/ sábado 26 de octubre de 2019

No hay más parteras en Sinaloa, nos dice en Badiraguato doña Panchita

Solamente en otros estados hay mujeres que, como doña Panchita, han traído a cientos de niños al mundo

Culiacán, Sin. - ¡Las parteras no estamos en peligro de desaparecer… ya no existimos!, lamenta doña Panchita, una “comadrona” que trajo al mundo a cientos de sinaloenses, la mayoría de Badiraguato.

Sentada en el patio de su casa, observa con nostalgia su “consultorio”: un cuartito de adobe que lo conserva cerrado, porque ahí están sus recuerdos, su vida, su trabajo que le ayudó a sacar adelante a sus once hijos que los tuvo al “natural”.

De acuerdo con un estudio que hizo la Secretaría de Salud, hace más de diez años, a nivel nacional los cinco estados con más de mil parteras son Chiapas, Guerrero, Tabasco, Veracruz y Oaxaca.

En contraste, Sinaloa, Baja California Norte, Baja California Sur, Coahuila, Colima y Durango no tienen una sola partera registrada.

En el estado, en el IMSS las parteras que están registradas no atienden partos, sólo capacitan y otorgan métodos de planificación familiar, hormonales orales, inyectables y preservativos.

Doña Francisca Ochoa, con 85 años a cuestas, inició su oficio de partera a los 17 años de edad, en Badiraguato, pero dejó de ejercerlo a los 67 años, es decir, desde hace 18 años no trae un niño al mundo, lo que le da un poco de nostalgia.

Decidí dejar mi trabajo, primero por la edad, porque pudo más mi responsabilidad, por eso de que se me fuera a caer un niño; luego era mucho el desvelo, a veces apenas terminaba con un parto y venía otro, pero decidí dejarlo, porque las mujeres ya estaban pensando en la comodidad, en la cesárea.

Doña Panchita

Ella cobraba cincuenta pesos por parto “al natural”, porque las mujeres sí se animaban a parir, eran aguantadoras… “a muchos niños los saqué de patitas, los acomodaba en el vientre y así me los traía”.

Las mujeres que atendía eran de la sierra y cabecera de Badiraguato, algunas de Culiacán y municipios vecinos.

Para ella ser partera fue una vocación de amor a la vida, por ello rechaza todo lo que tenga que ver con métodos para abortar.

Yo traía niños vivos, no muertos. Asistir a las mujeres a la hora del parto, más que un trabajo era una enorme alegría, por lo que significa traer una nueva vida, era algo que no se puede describir, escuchar el llanto del bebé.

Doña Panchita

Pero lo que más la enorgullece, es que a ella nunca se le murió ni la madre, ni el bebé, “y eso que sólo utilizaba una tijera pinza para cortar el cordón y “condones de algodón que venían en sobrecitos, eso era todo”.

Doña Panchita tiene una memoria envidiable, sólo asume “olvidos” cuando se le pregunta ¿a qué familias de la sierra de Badiraguato atendió?

“Fueron muchos, la verdad no recuerdo, pero sí a la familia Caro Quintero, a los Fernández…”, dice, y luego guarda un largo silencio.

De acuerdo al INEGI, en el 2017, de los dos millones 234 mil 039 nacimientos, el 88.9% ocurrieron en hospital o clínica, mientras que en domicilio particular se atendieron 87 mil 263 partos que representan 3.9% de la población referida.

Los médicos fueron las personas que con mayor frecuencia atendieron los partos, representando 88.2% del total, seguidos de las enfermeras y parteras que representaron 4.4% y los servicios de dieron en el sur del país.

Según mismo reporte del INEGI, en 2016 hubo 22 mil 208 muertes fetales, 14 mil 542 por negligencia de médicos especializados en ginecología y obstetricia, 6 mil 305 por otros doctores, 65 por enfermeras y 121 por parteras.

Actualmente, la mayoría de los nacimientos son bajo procedimientos sobre-medicalizados, ejemplo de ello es la tasa de cesáreas practicadas que ubica al país en el cuarto sitio a nivel mundial, un lugar menos “deshonroso” como el que se ocupó en 2013, cuando se lideró el ranking.

Doña Panchita se incomoda un poco cuando se le pregunta cuál es su postura de que ahora esté de moda la cesárea y se esté olvidando el parto natural.

AHORA ES DIFERENTE

“Los doctores ya no quieren batallar”, contesta de inmediato.

Recuerda que a ella le llegaban mujeres diagnosticadas con el problema de que el bebé no estaba en posición adecuada, venía sentado, y por eso les decían “le vamos a hacer cesárea”.

Yo le acomodaba la posición del feto dentro del vientre materno y facilitar un parto natural, porque el cuerpo de la mujer está hecho para parir; algunas se iban con su médico, pero la mayoría se quedaba a que yo le diera continuidad a su parto.

Doña Panchita

Incluso, narra que tenía de vecino al doctor Francisco Ojeda, un médico muy querido en Badiraguato a quien le llegaban parturientas con el niño “atravesado”. “Me la mandaba, igual yo, si veía un parto difícil, él me apoyaba, no había celos, ni nada de eso”.

La partera dice que este oficio lo practicaba su abuela, luego su mamá, pero que ella lo aprendió a través de las misiones culturales que iban a Badiraguato y que hasta hace poco funcionaban.

Yo aprendí enfermería, me enseñaron a traer niños y desde entonces fue mi pasión…ninguna de mis hijas quiso seguir este trabajo tan bonito.

Doña Panchita

Su práctica es ancestral como la historia misma del ser humano. En Historia general de las cosas de la Nueva España, Fray Bernardino de Sahagún refiere que a la partera se le llamaba “maestra y médica” y era considerada una “persona honrada y digna de veneración”, “muy amada señora y madre nuestra espiritual”.

“Mucha gente pasa, nada más para ver el lugar donde nació, algunos llegan y me saludan. Al primero que traje al mundo es a Sergio el electricista del ayuntamiento de Badiraguato y a la última una jovencita, nieta de doña Lola”, recuerda.

Durante 50 años ejerció este oficio, dice que todavía recuerda cómo les hablaba, les secaba el sudor, las limpiaba “porque lo que requiere una mujer es tratarlas con cariño, con amor”.

Sentada en una vieja silla, la “comadrona del pueblo” narra cómo se inició en el oficio, incluso, señala que ella elaboró una especie de registro de cada uno de los nacimientos asistidos; sin embargo, la creciente del río en 1985 acabó con toda esa historia.

Ahí tenía registrado cada uno de los nacimientos que atendí…. fueron muchos, nada más échele pluma, atendía hasta dos partos por noche, otras veces uno, rara vez no tenía trabajo.

Doña Panchita

Recuerda que después del nacimiento, la madre se iba casi de inmediato “a guardar su dieta que era de 40 días a su casa”. Sin embargo, era como un ritual que la familia acompañara a la parturienta a dar a luz y en el trabajo de parto preparaban comida afuera del “consultorio”, principalmente gallina, para que de inmediato se comiera un buen caldo para fortalecerla.

La dieta, recuerda, era que la madre tomara atole blanco para tener más leche y darle pecho al niño, no comer frijoles y picantes.

Aclara que ella nunca les ponía la dieta de que no se bañaran, “pero muchas mujeres tenían la costumbre de guardar 40 días sin bañarse” …

Toda una vida…

Doña Francisca Ochoa, con 85 años a cuestas, inició su oficio de partera a los 17 años en Badiraguato, desde hace 18 años no trae un niño al mundo, lo que le da un poco de nostalgia.

Larga historia

Ella atendió a la familia Caro Quintero, y cobraba desde 50 pesos para auxiliar a las mujeres que daban a luz en Badiraguato.



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Culiacán, Sin. - ¡Las parteras no estamos en peligro de desaparecer… ya no existimos!, lamenta doña Panchita, una “comadrona” que trajo al mundo a cientos de sinaloenses, la mayoría de Badiraguato.

Sentada en el patio de su casa, observa con nostalgia su “consultorio”: un cuartito de adobe que lo conserva cerrado, porque ahí están sus recuerdos, su vida, su trabajo que le ayudó a sacar adelante a sus once hijos que los tuvo al “natural”.

De acuerdo con un estudio que hizo la Secretaría de Salud, hace más de diez años, a nivel nacional los cinco estados con más de mil parteras son Chiapas, Guerrero, Tabasco, Veracruz y Oaxaca.

En contraste, Sinaloa, Baja California Norte, Baja California Sur, Coahuila, Colima y Durango no tienen una sola partera registrada.

En el estado, en el IMSS las parteras que están registradas no atienden partos, sólo capacitan y otorgan métodos de planificación familiar, hormonales orales, inyectables y preservativos.

Doña Francisca Ochoa, con 85 años a cuestas, inició su oficio de partera a los 17 años de edad, en Badiraguato, pero dejó de ejercerlo a los 67 años, es decir, desde hace 18 años no trae un niño al mundo, lo que le da un poco de nostalgia.

Decidí dejar mi trabajo, primero por la edad, porque pudo más mi responsabilidad, por eso de que se me fuera a caer un niño; luego era mucho el desvelo, a veces apenas terminaba con un parto y venía otro, pero decidí dejarlo, porque las mujeres ya estaban pensando en la comodidad, en la cesárea.

Doña Panchita

Ella cobraba cincuenta pesos por parto “al natural”, porque las mujeres sí se animaban a parir, eran aguantadoras… “a muchos niños los saqué de patitas, los acomodaba en el vientre y así me los traía”.

Las mujeres que atendía eran de la sierra y cabecera de Badiraguato, algunas de Culiacán y municipios vecinos.

Para ella ser partera fue una vocación de amor a la vida, por ello rechaza todo lo que tenga que ver con métodos para abortar.

Yo traía niños vivos, no muertos. Asistir a las mujeres a la hora del parto, más que un trabajo era una enorme alegría, por lo que significa traer una nueva vida, era algo que no se puede describir, escuchar el llanto del bebé.

Doña Panchita

Pero lo que más la enorgullece, es que a ella nunca se le murió ni la madre, ni el bebé, “y eso que sólo utilizaba una tijera pinza para cortar el cordón y “condones de algodón que venían en sobrecitos, eso era todo”.

Doña Panchita tiene una memoria envidiable, sólo asume “olvidos” cuando se le pregunta ¿a qué familias de la sierra de Badiraguato atendió?

“Fueron muchos, la verdad no recuerdo, pero sí a la familia Caro Quintero, a los Fernández…”, dice, y luego guarda un largo silencio.

De acuerdo al INEGI, en el 2017, de los dos millones 234 mil 039 nacimientos, el 88.9% ocurrieron en hospital o clínica, mientras que en domicilio particular se atendieron 87 mil 263 partos que representan 3.9% de la población referida.

Los médicos fueron las personas que con mayor frecuencia atendieron los partos, representando 88.2% del total, seguidos de las enfermeras y parteras que representaron 4.4% y los servicios de dieron en el sur del país.

Según mismo reporte del INEGI, en 2016 hubo 22 mil 208 muertes fetales, 14 mil 542 por negligencia de médicos especializados en ginecología y obstetricia, 6 mil 305 por otros doctores, 65 por enfermeras y 121 por parteras.

Actualmente, la mayoría de los nacimientos son bajo procedimientos sobre-medicalizados, ejemplo de ello es la tasa de cesáreas practicadas que ubica al país en el cuarto sitio a nivel mundial, un lugar menos “deshonroso” como el que se ocupó en 2013, cuando se lideró el ranking.

Doña Panchita se incomoda un poco cuando se le pregunta cuál es su postura de que ahora esté de moda la cesárea y se esté olvidando el parto natural.

AHORA ES DIFERENTE

“Los doctores ya no quieren batallar”, contesta de inmediato.

Recuerda que a ella le llegaban mujeres diagnosticadas con el problema de que el bebé no estaba en posición adecuada, venía sentado, y por eso les decían “le vamos a hacer cesárea”.

Yo le acomodaba la posición del feto dentro del vientre materno y facilitar un parto natural, porque el cuerpo de la mujer está hecho para parir; algunas se iban con su médico, pero la mayoría se quedaba a que yo le diera continuidad a su parto.

Doña Panchita

Incluso, narra que tenía de vecino al doctor Francisco Ojeda, un médico muy querido en Badiraguato a quien le llegaban parturientas con el niño “atravesado”. “Me la mandaba, igual yo, si veía un parto difícil, él me apoyaba, no había celos, ni nada de eso”.

La partera dice que este oficio lo practicaba su abuela, luego su mamá, pero que ella lo aprendió a través de las misiones culturales que iban a Badiraguato y que hasta hace poco funcionaban.

Yo aprendí enfermería, me enseñaron a traer niños y desde entonces fue mi pasión…ninguna de mis hijas quiso seguir este trabajo tan bonito.

Doña Panchita

Su práctica es ancestral como la historia misma del ser humano. En Historia general de las cosas de la Nueva España, Fray Bernardino de Sahagún refiere que a la partera se le llamaba “maestra y médica” y era considerada una “persona honrada y digna de veneración”, “muy amada señora y madre nuestra espiritual”.

“Mucha gente pasa, nada más para ver el lugar donde nació, algunos llegan y me saludan. Al primero que traje al mundo es a Sergio el electricista del ayuntamiento de Badiraguato y a la última una jovencita, nieta de doña Lola”, recuerda.

Durante 50 años ejerció este oficio, dice que todavía recuerda cómo les hablaba, les secaba el sudor, las limpiaba “porque lo que requiere una mujer es tratarlas con cariño, con amor”.

Sentada en una vieja silla, la “comadrona del pueblo” narra cómo se inició en el oficio, incluso, señala que ella elaboró una especie de registro de cada uno de los nacimientos asistidos; sin embargo, la creciente del río en 1985 acabó con toda esa historia.

Ahí tenía registrado cada uno de los nacimientos que atendí…. fueron muchos, nada más échele pluma, atendía hasta dos partos por noche, otras veces uno, rara vez no tenía trabajo.

Doña Panchita

Recuerda que después del nacimiento, la madre se iba casi de inmediato “a guardar su dieta que era de 40 días a su casa”. Sin embargo, era como un ritual que la familia acompañara a la parturienta a dar a luz y en el trabajo de parto preparaban comida afuera del “consultorio”, principalmente gallina, para que de inmediato se comiera un buen caldo para fortalecerla.

La dieta, recuerda, era que la madre tomara atole blanco para tener más leche y darle pecho al niño, no comer frijoles y picantes.

Aclara que ella nunca les ponía la dieta de que no se bañaran, “pero muchas mujeres tenían la costumbre de guardar 40 días sin bañarse” …

Toda una vida…

Doña Francisca Ochoa, con 85 años a cuestas, inició su oficio de partera a los 17 años en Badiraguato, desde hace 18 años no trae un niño al mundo, lo que le da un poco de nostalgia.

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Ella atendió a la familia Caro Quintero, y cobraba desde 50 pesos para auxiliar a las mujeres que daban a luz en Badiraguato.



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