Culiacán, Sin.- Desde temprana hora los albañiles subieron a lo más alto de la construcción y como pudieron con alambres y mecates ataron entre las varillas una cruz de madera adornada con frescas flores, o bien con papel de vistosos colores, luego, en punto de las doce del día dejaron a un lado carretillas, palas, cal, arena, andamios, varillas y los bultos de cemento para entrarle al pescado frito, las carnitas, las bebidas y disfrutar la música, la convivencia al celebrar el Día de la Santa Cruz.
En un recorrido por diversas construcciones de la capital del estado se podían observar alegres convivios de los albañiles, mientras en un rincón reposaban las plomadas que le dan estabilidad a la construcción.
Entre bromas, dichos, bailes y cantos, dejan a un lado el arduo trabajo que a diario ejecutan a pleno sol, con más de 40 grados de temperatura, pero que a decir de ellos, “si nosotros no hacemos el hogar para los recién casados, o el edificio para un negocio, que sería una ciudad sin edificaciones y viviendas”.
Si bien es cierto que las obras en Culiacán todavía no están al cien por ciento, por la pandemia del Covid-19, este año, si hubo festejos.
¡Ahora si saquen las caguamas…! grita Juventino Mata, un albañil con más de 15 años de experiencia, en hacer “residencias”, aclara.
Explica que van a festejar su día como nunca “hasta que el cuerpo aguante, porque nos vamos a desquitar de la calaca que nos ha quitado a compañeros por los contagios”, menciona.
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En medio de la chunga, los albañiles ríen, cuentan sus experiencias. Unos lo hacen con la picardía mexicana y otros más reservados aseguran que no volverán a hacer chistes a costa de otros porque eso les ha costado hasta el trabajo.,
Juventino narra que a él no le gusta tratar con mujeres cuando de obra se trate, ya que tiene muy malas experiencias.
“Hace años, casi cuando empecé, una doña de las quintas me habló para que le hiciera un trabajito, al explicarle le dije que al terminar la puesta del piso, había que echar una lechita, la palabra le pareció incorrecta, es más casi “me golpea, me dijo que era un lépero, le explique que era una mezcal muy aguada, como lechita para cubrir los espacios que queda entre el piso”.
Dice que el año pasado la mayoría de los albañiles no tuvieron festejo, cervezas, carnitas o barbacoa que compra el patrón o el arquitecto encargado de la obra. Tampoco tuvieron la oportunidad de colocar una cruz con flores o moños de colores en el lugar más alto de la edificación.
“Muchos estábamos sin trabajo, otros tirados en la cama porque estaban contagiados, otros tenían luto. La verdad nunca hemos creído que los cifras de enfermos y muertos por el Covid que da el gobierno sea cierto, en nuestro gremio, estaba de la ching… no sabíamos quién nos podía contagiar, pero la verdad, muchos no hacían caso y nunca se cuidaron, parece que ahora como que ya estamos agarrando la onda, ya tenemos más conciencia, nos cuidamos un poquito más que el año pasado”, señala
También cuenta que ya dejó de bulear a las mujeres que pasan, ya que un día le dijo a muchacha que pasaba por la obra “tanta carne y yo en cuaresma” y la gordita era esposa del “maistro”,
En medio del olor a carnitas y pozole que degustan cinco albañiles y algunos familiares, Junventino contrito recuerda: perdí mi trabajo y eso me sirvió de experiencia para no gritar más desde la obra.
"Esto es un merecido reconocimiento a su labor, a su esfuerzo, a su desgaste físico; sin ellos no podríamos hacer realidad ninguna obra", señaló Juan Ignacio Ríos, ingeniero de la obra mientras brindaba con sus trabajadores
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