/ miércoles 24 de junio de 2020

El Covid-19 precariza las profesiones

De cajera y abogado a vendedores de tortillas; de chef a vendedor de aguacates en la calle

Culiacán, Sin.- Contadores, abogados, empresarios, meseros, músicos y hasta chefs que fueron despedidos por falta de clientes debido al Covid-19, ahora, incursionan en trabajos inverosímiles que ni en sueños pensaron que algún día iban a realizar, pero nada cambia el oficio de vivir.

Oswaldo es chef, estudió en la Ciudad de México, trabajó en diversos restaurantes de la capital del país, luego se aventuró a venir a Sinaloa, concretamente a Mazatlán y hasta hace unos meses trabajaba en un restaurante de alta cocina.

"Me pagaban más o menos bien, me vine a Culiacán porque mi esposa es de aquí y tuvimos un bebé que acaba de cumplir un año. Tenía muchos sueños, estaba ahorrando para irnos a Francia donde están los mejores chef para prepararme y un día ser el mejor, pero esos sueños se derrumbaron y ahora vendo aguacates" comentó Oswaldo.

Dice que en abril, recién lo desocuparon empezó a hacer comida para llevar a domicilio, pero le fue mal.

"Se me quedaba comida, mi esposa descuidaba al bebé, el repartidor se accidentó… hasta ahí llegó nuestra incursión de restauranteros”, lamenta y espera que un día la pandemia sólo sea un mal recuerdo para volver a soñar.

Omar es contador público, trabajaba en un despacho desde hace 10 años, pero el despacho cerró ya que el jefe murió de Covid-19, además de que tenían pocos clientes.

"Ofrecíamos nuestros servicios, casi lo regalábamos. Yo iba a las salidas de los súper a ofrecer mis servicios para hacer las declaraciones a trabajadores en abril, pero las cambiaron a junio y los pocos clientes que conseguí me dijeron que iban a esperar, se me cebó, no podía aguantar más, mi hermano me convidó para irme de ayudante de albañil, tengo cuatro niños y hay que darles de comer", dijo Omar.

Foto: Efrén Cárdenas │El Sol de Sinaloa

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Luis fue empleado, payaso y ahora en plena pandemia vestido del chavo del ocho, solicita ayuda para sostener a su familia, tiene una hija de doce años.

Siempre salgo con ganas de una monedita para ayudar a la familia. He trabajado de payaso, también en empresas y en una tienda de abarrotes, me gustó el personaje del chavo y así por el momento sostengo a la familia Luis

OTROS OFICIOS

David, es mesero, se le ve por la Isla Musala, primero pedía ayuda porque había quedado sin empleo, pero se sentía mal quitarle el peso a los menesterosos a los que le hacía competencia.

"Les estaba quitando el peso a los limosneros, eso me daba vergüenza, incluso cuando comía se me hacía un nudo en la garganta al saber que quizá esa ayuda les hacía más falta a ellos, porque por la pandemia y la pobreza en la que se encuentra el país, han proliferados mucho menesterosos como yo" dijo David.

Señala que pensaba que otra cosa hacer durante la pandemia, mientras se vuelven a abrir las oportunidades.

"Me daba vuelta la cabeza, estudio sicología y trabajo para ayudar a mamá y a mi hermanita de seis años, no tenemos padre, murió hace cinco años, así que arreglé una bicicleta vieja que era de papá, ofrecí mis servicios en una farmacia, ahora entrego medicinas a domicilio. Mi pago son las propinas y la verdad, la gente ha sido muy solidaria, me ayudan mucho y yo puedo apoyar a mi familia" comentó David.

¡Llegaron las tortillas…! se escucha en la soledad de la calle Hidalgo, es Jacobo de oficio abogado, su esposa ofrecía sus servicios de cajera en un banco que acaba de cerrar sus puertas, ambos quedaron desempleados y a buscar la vida para sostener a su niña de cuatro años.

Señala que nunca se imaginaron que se iban a dedicar a vender tortillas “gracias a Dios nos va bien”.

Recuerda que su esposa y él iban a visitar a la familia de ella a un ranchito del salado, ahí ella ayudaba a su mama a hacer tortillas.

"Le gustaba tortear, pero nunca nos imaginamos que un día nos íbamos a mantener de un hobby. Al principio se quemaba, tuvo que quitarse las uñas postizas, los tacones. Me compré una moto y a diario voy a comprar la masa, arreglamos una hornilla de gas en el patio" comentó Jacobo.

"Empezamos a las seis de la mañana, mientras ella las hace y las cuece, yo le ayudo a cuidar a la niña, salgo a las ocho a venderlas, regreso, limpio el lugar. Nuevamente a las once volvemos al trabajo, salgo a vender a la una de la tarde y a veces a las siete, depende de los pedidos que me hagan para la tarde, lo importante es que haya tortillas calientitas en la mesa" dijo.








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Culiacán, Sin.- Contadores, abogados, empresarios, meseros, músicos y hasta chefs que fueron despedidos por falta de clientes debido al Covid-19, ahora, incursionan en trabajos inverosímiles que ni en sueños pensaron que algún día iban a realizar, pero nada cambia el oficio de vivir.

Oswaldo es chef, estudió en la Ciudad de México, trabajó en diversos restaurantes de la capital del país, luego se aventuró a venir a Sinaloa, concretamente a Mazatlán y hasta hace unos meses trabajaba en un restaurante de alta cocina.

"Me pagaban más o menos bien, me vine a Culiacán porque mi esposa es de aquí y tuvimos un bebé que acaba de cumplir un año. Tenía muchos sueños, estaba ahorrando para irnos a Francia donde están los mejores chef para prepararme y un día ser el mejor, pero esos sueños se derrumbaron y ahora vendo aguacates" comentó Oswaldo.

Dice que en abril, recién lo desocuparon empezó a hacer comida para llevar a domicilio, pero le fue mal.

"Se me quedaba comida, mi esposa descuidaba al bebé, el repartidor se accidentó… hasta ahí llegó nuestra incursión de restauranteros”, lamenta y espera que un día la pandemia sólo sea un mal recuerdo para volver a soñar.

Omar es contador público, trabajaba en un despacho desde hace 10 años, pero el despacho cerró ya que el jefe murió de Covid-19, además de que tenían pocos clientes.

"Ofrecíamos nuestros servicios, casi lo regalábamos. Yo iba a las salidas de los súper a ofrecer mis servicios para hacer las declaraciones a trabajadores en abril, pero las cambiaron a junio y los pocos clientes que conseguí me dijeron que iban a esperar, se me cebó, no podía aguantar más, mi hermano me convidó para irme de ayudante de albañil, tengo cuatro niños y hay que darles de comer", dijo Omar.

Foto: Efrén Cárdenas │El Sol de Sinaloa

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Luis fue empleado, payaso y ahora en plena pandemia vestido del chavo del ocho, solicita ayuda para sostener a su familia, tiene una hija de doce años.

Siempre salgo con ganas de una monedita para ayudar a la familia. He trabajado de payaso, también en empresas y en una tienda de abarrotes, me gustó el personaje del chavo y así por el momento sostengo a la familia Luis

OTROS OFICIOS

David, es mesero, se le ve por la Isla Musala, primero pedía ayuda porque había quedado sin empleo, pero se sentía mal quitarle el peso a los menesterosos a los que le hacía competencia.

"Les estaba quitando el peso a los limosneros, eso me daba vergüenza, incluso cuando comía se me hacía un nudo en la garganta al saber que quizá esa ayuda les hacía más falta a ellos, porque por la pandemia y la pobreza en la que se encuentra el país, han proliferados mucho menesterosos como yo" dijo David.

Señala que pensaba que otra cosa hacer durante la pandemia, mientras se vuelven a abrir las oportunidades.

"Me daba vuelta la cabeza, estudio sicología y trabajo para ayudar a mamá y a mi hermanita de seis años, no tenemos padre, murió hace cinco años, así que arreglé una bicicleta vieja que era de papá, ofrecí mis servicios en una farmacia, ahora entrego medicinas a domicilio. Mi pago son las propinas y la verdad, la gente ha sido muy solidaria, me ayudan mucho y yo puedo apoyar a mi familia" comentó David.

¡Llegaron las tortillas…! se escucha en la soledad de la calle Hidalgo, es Jacobo de oficio abogado, su esposa ofrecía sus servicios de cajera en un banco que acaba de cerrar sus puertas, ambos quedaron desempleados y a buscar la vida para sostener a su niña de cuatro años.

Señala que nunca se imaginaron que se iban a dedicar a vender tortillas “gracias a Dios nos va bien”.

Recuerda que su esposa y él iban a visitar a la familia de ella a un ranchito del salado, ahí ella ayudaba a su mama a hacer tortillas.

"Le gustaba tortear, pero nunca nos imaginamos que un día nos íbamos a mantener de un hobby. Al principio se quemaba, tuvo que quitarse las uñas postizas, los tacones. Me compré una moto y a diario voy a comprar la masa, arreglamos una hornilla de gas en el patio" comentó Jacobo.

"Empezamos a las seis de la mañana, mientras ella las hace y las cuece, yo le ayudo a cuidar a la niña, salgo a las ocho a venderlas, regreso, limpio el lugar. Nuevamente a las once volvemos al trabajo, salgo a vender a la una de la tarde y a veces a las siete, depende de los pedidos que me hagan para la tarde, lo importante es que haya tortillas calientitas en la mesa" dijo.








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