Culiacán, Sin. Los días, las semanas pasan lentamente, la comida se agota, no hay para pagar la luz, el agua. Las altas temperaturas pegan sin misericordia en esas casas de lámina y el coronavirus no da tregua.
Saúl Ortega sale desde temprano de su hogar de la colonia 7 gotas. Es lunes y sabe que tiene que llevar por lo menos para las tortillas. Camina sin rumbo fijo, ensimismado en sus pensamientos.
Nada lo consuela, perdió su trabajo hace más de un mes y al igual que siete de sus compañeros, no han podido encontrar un lugar para que los ocupen.
“Yo sé hacer de todo. Me ocupaba de mensajero, pero a veces hacía la limpieza, otras veces hasta contestaba el teléfono, pero el patrón ya no aguantó y tronó todo por ese virus que nos ha dejado hasta sin comer”, lamenta.
La plazuela Obregón que hace unos días lucía vacía, ahora, prácticamente es centro de reunión de los desempleados que desde temprano se reúnen para contarse sus cuitas y consolarse mutuamente.
Le tenemos más miedo a la falta de trabajo, de alimentos que al propio microbio, ese te mata si te descuidas, pero lo otro, no. Siempre hemos sido pobres, pero ahora el “Coronavirus” nos ha dejado en la miseria.
Saúl.
Dice que al igual que sus hermanos, la pobreza los persigue.
Nosotros creemos que uno de mis hermanos hace más de un mes murió de esa enfermedad, se sentía mal, vivía en la cinco de febrero, solo, se empezó a sentir mal, otro de mis hermanos nos avisó que no podía respirar, nos pidió que él lo iba a atender que no nos moviéramos, pero no pudo hacer nada, se murió, no sabemos cuánto tiempo estuvo enfermo, no se curó, porque no tenía dinero. Lo enterramos con la ayuda de los vecinos.
Saúl
Ahora Saúl se acomide en donde puede “mientras pasa este “Covirus” y a ver quién nos puede contratar, yo he pedido trabajo en restaurantes, conozco la ciudad porque mi trabajo era de mensajero, me dieron chamba en un negocio de tortas para llevar a domicilio, ahí duré una semana, me daban lo que les sobraba y era una gran ayuda para mi familia, pero regresó uno de los trabajadores y me despidieron”.
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Itza Berenice, es una joven que quedó sin trabajo, recorre negocios cerrados, esperando que algunos de ellos por suerte estén abierto y le den empleo.
Todo los días recorro la ciudad en busca de trabajo, dese hace dos meses estoy desocupada, atendía un negocio de bisutería pero se cerró y me quedé volando todo por culpa de este engendro del demonio llamado coronavirus.
Itza
Bernardino Osuna, es otro desempleado, al igual que otros que lo acompañan, no se protege para no infectarse del Covid-19 “para qué, más vale morir de esto que andar sufriendo por la vida”, señala.
Con angustia señala que ya está cansado de que la vida lo trate tan mal.
Soy pobre y honesto, me la rifo en lo que puedo, no tengo estudios porque desde niño tuve que trabajar para comer, no conocí a mis padres, últimamente estaba trabajando en una tapicería, tenía más de diez años, pero se paró la chamba, luego se cerró el negocio y ahora mi patrón y yo andamos desempleados, buscando que llevar a la casa, porque nuestros hijos tienen que comer. Bernardino
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Asegura que tiene un poco de desconfianza de que sea verdad lo del covid-19.
A veces como que no creo, por eso no uso nada de esas cosas, además aunque creyera no tenemos como para estarnos comprando esos trapos para taparnos la boca, si te va a dar, pues te da y Dios proteja a los jodidos.
Melesio Rivera tuvo que aprender a hacer malabares para poder sobrevivir.
La ciudad está tan sola como mi bolsillo, sin un alma que me ayude y poder llevar, aunque sea tortillas para los hijos.
Melesio
Dice que trabajaba como ayudante en un negocio de refrigeración.
La gente prefiere tener sus aires acondicionados sin mantenimiento a que uno entre a sus casas a darles mantenimiento, entonces, hubo recortes y me tocó a mí, esperando que ese microbio se vaya y nos permita tener trabajo para darles de comer a nuestros hijos.
Melesio
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