Culiacán, Sin.- Eran las 10:00 horas y el sol quemaba la piel de los curiosos que se apostaron en los flancos de la avenida Álvaro Obregón. La cita: el desfile militar de La Gran Fuerza de México, una pequeña reconciliación con el Ejército para algunos o una oportunidad de renegar de la monstruosa, pero en sus momentos inoperante fuerza que se arrodilló a los Guzmán aquel "Jueves Negro".
Desde el comienzo, todo mal. El retraso de 30 minutos en su inicio no coincidía con la disciplina y marcialidad de las fuerzas castrenses. Un paseo rápido de sus nuevos integrantes llamó las miradas; el reluciente uniforme blanco de la Guardia Nacional atraía las cámaras de los celulares.
Más al frente, los 800 efectivos y elementos de la fuerza aérea. Un contingente de Fusileros Paracaidistas entonaba sus cantos llenos de patriotismo y valor. "...si he de morir, no me ha de importar, dispuesto estoy a la eternidad..." recitaban. Mientras, los asistentes les aplaudían; solo una cara del sentimiento culichi.
Cuando los himnos cesaban, se escucharon murmullos de desaprobación: "Así hubieran andado el jueves..." Otros nada más ‘se chupaban los dientes' pero ahí seguían, viendo los Rhinos zumbar su motor y los acalorados caninos jadear bajo la sombra de su compañero humano.
Los más pequeños aplaudían y miraban atónitos a sus héroes, esa edad donde la ignorancia es una virtud y el respeto a esa institución está intacto. Una sonrisa del francotirador camuflado y los ojos de los niños brillaban como faros y ahí, ahí está la confianza de un futuro mejor residiendo en esa mirada de inocencia.
El pálido desfile terminó en 14 minutos: el último contingente se perdió al fondo de la Obregón y los autos retomaron su curso. Familias sonrientes y otras no tanto compartían sus conclusiones; "¿y de qué sirve?" Se preguntó una señora mientras llevaba a su hijo de la mano.
"Estuvo muy chingón" dijo, el muchacho de playera azul antes de irse a trabajar a Coppel.
División de opiniones, como siempre. Culiacán y su realidad compleja continuaron su ritmo normal. Ese donde sin importar cuántos soldados haya en la calle seguimos con la misma receta de violencia y muertos; uno cada 8 horas.
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