/ sábado 21 de agosto de 2021

Este es el minero que se convirtió en el artesano de la madera

Cristóbal, después de que sufrir un accidente, hace de la madera un arte: replicar principalmente maquinaria pesada

Culiacán, Sin.- Hablar de Cristóbal Espinoza Velarde, es hablar de lucha, de tenacidad, de amor por la vida. Cristóbal era un joven como cualquiera, con ilusiones, con deseos de superarse, y si bien es cierto que no tuvo la fortuna de prepararse en las aulas –sólo la primaria-, se entregó al trabajo.

Sin embargo, como dice una frase que Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros, Cristóbal trabajaba en una mina, era el que ponía los explosivos subterráneos y un mal día, le cayó encima unas rocas, lo que le provocó un fuerte accidente que lo dejó inmovilizado del pecho para abajo y con placas en la espalda que le sostiene la cabeza.


Ahora sus pies están inmóviles, pero que tal sus manos… sin tener conocimientos, con agilidad le dan forma a la madera, ya fabrica desde una pequeña trilladora hasta un elegante servilletero, porque su fuente de inspiración son los hombres del campo.

Cristóbal después de que sufrió el accidente –hace siete años-, vive en el Ejido el Camalote, Sindicatura de Quilá, y en un pequeño tejaban trabaja la madera con pasión, orgullo y gusto.

SU HISTORIA DE VIVA VOZ

Cristóbal, a sus 44 años, narra que a los 17 años ingresó al cuartel militar y al cumplir su contrato de tres años, liberándole su cartilla, de ahí empezó su peregrinar en busca de mejores horizontes, trabajó en una tienda de ropa en Ensenada, pero, su familia lo necesitaba y se regresó a Sinaloa a trabajar la parcela, sin embargo, la siembra de caña no resultó, volvió a trabajar en lo que le ofrecían, hasta que le llegó la oportunidad en una mina.

“Me ofrecieron trabajo en Monteverde, del Salado para arriba, donde empecé a ganar mucho mejor. Mi trabajo era de barrenacion y explosivos durante los dos años que trabajé ahí”, recuerda.

Dice que en esa mina se extraía metal, pero como no tenía permiso fue clausurada y se quedó sin trabajo, se desempeñó como chofer durante ocho meses y volvió a las minas.

Nuevamente a Monteverde, pero ahora sus patrones eran chinos, lo contrataron primero para llevar a cabo los últimos retoques a la carretera Mazatlán- Durango porque los dueños de la compañía también trabajaban la mina.

Al concluir los trabajos en la carretera, lo regresaron a la mina a hacer lo mismo que en la anterior: barrenación y explosivos.

Durante dos años la vida la sonreía, buen pago, trabajo seguro, pero no contaba que ahí iba a empezar su lucha por sobrevivir.

“En ésta mina no se hacían túneles. Al encargado de la mina como le estaban exigiendo más producto, optó porque se hiciera un túnel para cumplir las demandas. Se hizo el túnel, pero no lo aseguraron, empezamos con los explosivos y donde yo estaba se desprendió el techo me cayó en la cabeza, me quebró la columna, un pie; sólo yo fui el más dañado”.

GANAR LA BATALLA

Después de una serie de operaciones, le ganó la batalla a la muerte, pero quedó paralítico, fue pensionado.

“Se me quebró la columna, me colocaron unas placas del cuello hasta la cola, es la que me sostiene el cuerpo…me sostiene la cabeza, yo nada más siento del pecho para arriba”.

Perdió todo, su esposa lo abandonó, se llevó a sus dos hijos, “no quiso hacerse cargo de mí...”

Su familia, ahora, es su mayor apoyo, sin embargo lamenta que hace poco su mayor sostén, su hermano, falleció.

“Me quitaron mis piernas…mi hermano me cargaba para todos lados, me llevaba a Culiacán en brazos, ahora me estoy haciendo a la idea de hacer un mayor esfuerzo para hacer lo que hacía con mi hermano: vagar. Me aviento al carro para que ya no me carguen en los brazos. Ya estoy aprendiendo a hacer otras cosas, subirme a la cama, quitarme el pañal…”

Al año conoció a otra mujer originaria de Chiapas y es quien ahora lo acompaña y empuja a salir adelante.

“Por medio de un primo conocí a mi mujer actual, primero tuvimos contacto por teléfono, se dieron las cosas y ella fue la que me animó a hacer mis figuras de manera, siempre había tenido la curiosidad de trabajar la madera. Le dije que no me aventaba porque podía fracasar, tenía miedo de perder mi pensión, porque es de lo que me mantengo”, recuerda.


EMPUJE NECESARIO

Sin embargo, con el empuje de su mujer, de sus ganas de sacar el artista que traía adentro “me aventé, porque como me dijo ella, el que no arriesga no gana, lo primero que hice, fue un carrito antiguo. Empezó a gustar, me compraron varios para una navidad y así fui creciendo”.

Este artista de la madera se enfoca principalmente en hacer maquinaria pesada, desde un tractor hasta una grúa, porque es el hombre del campo y sus implementos agrícolas los que lo inspiran, pero también hace casitas para que jueguen las niñas, caballitos, servilleteros.

“Hago lo que me pidan, La gente me felicita porque me dicen que las réplicas son igualitas, las saco de fotos, de revistas, los pedidos me los hacen a través de redes sociales, ya tengo pedidos hasta febrero”.

Adaptó un tallercito con madera y láminas “primero trabajaba en mi cuarto, era muy difícil. Uso una caladora un taladro manual, inventé un tornito para hacer las llantas”.


¡Gracias a Dios y a la gente que me ha ayudado me siento realizado…!



Leer más aquí:


Culiacán, Sin.- Hablar de Cristóbal Espinoza Velarde, es hablar de lucha, de tenacidad, de amor por la vida. Cristóbal era un joven como cualquiera, con ilusiones, con deseos de superarse, y si bien es cierto que no tuvo la fortuna de prepararse en las aulas –sólo la primaria-, se entregó al trabajo.

Sin embargo, como dice una frase que Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros, Cristóbal trabajaba en una mina, era el que ponía los explosivos subterráneos y un mal día, le cayó encima unas rocas, lo que le provocó un fuerte accidente que lo dejó inmovilizado del pecho para abajo y con placas en la espalda que le sostiene la cabeza.


Ahora sus pies están inmóviles, pero que tal sus manos… sin tener conocimientos, con agilidad le dan forma a la madera, ya fabrica desde una pequeña trilladora hasta un elegante servilletero, porque su fuente de inspiración son los hombres del campo.

Cristóbal después de que sufrió el accidente –hace siete años-, vive en el Ejido el Camalote, Sindicatura de Quilá, y en un pequeño tejaban trabaja la madera con pasión, orgullo y gusto.

SU HISTORIA DE VIVA VOZ

Cristóbal, a sus 44 años, narra que a los 17 años ingresó al cuartel militar y al cumplir su contrato de tres años, liberándole su cartilla, de ahí empezó su peregrinar en busca de mejores horizontes, trabajó en una tienda de ropa en Ensenada, pero, su familia lo necesitaba y se regresó a Sinaloa a trabajar la parcela, sin embargo, la siembra de caña no resultó, volvió a trabajar en lo que le ofrecían, hasta que le llegó la oportunidad en una mina.

“Me ofrecieron trabajo en Monteverde, del Salado para arriba, donde empecé a ganar mucho mejor. Mi trabajo era de barrenacion y explosivos durante los dos años que trabajé ahí”, recuerda.

Dice que en esa mina se extraía metal, pero como no tenía permiso fue clausurada y se quedó sin trabajo, se desempeñó como chofer durante ocho meses y volvió a las minas.

Nuevamente a Monteverde, pero ahora sus patrones eran chinos, lo contrataron primero para llevar a cabo los últimos retoques a la carretera Mazatlán- Durango porque los dueños de la compañía también trabajaban la mina.

Al concluir los trabajos en la carretera, lo regresaron a la mina a hacer lo mismo que en la anterior: barrenación y explosivos.

Durante dos años la vida la sonreía, buen pago, trabajo seguro, pero no contaba que ahí iba a empezar su lucha por sobrevivir.

“En ésta mina no se hacían túneles. Al encargado de la mina como le estaban exigiendo más producto, optó porque se hiciera un túnel para cumplir las demandas. Se hizo el túnel, pero no lo aseguraron, empezamos con los explosivos y donde yo estaba se desprendió el techo me cayó en la cabeza, me quebró la columna, un pie; sólo yo fui el más dañado”.

GANAR LA BATALLA

Después de una serie de operaciones, le ganó la batalla a la muerte, pero quedó paralítico, fue pensionado.

“Se me quebró la columna, me colocaron unas placas del cuello hasta la cola, es la que me sostiene el cuerpo…me sostiene la cabeza, yo nada más siento del pecho para arriba”.

Perdió todo, su esposa lo abandonó, se llevó a sus dos hijos, “no quiso hacerse cargo de mí...”

Su familia, ahora, es su mayor apoyo, sin embargo lamenta que hace poco su mayor sostén, su hermano, falleció.

“Me quitaron mis piernas…mi hermano me cargaba para todos lados, me llevaba a Culiacán en brazos, ahora me estoy haciendo a la idea de hacer un mayor esfuerzo para hacer lo que hacía con mi hermano: vagar. Me aviento al carro para que ya no me carguen en los brazos. Ya estoy aprendiendo a hacer otras cosas, subirme a la cama, quitarme el pañal…”

Al año conoció a otra mujer originaria de Chiapas y es quien ahora lo acompaña y empuja a salir adelante.

“Por medio de un primo conocí a mi mujer actual, primero tuvimos contacto por teléfono, se dieron las cosas y ella fue la que me animó a hacer mis figuras de manera, siempre había tenido la curiosidad de trabajar la madera. Le dije que no me aventaba porque podía fracasar, tenía miedo de perder mi pensión, porque es de lo que me mantengo”, recuerda.


EMPUJE NECESARIO

Sin embargo, con el empuje de su mujer, de sus ganas de sacar el artista que traía adentro “me aventé, porque como me dijo ella, el que no arriesga no gana, lo primero que hice, fue un carrito antiguo. Empezó a gustar, me compraron varios para una navidad y así fui creciendo”.

Este artista de la madera se enfoca principalmente en hacer maquinaria pesada, desde un tractor hasta una grúa, porque es el hombre del campo y sus implementos agrícolas los que lo inspiran, pero también hace casitas para que jueguen las niñas, caballitos, servilleteros.

“Hago lo que me pidan, La gente me felicita porque me dicen que las réplicas son igualitas, las saco de fotos, de revistas, los pedidos me los hacen a través de redes sociales, ya tengo pedidos hasta febrero”.

Adaptó un tallercito con madera y láminas “primero trabajaba en mi cuarto, era muy difícil. Uso una caladora un taladro manual, inventé un tornito para hacer las llantas”.


¡Gracias a Dios y a la gente que me ha ayudado me siento realizado…!



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