Culiacán, Sin.- A sus cortos cuatro años de edad, Valentina, una niña que hasta entonces tenía una vida “normal”, entre el kínder y las clases de gimnasia, se convirtió después en un “milagro” para su madre, Patricia Soto Rocha, cuando superó cada reto desalentador que el cáncer le ha impuesto desde junio del 2020.
“Es una guerrera”, dice su mamá de 34 años, por el casi año que la pequeña Valentina se ha sometido al tratamiento que requiere la leucemia linfoblástica aguda tipo células B, esa enfermedad que en los primeros síntomas no parecían ser un cáncer, sino solo parte de su desarrollo, por tener un dolor muscular en su brazo.
La historia de Valentina como una paciente de cáncer infantil, inició oficialmente en julio del año pasado, en uno de los periodos más críticos de la pandemia en Sinaloa, cuando después de un mes de varios estudios que no daba el diagnostico completo, un médico infectólogo detectó el problema.
La orden del especialista para Paty y su esposo, fue llevar a su hija al Hospital Pediátrico en donde la iban a estar esperando para hacerle un aspirado de médula por ser sospechosa a cáncer.
“Yo me quedé asustada, me vine al hospital y ya fue cuando la niña traía hemoglobina cuatro, le transfucieron sangre y aquí fue cuando empieza su historia, empezaron a analizarla, hacerle aspirado de médula y fue cuando arrojó ese resultado, leucemia”, recordó.
Su reacción, como el resto de los padres de niños con cáncer fue de gran impacto y preocupación por su pequeña, “fue inesperado, pero a la vez, pidiéndole a Dios y aceptándola, la verdad, aceptándola y si, pues uno se desgarra, pero enfrente de la niña uno se tiene que dar fuerzas y así, pidiéndole fuerzas a Dios para sacar a la niña adelante”.
En siete meses, Valentina ha aprendido lo que es el cáncer, ha disminuido su temor a las agujas, se ha adaptado a la vida de tener el hospital como un segundo hogar y para desgracia de sus padres, sus dos hermanas de 12 y 16 años y su familia, ha conocido el tratamiento de la terapia intensiva por dos ocasiones, en una de estas, estuvo por dos semanas intubada a causa de una bacteria (cándida) que le estaba afectando sus pulmones.
“Como que se les hace un estilo de vida a ellos, desgraciadamente, un estilo de vida de amanecer y decir, cuando voy a ir al hospital, se les hace costumbre, ella se levanta y yo le digo mañana vamos a ir al hospital a quimio y escoge su ropa, sus juguetes”, explicó.
En diciembre, cuando ya había finalizado su segunda etapa del tratamiento, fue la primera ocasión cuando ingresó a terapia intensiva, por una baja de la albúmina, temperatura, una infección y una inflamación que parecía como si le “estuvieran echando aire”, la acción del equipo médico fue operarla de emergencia.
Con muy pocas esperanzas por parte de los especialistas que pensaban que Valentina iba a tener fugas de sangre en el estómago por la inflamación, al final fue un litro de agua que tuvieron que retirarle y por una semana, la pequeña estuvo intubada, también, con malos pronósticos porque presentaba choques escépticos.
“Te diré que fue una semana, no sé, no sé cómo explicarte, pero en terapia intensiva los niños están solos porque están intubados, nosotros dormíamos afuera, nos prestaron una camionetita para dormir ahí, quitarle los asientos y ahí dormíamos, teníamos que estar día y noche en el hospital”, compartió.
En la segunda ocasión que ingresó a terapia intensiva, una semana después de navidad, la niña entró en shock otra vez y por dos semanas regresó a esta área. En ese momento, con un mayor temor y reforzando su fe a Dios, la señora Paty se cuestionaba que hizo mal, mientras ella, junto con su familia, pasaban el día buscando el medicamento que Valentina ocupaba.
Para mediados de enero, la menor salió del tratamiento sin movilidad en su cuerpo, a causa de la anestesia que le dieron y el tiempo que estuvo acostada sin moverse. Al tener ya más de un mes sin recibir una quimioterapia, le renovaron su plan que ya era solo de mantenimiento y después de un aspirado de médula, los resultados son positivos: el cuerpo de Valentina está recibiendo adecuadamente el medicamento.
“Nos cambia la vida, la vida te da un giro de 180, y uno con estos niños es vivir al día, porque un día pueden estar bien, toda la semana pueden estar bien, al otro día ya amanecen con temperatura, de mal humor y así es”, reconoció.
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A principios de febrero, Valentina cumplió cinco años, ahora su tratamiento es ir una vez por semana al hospital a quimioterapia o cada que presente un síntoma, pasando la mayor parte de su tiempo en casa haciendo uso de su gran imaginación en compañía de su mamá.
“El cáncer es una batalla que todos queremos llegar hacia el final, victoriosos y hay que tener mucha fe, yo tengo mucha fe, porque estos niños son unos guerreros y les queda la palabra guerreros, porque les pone cosas, les hacen cosas y los niños, vieras tu a Valentina y esa niña no ha pasado por todo que estás diciendo”, finalizó.
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