Quila, Sin.- Oraciones, peticiones, sacrificios, arreglos florales y mucha fiesta, fue lo que se vivió en la tradicional celebración de la Virgen de la Candelaria en Quilá, donde como siempre desfilaron los rostros compungidos por los problemas, las largas letanías y las dolorosas inmolaciones, pero que después de contarle a su virgen sus pesares se retiran con la esperanza en alto.
Como hace más de 400 años, en este pintoresco pueblito, llegan miles de feligreses a postrarse ante “su santísima Virgen” a contarle sus cuitas y luego después de orar, suspirar y hasta llorar salen fortalecidos con esa fe que caracteriza al pueblo mexicano.
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Desde temprano una enorme romería, donde prácticamente era imposible caminar, mucho menos llegar de rodillas hasta la Virgen de Quilá fue lo que se vivió en esta fiesta católica y donde perduró la oración y la calidez por sus tradiciones.
Ya me siento más reconfortada... mi problema es muy serio, pero sé que con el manto protector de mi virgencita la voy a librar.
Doña Bárbara Oláis
Ella viene desde Guanajuato, como todos los años se apersona frente a su virgencita, pero ahora le urge un milagro “sé que mi madre purísima me lo va a conceder”.
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“Es una tradición estar aquí todos los años, pero nunca me imaginé que este año, le iba a ofrecer a la Virgen llegar de rodillas…todo por el bienestar de mi familia quien está amenazada, yo me pude escapar, no hay nada que se pueda hacer sólo un milagro…” relata mientras se cura las ampollas de sus rodillas.
En el templo, la Virgen de Quilá ataviada con su ropaje azul con gris y una mirada tierna espera pacientemente a que lleguen a postrarse a sus pies, porque como todos los años, la bajan del altar o tabernáculo para que esté entre el pueblo.
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Afuera la romería, el esplendor, la fiesta. Familias enteras llegan de diferentes lugares del estado y del país, a pagar las mandas, llevar sus niños Dios vestidos para ser bendecidos y disfrutar de la magia que ofrece el pueblo de Quilá, de su rica gastronomía, vendimia y de su variedad artística.
La fiesta por el Día de la Candelaria es ya una tradición que rebasa fronteras con la visita de miles de fieles que realizan el viaje únicamente para estar presentes en estas festividades, ver y tocar el atril donde posa la Virgen.
Las mandas son muchas y variadas, ahí está la madre parturienta que espera un alumbramiento feliz y sin riesgo, por allá está el padre que espera un milagro para que la condena a su hijo no sea larga.
“Mi hijo, lo reconozco es un mafioso, pero al final es mi hijo y no me gustaría que pase muchos años en la cárcel, desgració su vida por andar en malas compañías”, le cuenta a la Virgen.
Pero como se dice, las penas con pan son buenas, a unos pasos de donde está la Virgen, se instalaron los tradicionales puestos de tamales y champurrado, una comida tradicional para los festejos de la Candelaria, además de un sinnúmero de puestos de venta de dulces, gastronomía, ropa, calzado, enseres domésticos y alfarería, así como veladoras, flores y hasta milagros.
Por los alrededores, después de largas caminatas, hay feligreses tirados en la tierra, descansando y con la satisfacción de haber cumplido la manda que le prometieron.
Josué Alcantara, llegó de Acateje, Veracruz, acompaña a una familia sinaloense que año con año viene a las fiestas de este “pueblito y me les pegué, yo calladamente traía mi misión, agradecerle a la Virgen que haya ganado López Obrador”, dice.
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Señala que su idea era ir a la Basílica de Guadalupe, pero se le presentó esta oportunidad “la Virgen es la misma, es la madre de Dios y mi objetivo fue caminar desde el Dorado hasta aquí, ahora espero que Dios apoye al Peje, le de sabiduría para conducir este país que parece que se nos va de la mano”, dijo.
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