Culiacán, Sin.- El tráfago de la ciudad está paralizado, la tristeza y la zozobra invaden a los pocos transeúntes que se atreven a salir, la nostalgia penetra hasta en el más escéptico. Parece que las recomendaciones por el Covid-19 ahora los culiacanenses sí las están tomando en serio.
La soledad en el primer cuadro de la ciudad, hace que los sentimientos encontrados afloren. Ver a los pichones ocupar los espacios que en días pasados eran tan comunes para los culiacanenses antes del confinamiento causa pesadumbre.
Las bancas que de manera cotidiana ofrecen la posibilidad de sentarse en ellas, para descansar, para esperar, para contemplar, para encontrarse con los otros, o para conversar. Por ejemplo, los ancianos las usan para matar el aburrimiento.
En Culiacán es muy común ver a diario las tertulias de personas de la tercera edad que se pasan horas y horas conversando.
Los ancianos utilizan las bancas como una prolongación de la sala de su casa donde hacen amigos, platican o simplemente dejan pasar el tiempo observando el reality show de la vida cotidiana de los culiacanenses, hoy están vacías, el murmullo se apagó, todo sea por la salud de los longevos.
Tampoco se ve el bullicio de cada domingo, donde la gente acude a sus oficios religiosos: misas, bautizos y bodas. Todo es silencio, sólo lo rompe el gorjeo de las cientos de palomas que ahora buscan el alimento que a diario personas de buen corazón iban a alimentarlas.
Tres, cuatro gentes se aventuran por este lugar. La vida cotidiana se paralizó. No solo las palomas extrañan al ser humano que los alimenta, también los menesterosos en estos días proliferan en estos lugares, se les ve desconcertados, no tienen quien se apiade de ellos.
Igualmente los que trabajan boleando el calzado, algunos mejor se han ido a su casa debido a la falta de trabajo, otros, se aventuran a seguir en la chamba, pero con pocos resultados.
“Tenía que haber una medida drástica, ojalá no sea demasiado tarde porque la gente se sigue muriendo”, dice Guillermina Avitia, quien lamenta la soledad de la ciudad.
Es domingo. La señora que dice tener 43 años, llega a la catedral a rezar por los incrédulos, por los valientes, en ese orden los menciona “porque el quédate en casa ya es de vida o muerte. Espero que la iglesia esté abierta, si no, desde afuera le imploraré a nuestra patrona”, indica.
Después de atender a mis hijos y a mi esposo me di una escapadita a pedirle a Nuestra Señora del Rosario que es la patrona de ésta catedral basílica para que los incrédulos y los que se dicen valientes les de humildad y sabiduría para que se queden en sus casas, que se apiade de los enfermos, que les de resignación a los que han perdido a un ser querido por este virus y que todos tengan alimentos en sus hogares y que la pérdida de sus ingresos sea menos Guillermina Avitia
Gabriel Espeitia quien también llega a la Catedral a solicitar la ayuda “de la señora para que se acabe de una vez por todas esta pesadilla que estamos viviendo, ya es una situación que no la puedo describir, la gente está sufriendo y no hay nada que hacer más que resguardarnos a que pase esto”.
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Dicen que a todos nos va a dar esa pandemia, pero tenemos que cuidarnos, es cierto que muchos en sus casas no pueden hacer la sana distancia, pero debemos de hacer caso a las autoridades. Todos somos uno y así debemos de cuidarnos Gabriel Espeitia
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