/ sábado 28 de noviembre de 2020

Crónicas de Ambulancia: El rescate aéreo de Pericos

Una jornada de rescate de diez horas entre barrancos y monte, un joven con esperanza y un paramédico comprometido

Culiacán, Sin.- Todavía no salía el sol en el pueblo y los estudiantes se arremolinaban para subirse al camión rentado para ir a ese viaje de estudios. Un corto camino hacia el cerro donde había una gran antena de radio comunicación. Los plebes eran puro escándalo y risas; madrugar para viajar no pesa.

Eran estudiantes de secundaria en el último viaje antes de las vacaciones de invierno. La neblina del camino al cerro hacia lento el rodar se las llantas y adentro, el escándalo juvenil siendo controlado, inútilmente, por maestras.

Cuando llegaron a la falda de la cumbre tendrían que maniobrar en zigzag para subir. Entonces 5 muchachos bajaron y se retaron a subir más rápido que el autobús. Un arroyo seco dibujaba una tangente a la cima y por ahí empezaron a correr.

El sol ya estaba sintiéndose para esa hora. El aire fresco del invierno hacía más cómoda la subida y los muchachos seguían corre y corre rumbo a la cima. En un pequeño barranco dentro del arroyo seco, uno de los plebes quiso saltarlo pero un paso en falso y el desmoronamiento de rocas lo aventó al suelo y una enorme piedra le cayó en el pecho.

Sonido hueco retumbó en el viento, sus compañeros vieron el accidente y trataron de ayudarlo pero claramente era grave. Corrieron rumbo al camión a pedir ayuda y el caos tomó el control. Una maestra consiguió hacer una llamada cuando por fin encontró cobertura de celular y ahora tendrían que esperar.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

UN DÍA DIFÍCIL

Carlos Arnold estaba trabajando temprano, fuera de guardia como paramédico él era contratista, pero esa llamada venía con voz urgente: un accidente en un cerro cerca de Pericos, un muchacho herido y vamos en helicóptero.

El en ese entonces comandante de socorristas, dejó lo que estaba haciendo y fue por su equipo a la estación. En ambulancia partieron al aeropuerto donde un helicóptero de rescate estaba esperándolo para salir.

Una odisea fue llegar y otra era bajar, el barranco donde estaba el muchacho herido era inaccesible para el helicóptero por la vegetación. Así que decidieron aterrizar en una meseta cercana y en la ambulancia de Pericos, que ya estaba ahí, acercarse lo más posible.

Carlos Arnold llegó hasta el fondo del arroyo seco y comenzó a verificar la salud del chico. Estaba consciente y respondía con claridad; tenía 15 años y le gustaba el fútbol. Plática trivial pero fundamental para mantener ocupado al paciente y verificar su estado mental.

Ya inmovilizado tenían que sacarlo de ahí. Entonces ya eran las 16:00 horas y el sol golpeaba la espalda de los paramédicos. Sacarlo a pie sería imposible así que Carlos Arnold organizó una cadena humana con los oficiales y adultos que estaban en la zona. Y el trayecto de una decena de metros hacia arriba tomó más de una hora, pero el muchacho ya estaba en una ambulancia con más urgencia que nunca de ser trasladado.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

AVISO

El aviso al piloto de que se preparara venía con respuesta inquietante: el equipo electrónico del aeronave estaba descompuesto así que no tenían luz ni geolocalización. Tenían que llegar al helicóptero antes de que se fuera la luz del sol: tenían cerca de una hora para llegar.

La ambulancia tomó camino por la pendiente hacia la meseta, tras tantas horas de servicio Carlos Arnold ya había entablado confianza con el joven. Tenía novia, le gustaba mucho hacer deporte y además no podía esconder su emoción por poder volar en un helicóptero por primera vez. A pesar de sus profundas lesiones torácicas, el muchacho tenía buena actitud y ganas de sobrevivir.

Eran las 18:00 horas cuando vieron en la distancia al helicóptero, el piloto apuraba a los paramédicos y advertía que no podía esperar más. Cuando lograron llegar y subir la camilla, el sol se había ocultado y la localización del aeronave sería a "ojo" del piloto.

Ya en el aire y con la luz de Culiacán como única guía, el muchacho seguía platicando con Carlos Arnold y le pedía que lo dejara asomarse a la ventana, que lo desamarrara un ratito. El paramédico le decía que no, que no podía por sus heridas. Pero que aguantara más.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Con el aeropuerto enfrente, el piloto esperaba que le dieran autorización de aterrizaje, cosa de dos minutos. Entonces el muchacho entró en paro, la diminuta cabina del helicóptero no daba espacio para reanimación y era urgente aterrizar ya.

Dos minutos que parecieron horas para Carlos Arnold y su paciente. Abajo ya estaba un equipo de paramédicos con herramientas de resucitación y traslado. Al bajarlo inmediatamente comenzaron a trabajar y lograron sacarlo del paro. Ahora tendrían que conducir hasta el hospital más cercano.

Gracias a una gestión de Cruz Roja y autoridades, el camino estaba despejado y escoltado por oficiales de tránsito. Semáforos en verde y calles solitarias para la ambulancia que corría contrarreloj.

Puedes leer: Crónicas de Ambulancia: Un ángel en medio de una guerra

Llegaron al hospital y el muchacho se veía desvanecer. En la recepción de urgencias cayó en paro nuevamente. Ahora trabajaban juntos médicos y paramédicos para resucitarlo; otra vez lo lograron. Y el joven pasaría a recibir atención más completa dentro del nosocomio.

Carlos Arnold entregó al muchacho y se fue con una sensación extraña y de preocupación. Eran las 10 de la noche y se dirigió a la estación de Cruz Roja. Tenía una plática pendiente con el equipo y aprovecharía para contar lo que había pasado.

Foto: Archivo │ El Sol de Sinaloa

Minutos después de iniciada la charla, una joven de radio entra a la sala e interrumpe al comandante Carlos Arnold; el joven había muerto. Un tercer paro y no logró salir de él. Los médicos lucharon pero las lesiones y el tiempo de traslado fueron demasiado.

El paramédico sintió un dolor profundo al escuchar la noticia. El muchacho con el que había platicado de su futuro y sus aficiones había muerto, toda la lucha y esfuerzo quedaron en nada en ese momento.

El comandante agradeció que le informaran y se quedó meditando. La inevitable identificación de ese muchacho con sus hijos, con los jóvenes de Cruz Roja y ese reproche a la vida por ser tan injusta.

15 años después todavía se le quiebra la voz al eterno comandante, y las memorias de ese plebe atrabancado y feliz no se le van a olvidar así como tampoco esa deuda con la vida por ser tan cruel.



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Culiacán, Sin.- Todavía no salía el sol en el pueblo y los estudiantes se arremolinaban para subirse al camión rentado para ir a ese viaje de estudios. Un corto camino hacia el cerro donde había una gran antena de radio comunicación. Los plebes eran puro escándalo y risas; madrugar para viajar no pesa.

Eran estudiantes de secundaria en el último viaje antes de las vacaciones de invierno. La neblina del camino al cerro hacia lento el rodar se las llantas y adentro, el escándalo juvenil siendo controlado, inútilmente, por maestras.

Cuando llegaron a la falda de la cumbre tendrían que maniobrar en zigzag para subir. Entonces 5 muchachos bajaron y se retaron a subir más rápido que el autobús. Un arroyo seco dibujaba una tangente a la cima y por ahí empezaron a correr.

El sol ya estaba sintiéndose para esa hora. El aire fresco del invierno hacía más cómoda la subida y los muchachos seguían corre y corre rumbo a la cima. En un pequeño barranco dentro del arroyo seco, uno de los plebes quiso saltarlo pero un paso en falso y el desmoronamiento de rocas lo aventó al suelo y una enorme piedra le cayó en el pecho.

Sonido hueco retumbó en el viento, sus compañeros vieron el accidente y trataron de ayudarlo pero claramente era grave. Corrieron rumbo al camión a pedir ayuda y el caos tomó el control. Una maestra consiguió hacer una llamada cuando por fin encontró cobertura de celular y ahora tendrían que esperar.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

UN DÍA DIFÍCIL

Carlos Arnold estaba trabajando temprano, fuera de guardia como paramédico él era contratista, pero esa llamada venía con voz urgente: un accidente en un cerro cerca de Pericos, un muchacho herido y vamos en helicóptero.

El en ese entonces comandante de socorristas, dejó lo que estaba haciendo y fue por su equipo a la estación. En ambulancia partieron al aeropuerto donde un helicóptero de rescate estaba esperándolo para salir.

Una odisea fue llegar y otra era bajar, el barranco donde estaba el muchacho herido era inaccesible para el helicóptero por la vegetación. Así que decidieron aterrizar en una meseta cercana y en la ambulancia de Pericos, que ya estaba ahí, acercarse lo más posible.

Carlos Arnold llegó hasta el fondo del arroyo seco y comenzó a verificar la salud del chico. Estaba consciente y respondía con claridad; tenía 15 años y le gustaba el fútbol. Plática trivial pero fundamental para mantener ocupado al paciente y verificar su estado mental.

Ya inmovilizado tenían que sacarlo de ahí. Entonces ya eran las 16:00 horas y el sol golpeaba la espalda de los paramédicos. Sacarlo a pie sería imposible así que Carlos Arnold organizó una cadena humana con los oficiales y adultos que estaban en la zona. Y el trayecto de una decena de metros hacia arriba tomó más de una hora, pero el muchacho ya estaba en una ambulancia con más urgencia que nunca de ser trasladado.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

AVISO

El aviso al piloto de que se preparara venía con respuesta inquietante: el equipo electrónico del aeronave estaba descompuesto así que no tenían luz ni geolocalización. Tenían que llegar al helicóptero antes de que se fuera la luz del sol: tenían cerca de una hora para llegar.

La ambulancia tomó camino por la pendiente hacia la meseta, tras tantas horas de servicio Carlos Arnold ya había entablado confianza con el joven. Tenía novia, le gustaba mucho hacer deporte y además no podía esconder su emoción por poder volar en un helicóptero por primera vez. A pesar de sus profundas lesiones torácicas, el muchacho tenía buena actitud y ganas de sobrevivir.

Eran las 18:00 horas cuando vieron en la distancia al helicóptero, el piloto apuraba a los paramédicos y advertía que no podía esperar más. Cuando lograron llegar y subir la camilla, el sol se había ocultado y la localización del aeronave sería a "ojo" del piloto.

Ya en el aire y con la luz de Culiacán como única guía, el muchacho seguía platicando con Carlos Arnold y le pedía que lo dejara asomarse a la ventana, que lo desamarrara un ratito. El paramédico le decía que no, que no podía por sus heridas. Pero que aguantara más.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Con el aeropuerto enfrente, el piloto esperaba que le dieran autorización de aterrizaje, cosa de dos minutos. Entonces el muchacho entró en paro, la diminuta cabina del helicóptero no daba espacio para reanimación y era urgente aterrizar ya.

Dos minutos que parecieron horas para Carlos Arnold y su paciente. Abajo ya estaba un equipo de paramédicos con herramientas de resucitación y traslado. Al bajarlo inmediatamente comenzaron a trabajar y lograron sacarlo del paro. Ahora tendrían que conducir hasta el hospital más cercano.

Gracias a una gestión de Cruz Roja y autoridades, el camino estaba despejado y escoltado por oficiales de tránsito. Semáforos en verde y calles solitarias para la ambulancia que corría contrarreloj.

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Llegaron al hospital y el muchacho se veía desvanecer. En la recepción de urgencias cayó en paro nuevamente. Ahora trabajaban juntos médicos y paramédicos para resucitarlo; otra vez lo lograron. Y el joven pasaría a recibir atención más completa dentro del nosocomio.

Carlos Arnold entregó al muchacho y se fue con una sensación extraña y de preocupación. Eran las 10 de la noche y se dirigió a la estación de Cruz Roja. Tenía una plática pendiente con el equipo y aprovecharía para contar lo que había pasado.

Foto: Archivo │ El Sol de Sinaloa

Minutos después de iniciada la charla, una joven de radio entra a la sala e interrumpe al comandante Carlos Arnold; el joven había muerto. Un tercer paro y no logró salir de él. Los médicos lucharon pero las lesiones y el tiempo de traslado fueron demasiado.

El paramédico sintió un dolor profundo al escuchar la noticia. El muchacho con el que había platicado de su futuro y sus aficiones había muerto, toda la lucha y esfuerzo quedaron en nada en ese momento.

El comandante agradeció que le informaran y se quedó meditando. La inevitable identificación de ese muchacho con sus hijos, con los jóvenes de Cruz Roja y ese reproche a la vida por ser tan injusta.

15 años después todavía se le quiebra la voz al eterno comandante, y las memorias de ese plebe atrabancado y feliz no se le van a olvidar así como tampoco esa deuda con la vida por ser tan cruel.



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