Culiacán,Sin.- Payi murió esperando una computadora y una asesora para continuar sus estudios. Había sido una promesa del secretario de Educación Pública y Cultura, Juan Alfonso Mejía López, pero nunca llegó nada, sólo la inesperada muerte en un frío quirófano, sitio al que llegó para ser intervenido de un mal cardiaco.
En la escuelita temporal de la Ampliación Bicentenario, los niños extrañan mucho a Rubén Alexis, Payi, como le decían de cariño. Le han puesto unas fotografías sobre una cartulina con unos emotivos mensajes: “TE EXTRAÑAMOS”.
Él era uno de los más de 70 menores que asisten a este centro comunitario, habilitado a duras penas, en una de las zonas más pobres de Culiacán, un asentamiento irregular en donde han brotado casitas construidas con todo tipo de material a un lado del relleno sanitario norte.
Rubén Alexis fue uno de los niños (aunque ya era adolescente, su condición congénita le hacían llevar cuidados de infante) que fueron entrevistados por el titular de Sepyc durante su primera y única visita a esta escuelita temporal.
“Payi había dejado la escuela hace unos tres años por la enfermedad del corazón; el secretario le dijo que le iba a traer una computadora, y le preguntó que si se quería apuntar en la escuela, porque quería estudiar, obviamente el niño le dijo que sí, pero nunca llegó y el niño falleció”, cuenta Esmeralda Quiñones, la única maestra que se mantiene en pie de lucha.
A PUNTO DE CERRAR
El lunes 22 de marzo en que transcurre la entrevista, Esmeralda dice que las dificultades económicas tienen al plantel de actualización al borde del cierre. Días más tarde, el viernes 26, el lugar luce vacío por la mañana.
“Ya cerraron esta semana”, refiere un habitante del lugar, cuyas dos hijas eran una de las alumnas de Esmeralda.
La maestra, que tuvo que vender su camioneta para conseguir recursos y continuar con el proyecto de clases a los niños, se queja que aquella visita del secretario de Educación, quedó en puras promesas, sobre todo a Rubén Alexis, que falleció en una operación de corazón abierto hace semanas.
“Nunca vino una asesora de la que se habló, pero como te digo, se quedó esperando (Payi), él estuvo viniendo hasta el último día antes de ser operado”, relata.
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Aquella vez, recuerda, el secretario le preguntó: “¿tú quieres ir a la escuela?”
“Y él le dijo que sí, y le comentó: yo personalmente voy a venirte ayudar, y voy a mandar a una asesora”.
Esmeralda recrimina, quizá con justa razón:
“Es lo que yo me quedo pensando, si dicen, vas a ayudarle, pero si no haces nada, o sea, ¿cuándo lo vas a hacer? El problema es que aquí están los niños, ellos (los de Sepyc) dijeron que iban a gestionar los papeles, pero, si lo dices, ¿por qué no vienes? ¿Por qué no lo haces? Yo te digo, no soy una persona estudiada, que sepa mucho, ellos dijeron que iban a mandar personas expertas en el tema de los niños, pero ¿dónde están? ¿Cuándo van a venir?”.
Recuerda que ya se habla de un regreso a clases, pero por la colonia nadie se ha parado para explicar, mucho menos gestionar cómo estos niños, que ahora sin su escuela vagan por las calles, estarán volviendo a las aulas.
“Nos sentimos abandonados, olvidados; los directores de la Bicentenario y de la Loma de Rodriguera sí han venido, pero no es suficiente; ojalá las autoridades vengan a ver por los niños”, sentencia Esmeralda.
Al borde del cierre, para la pepenadora metida a maestra, cree que con el regreso a clases, sólo serán unos niños los que vuelvan. Los otros, los olvidados de siempre, continuaran en un abandono incomprensible: “¿cómo parece que con esta indiferencia le cierras el futuro a muchos niños”, reflexiona Esmeralda.
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