don Carlos, fue entonces cuando decidió venir a Mazatlán, lugar que le atraía por su belleza y cercanía al mar, y en donde vive desde hace más de 43 años.

En tierras porteñas comenzó a trabajar en el Colegio El Pacífico, ahí permaneció cinco años, luego trabajó en la Preparatoria José Vasconcelos, donde dio clases de literatura; en el Cbtis 51, donde fue jefe de difusión cultural y tenía el taller de teatro y literatura, jubilándose de ese plantel en 1981. Más tarde llegó a la Casa Hogar.

“En Mazatlán me quedé, porque conocí a amigos mazatlecos que se portaron de maravilla conmigo […] A mí Mazatlán me dio todo lo que se puede necesitar y yo le retribuí dando clases de lectura y teatro a niños de escasos recursos en Casa Hogar. También me tocó ser en una ocasión, el director de los Juegos Florales y sobre eso me hicieron una entrevista padrísima, de quien fue director de El Sol, Francisco Chiquete, fue otra puerta abierta y me ayudó mucho”.

Don Carlos, el columnista

En El Sol del Pacífico, actualmente El Sol de Mazatlán, tenía una columna llamada Escenario, donde escribía sobre artistas, sobre difusión cultural, vida cotidiana, se sentía pleno, lleno, con esa oportunidad de poder expresarse a través de las letras.

Relató que, en sus buenos tiempos, él lograba diariamente leerse hasta cuatro títulos por día, devoraba libros con aquella inquietud de un jovencito que descubría un nuevo mundo, actualmente, la vista cansada y los dolores propios de la edad, le niegan la posibilidad de disfrutar de un libro.

Don Carlos hoy

El dolor no le permitía tener una vida normal, y pagarle a alguien por cuidarlo era difícil, fue entonces que decidió entrar al Asilo de Ancianos ‘La Inmaculada’, con el fin de tener personal que con cariño y respeto le dieran cuidado en los últimos días de su vida.

Aquí me atienden muy bien, me cuidan, yo no sabía qué hacer cuando me jubilé, no sabía cómo cuidarme. Fue entonces que hablé con la directora de aquí y le dije que le entregaría mi jubilación íntegra, a cambio de un espacio y cuidados. Me ingresaron de inmediato y aquí estoy. Viendo el pasar de los días, para mí recordar quién fui y verme ahora, es haber caído a fondo, pero no le reclamo a Dios, me dio mucha vida y muchas oportunidades.

Don Carlos Ambriz

En su silla de ruedas y con la mirada perdida en un pasado al que ya le dio vuelta de página, confesó lo que sería uno de sus sueños, volver a escribir en la sección de cultura, como en los viejos tiempos, con el fin de sentirse útil y vivo otra vez.

Aunque nunca tuvo hijos, Don Carlos no tiene arrepentimientos, no voltea atrás y desea haber vivido de otra manera, más que la que forma en la que lo ha hecho y en los mismos lugares.

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Este fin de semana Don Carlos Guillermo Ambriz Magallanes recibió un homenaje en la Plazuela Zaragoza, donde se le reconoció su larga trayectoria, experiencia y entrega a la noble profesión de enseñar, y sobre todo a su pasión por la lectura.





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