/ jueves 19 de septiembre de 2019

A un año de la Depresión Tropical 19-E, la ayuda que nunca llegó...

Desilusión entre víctimas de inundaciones de esa tormenta; solo recibieron colchones podridos

Culiacán,Sin.- Sentado frente a su casa, en la colonia Seis de Enero, el joven Antonio Obeso recuerda que hace un año creció y se desbordó el arroyo “El Piojo”, se llevó su auto compacto, el agua se metió a su casa, mojó todos sus muebles y se despertó porque el oleaje movía el colchón sobre el que estaba dormido.

Al otro lado de la ciudad, en el sector de Valle Alto, la señora Angelina Castro también mira su casa desde enfrente, recargada en su auto. El agua también se metió a su casa y le destruyó todos sus muebles. Dos casas frontales a la suya están abandonadas y otras dos de la misma calle “Hacienda del Valle” tienen el anuncio “Se vende”.

En el sector norte, en la colonia Agustina Ramírez, Reynaldo Rojas y su familia también tuvieron la misma mala experiencia. El nivel del agua subió más de medio metro, no tanto como en Valle Alto, donde alcanzó cerca del metro y medio, igual que en la Seis de Enero. Pero, igual, perdió sus muebles.

A un año de esa tragedia patrimonial, porque prácticamente perdieron todos sus muebles, también recuerdan que firmaron papeles y más papeles y sus nombres eran incluidos en diversas listas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y de otras dependencias. Les dijeron que les entregarían diversos apoyos.

“Hasta me aprendí el número del nuevo teléfono que acaba de comprar, de tanto que me lo pedían”, dice Angelina Castro al momento de mostrar una sonrisa amarga para ilustrar que todo eso fue “dioquis”. Pasaron los días, las semanas y meses, y a un año de esa inundación, no le llegó ningún apoyo.

EL DILUVIO DEL QUE NO SE AVISÓ

El 20 de septiembre del 2018, cerca de las 8:00 horas se vino el diluvio. Un día antes, en el Mar de Cortez por primera vez en la historia reciente se había formado una Depresión Tropical, le pusieron el nombre de 19-E, por ser la número 19 que se formaba en la temporada de ciclones. El pronóstico era que se desplazara hacia el norte, pero se mantuvo estacionada, dejando un mundo de lluvia en Culiacán que hizo desbordarse arroyos y canales e inundó colonias enteras.

Ya muchos padres habían ido a dejar a sus hijos a la escuela. Nunca se les avisó que se suspenderían clases por las fuertes lluvias. Al ver el diluvio, se regresaron a las escuelas a recogerlos y ponerlos a salvo, pero se arriesgaron de ser arrastrados por los ríos que se formaron en la ciudad.

A otros, como al joven Antonio Obeso, el agua se les metió silenciosamente a su casa y se despertó porque ya estaba inundado. Su vivienda está por la calle Rey Baltazar, a una cuadra donde tres mujeres fueron arrastradas por la fuerte corriente del arroyo El Piojo, y de las cuales solo dos fueron encontradas sin vida. De la tercera ya no se supo dónde quedó su cuerpo.

Cuando el agua bajó, Antonio y muchos vecinos afectados por la inundación recibieron la visita de diversas autoridades, quienes le llevaron una exigua despensa alimenticia, y en cambio llegaron brigadas de ciudadanos con alimentos preparados, agua embotellada, ropa, cobijas y artículos diversos de limpieza, como jabón, desinfectantes y muchas escobas.

Al paso de los días recibió un “colchón apestoso” que tuvo que tirar. Le volvieron a entregar otro que todavía tiene.

COLCHONES CONTAMINADOS

La historia de los “colchones apestosos” ya es muy conocida. Se dijo que hasta estaban contaminados. Por ese caso aún se lleva a cabo un proceso penal contra un funcionario de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Estado.

Jesús Alberto Jacobo de la Rosa es otro vecino de la colonia Seis de Enero. Su casa también se inundó y perdió todos sus muebles. Pero tuvo una afectación que sus vecinos no tuvieron.

Cuando llegó el camión cargado de esos “colchones apestosos”, se ofreció como voluntario para repartirlos entre sus vecinos. Anduvo cargando muchos colchones. Al paso de los días, en su antebrazo derecho le salió una especie de ampolla, grande, como de tres centímetros de diámetro.

A un año de distancia, muestra el brazo y ahí está la huella de esa ampolla que si bien ya no es ampolla aparece como mancha.

“Todavía me da comezón. Yo creo que no se me va a aliviar del todo. Me pongo de la pomada ‘De la Campaña’ y nomás no se me alivia”, dice al momento de extender su brazo.

Igual que Antonio, recuerda que le pidieron muchas veces su nombre completo para anotarlo en varias listas y garantizar con ello nuevos apoyos. Ya pasó un año y no llegó ningún apoyo más.

Lo que sí se ve de diferente, es que en la orilla del arroyo donde cayeron las tres mujeres que fueron arrastradas, ya tiene un blanco barandal metálico, igual que en la otra orilla.

BARANDAL CON EL FONDEN

El fraccionamiento Santa Fe colinda con un cerro, del que sale un arroyo y que atraviesa éste y otros fraccionamientos hasta llegar a Infonavit Humaya y finalmente llega al río Culiacán por un costado de las colonias Juntas de Humaya y Flores Magón.

Este arroyo se desbordó ese 19 de septiembre e inundó todos estos fraccionamientos. Desde Santa Fe hasta la Agustina Ramírez, ya muestra también un barandal blanco metálico.

“Este barandal es lo único que hemos visto de los apoyos del Fonden (Fondo Nacional para Desastres Naturales)”, dice la señora Ramona Moreno, vecina del fraccionamiento Jardín del Pedregal, y precisa que será cosa de un mes que lo terminaron de instalar apenas.

A ella también le tocó un “colchón apestoso”, una colchoneta y una despensa. Nada más. No hubo más apoyos.

Esos mismos apoyos fueron para los vecinos de Santa Fe que colindan con el citado arroyo, y también les tocaron de los “colchones apestosos”.

Este arroyo corre por medio del bulevar Constelación, a cuyos lados también se pueden apreciar casas en venta y casas abandonadas. Sus moradores ya no quisieron saber de una nueva inundación.

En la colonia Agustina Ramírez, el señor Reynaldo Rojas cuenta que tiene 28 años viviendo aquí, y confiesa que le cuesta trabajo buscar otro lugar para cambiar de domicilio.

Ello, a pesar de que ya lleva dos inundaciones, la del huracán “Manuel” y la de la Depresión Tropical 19-E.

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VALLE ALTO, ZONA INUNDABLE

En Valle Alto, la señora Angelina Castro también cuenta esas dos mismas inundaciones.

Ella, dice, recibió un paquete de galletas y sopa. Nada más, “ni siquiera esos colchones llenos de mierda”. Su vivienda es de una planta, el agua subió a más de un metro y perdió todos sus muebles.

Buscando volver a adquirir muebles, recuerda que se anotó en varias listas para recibir apoyos, pero nunca le llegó nada. “Todo fue pura faramalla”.

Recuera que vieron llegar un camión cargado con colchones, pero nada más vieron eso. Los colchones no se repartieron.

Ante ese nulo apoyo, empezó a comprar muebles de segunda y también algunos que le regalaron sus parientes y amistades.

Dice que la piensa para comprar muebles nuevos, pues el riesgo de nuevas inundaciones persiste.

La desesperanza que le generó esa falta de apoyos institucional, la manifiesta en la pregunta que le hace al reportero: “Qué vamos a ganar con esa publicación”.



LA TORMENTA

El 19 de septiembre de 2018 se formó la tormenta tropical 19-E que primero golpeó el norte de Sinaloa. Un día después viró hacia el centro del estado, y el cielo se cayó sobre Culiacán. Cientos de habitantes del norte de la ciudad, en menos de una hora, perdieron todo su patrimonio. Nunca recibieron ayuda.


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Al otro lado de la ciudad, en el sector de Valle Alto, la señora Angelina Castro también mira su casa desde enfrente, recargada en su auto. El agua también se metió a su casa y le destruyó todos sus muebles. Dos casas frontales a la suya están abandonadas y otras dos de la misma calle “Hacienda del Valle” tienen el anuncio “Se vende”.

En el sector norte, en la colonia Agustina Ramírez, Reynaldo Rojas y su familia también tuvieron la misma mala experiencia. El nivel del agua subió más de medio metro, no tanto como en Valle Alto, donde alcanzó cerca del metro y medio, igual que en la Seis de Enero. Pero, igual, perdió sus muebles.

A un año de esa tragedia patrimonial, porque prácticamente perdieron todos sus muebles, también recuerdan que firmaron papeles y más papeles y sus nombres eran incluidos en diversas listas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y de otras dependencias. Les dijeron que les entregarían diversos apoyos.

“Hasta me aprendí el número del nuevo teléfono que acaba de comprar, de tanto que me lo pedían”, dice Angelina Castro al momento de mostrar una sonrisa amarga para ilustrar que todo eso fue “dioquis”. Pasaron los días, las semanas y meses, y a un año de esa inundación, no le llegó ningún apoyo.

EL DILUVIO DEL QUE NO SE AVISÓ

El 20 de septiembre del 2018, cerca de las 8:00 horas se vino el diluvio. Un día antes, en el Mar de Cortez por primera vez en la historia reciente se había formado una Depresión Tropical, le pusieron el nombre de 19-E, por ser la número 19 que se formaba en la temporada de ciclones. El pronóstico era que se desplazara hacia el norte, pero se mantuvo estacionada, dejando un mundo de lluvia en Culiacán que hizo desbordarse arroyos y canales e inundó colonias enteras.

Ya muchos padres habían ido a dejar a sus hijos a la escuela. Nunca se les avisó que se suspenderían clases por las fuertes lluvias. Al ver el diluvio, se regresaron a las escuelas a recogerlos y ponerlos a salvo, pero se arriesgaron de ser arrastrados por los ríos que se formaron en la ciudad.

A otros, como al joven Antonio Obeso, el agua se les metió silenciosamente a su casa y se despertó porque ya estaba inundado. Su vivienda está por la calle Rey Baltazar, a una cuadra donde tres mujeres fueron arrastradas por la fuerte corriente del arroyo El Piojo, y de las cuales solo dos fueron encontradas sin vida. De la tercera ya no se supo dónde quedó su cuerpo.

Cuando el agua bajó, Antonio y muchos vecinos afectados por la inundación recibieron la visita de diversas autoridades, quienes le llevaron una exigua despensa alimenticia, y en cambio llegaron brigadas de ciudadanos con alimentos preparados, agua embotellada, ropa, cobijas y artículos diversos de limpieza, como jabón, desinfectantes y muchas escobas.

Al paso de los días recibió un “colchón apestoso” que tuvo que tirar. Le volvieron a entregar otro que todavía tiene.

COLCHONES CONTAMINADOS

La historia de los “colchones apestosos” ya es muy conocida. Se dijo que hasta estaban contaminados. Por ese caso aún se lleva a cabo un proceso penal contra un funcionario de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Estado.

Jesús Alberto Jacobo de la Rosa es otro vecino de la colonia Seis de Enero. Su casa también se inundó y perdió todos sus muebles. Pero tuvo una afectación que sus vecinos no tuvieron.

Cuando llegó el camión cargado de esos “colchones apestosos”, se ofreció como voluntario para repartirlos entre sus vecinos. Anduvo cargando muchos colchones. Al paso de los días, en su antebrazo derecho le salió una especie de ampolla, grande, como de tres centímetros de diámetro.

A un año de distancia, muestra el brazo y ahí está la huella de esa ampolla que si bien ya no es ampolla aparece como mancha.

“Todavía me da comezón. Yo creo que no se me va a aliviar del todo. Me pongo de la pomada ‘De la Campaña’ y nomás no se me alivia”, dice al momento de extender su brazo.

Igual que Antonio, recuerda que le pidieron muchas veces su nombre completo para anotarlo en varias listas y garantizar con ello nuevos apoyos. Ya pasó un año y no llegó ningún apoyo más.

Lo que sí se ve de diferente, es que en la orilla del arroyo donde cayeron las tres mujeres que fueron arrastradas, ya tiene un blanco barandal metálico, igual que en la otra orilla.

BARANDAL CON EL FONDEN

El fraccionamiento Santa Fe colinda con un cerro, del que sale un arroyo y que atraviesa éste y otros fraccionamientos hasta llegar a Infonavit Humaya y finalmente llega al río Culiacán por un costado de las colonias Juntas de Humaya y Flores Magón.

Este arroyo se desbordó ese 19 de septiembre e inundó todos estos fraccionamientos. Desde Santa Fe hasta la Agustina Ramírez, ya muestra también un barandal blanco metálico.

“Este barandal es lo único que hemos visto de los apoyos del Fonden (Fondo Nacional para Desastres Naturales)”, dice la señora Ramona Moreno, vecina del fraccionamiento Jardín del Pedregal, y precisa que será cosa de un mes que lo terminaron de instalar apenas.

A ella también le tocó un “colchón apestoso”, una colchoneta y una despensa. Nada más. No hubo más apoyos.

Esos mismos apoyos fueron para los vecinos de Santa Fe que colindan con el citado arroyo, y también les tocaron de los “colchones apestosos”.

Este arroyo corre por medio del bulevar Constelación, a cuyos lados también se pueden apreciar casas en venta y casas abandonadas. Sus moradores ya no quisieron saber de una nueva inundación.

En la colonia Agustina Ramírez, el señor Reynaldo Rojas cuenta que tiene 28 años viviendo aquí, y confiesa que le cuesta trabajo buscar otro lugar para cambiar de domicilio.

Ello, a pesar de que ya lleva dos inundaciones, la del huracán “Manuel” y la de la Depresión Tropical 19-E.

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VALLE ALTO, ZONA INUNDABLE

En Valle Alto, la señora Angelina Castro también cuenta esas dos mismas inundaciones.

Ella, dice, recibió un paquete de galletas y sopa. Nada más, “ni siquiera esos colchones llenos de mierda”. Su vivienda es de una planta, el agua subió a más de un metro y perdió todos sus muebles.

Buscando volver a adquirir muebles, recuerda que se anotó en varias listas para recibir apoyos, pero nunca le llegó nada. “Todo fue pura faramalla”.

Recuera que vieron llegar un camión cargado con colchones, pero nada más vieron eso. Los colchones no se repartieron.

Ante ese nulo apoyo, empezó a comprar muebles de segunda y también algunos que le regalaron sus parientes y amistades.

Dice que la piensa para comprar muebles nuevos, pues el riesgo de nuevas inundaciones persiste.

La desesperanza que le generó esa falta de apoyos institucional, la manifiesta en la pregunta que le hace al reportero: “Qué vamos a ganar con esa publicación”.



LA TORMENTA

El 19 de septiembre de 2018 se formó la tormenta tropical 19-E que primero golpeó el norte de Sinaloa. Un día después viró hacia el centro del estado, y el cielo se cayó sobre Culiacán. Cientos de habitantes del norte de la ciudad, en menos de una hora, perdieron todo su patrimonio. Nunca recibieron ayuda.


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