/ miércoles 3 de febrero de 2021

La Ingobernable

Cuando escucho la palabra “ingobernable” recuerdo aquella visita a un centro de rehabilitación para hacer una donación, donde le pregunte a una interna porque estaba ahí. “Por puta”, me respondió y trague saliva como si fuera aceite. Estaba frente a una niña de 12 años con antecedentes de experiencias sexuales; me inquieto pensar si a esa edad fue su elección, o motivo de acoso, abuso o de una violación por parte de un tío, primo, vecino, conocido de la familia, padre, o padrastro. En todo caso el Código Penal de Sinaloa establece en el art. 180 la violación equiparada y castigo con pena de prisión de diez a treinta años “al que sin violencia realice cópula con persona menor de catorce años”.

La política pública contra las adicciones ha sido deficiente, moralista y punitiva. Los centros de rehabilitación en el país y en Sinaloa han sido muy cuestionados, ahí se recluyen por manifestación de voluntad de los padres, madres o tutores (as) a quienes presentan conductas de adulterio, vagancia, adicción al juego, alcohol y drogas. Y es común entre el personal que labora, los y las internas utilizar el término “ingobernable”.

Ante el estigma social que recae en las mujeres con adicciones “ingobernable” se ha vuelto un adjetivo calificativo denigrante. La postura de sus propias familias, de la sociedad y de las instituciones cuando se trata de mujeres con adicciones y sobre todo si son jóvenes es de rechazo, de maltrato, y discriminación, pero en el caso de feminicidios ha sido una justificación y parte de la normalización de la violencia de género hacia las mujeres.

El 03 de septiembre de 2020 dos jóvenes mujeres de 14 y 16 años fueron encontradas muertas y calcinadas en el ejido el Huizache, Costa Rica, en Culiacán, Sinaloa, llevaban días desparecidas. La sociedad lamentaba el hecho y se encontraba inquieta, requerían respuestas de una noticia que evidenciaba saña y crueldad.

La prensa al entrevistar a la ex procuradora del Sistema de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del DIF Culiacán acerca de los avances en la investigación respondió “eran niñas ingobernables” … “son adolescentes que ya entran en problemática con muchachos vagos, que no estudian y que ambas vienen de familia disfuncional, familias con padres separados, padres adictos y ahí esta la problemática, desde ahí viene creciendo … La madre de una de ellas es adicta” tal y como fue publicado en distintos portales y medios de noticias.

La respuesta de Liliana Pimentel Villalobos, servidora pública políticamente cercana a un alcalde que ha llamado “estúpidas” a las leyes de equidad de género” (que por cierto no hay alguna ley titulada así) en un municipio declarado con alerta de violencia de género, y con record de estar en los primeros lugares consecutivamente año tras año por el registro de incidencia delictiva de feminicidios, conduce a cuestionar la falta de sensibilidad, de vocación y de capacitación en atención a las víctimas y la ciudadanía en general.

Con y a pesar de los más de 10 casos por violaciones a los derechos humanos cometidos por el estado mexicano, la Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado desde el 2009 respecto al deber y obligación de proteger la honra y la dignidad de las victimas, y por ello como medida de garantía y no repetición se le ha ordenado a México implementar programas de sensibilización y capacitación para el funcionariado, este tipo de expresiones no han podido ser erradicadas.

“La ingobernable” es un lugar común, donde se puede abandonar a una persona cuya presencia o conducta es incomoda en el paisaje, en ese lugar donde es difícil salir y solo están esperando que falles para continuar con los tramites de estigmatización de una persona, sin importar su edad o sexo, aunque por lo regular se refieren a mujeres.

Que paradoja que ingobernable sea el termino que utiliza un servidor (a) público cuando se abandona a su suerte a alguien que no interesa, cuando es sabido por todos que el ejercicio que menos hacen los aparatos obesos institucionales son precisamente los de gobernabilidad.

Cuando escucho la palabra “ingobernable” recuerdo aquella visita a un centro de rehabilitación para hacer una donación, donde le pregunte a una interna porque estaba ahí. “Por puta”, me respondió y trague saliva como si fuera aceite. Estaba frente a una niña de 12 años con antecedentes de experiencias sexuales; me inquieto pensar si a esa edad fue su elección, o motivo de acoso, abuso o de una violación por parte de un tío, primo, vecino, conocido de la familia, padre, o padrastro. En todo caso el Código Penal de Sinaloa establece en el art. 180 la violación equiparada y castigo con pena de prisión de diez a treinta años “al que sin violencia realice cópula con persona menor de catorce años”.

La política pública contra las adicciones ha sido deficiente, moralista y punitiva. Los centros de rehabilitación en el país y en Sinaloa han sido muy cuestionados, ahí se recluyen por manifestación de voluntad de los padres, madres o tutores (as) a quienes presentan conductas de adulterio, vagancia, adicción al juego, alcohol y drogas. Y es común entre el personal que labora, los y las internas utilizar el término “ingobernable”.

Ante el estigma social que recae en las mujeres con adicciones “ingobernable” se ha vuelto un adjetivo calificativo denigrante. La postura de sus propias familias, de la sociedad y de las instituciones cuando se trata de mujeres con adicciones y sobre todo si son jóvenes es de rechazo, de maltrato, y discriminación, pero en el caso de feminicidios ha sido una justificación y parte de la normalización de la violencia de género hacia las mujeres.

El 03 de septiembre de 2020 dos jóvenes mujeres de 14 y 16 años fueron encontradas muertas y calcinadas en el ejido el Huizache, Costa Rica, en Culiacán, Sinaloa, llevaban días desparecidas. La sociedad lamentaba el hecho y se encontraba inquieta, requerían respuestas de una noticia que evidenciaba saña y crueldad.

La prensa al entrevistar a la ex procuradora del Sistema de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del DIF Culiacán acerca de los avances en la investigación respondió “eran niñas ingobernables” … “son adolescentes que ya entran en problemática con muchachos vagos, que no estudian y que ambas vienen de familia disfuncional, familias con padres separados, padres adictos y ahí esta la problemática, desde ahí viene creciendo … La madre de una de ellas es adicta” tal y como fue publicado en distintos portales y medios de noticias.

La respuesta de Liliana Pimentel Villalobos, servidora pública políticamente cercana a un alcalde que ha llamado “estúpidas” a las leyes de equidad de género” (que por cierto no hay alguna ley titulada así) en un municipio declarado con alerta de violencia de género, y con record de estar en los primeros lugares consecutivamente año tras año por el registro de incidencia delictiva de feminicidios, conduce a cuestionar la falta de sensibilidad, de vocación y de capacitación en atención a las víctimas y la ciudadanía en general.

Con y a pesar de los más de 10 casos por violaciones a los derechos humanos cometidos por el estado mexicano, la Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado desde el 2009 respecto al deber y obligación de proteger la honra y la dignidad de las victimas, y por ello como medida de garantía y no repetición se le ha ordenado a México implementar programas de sensibilización y capacitación para el funcionariado, este tipo de expresiones no han podido ser erradicadas.

“La ingobernable” es un lugar común, donde se puede abandonar a una persona cuya presencia o conducta es incomoda en el paisaje, en ese lugar donde es difícil salir y solo están esperando que falles para continuar con los tramites de estigmatización de una persona, sin importar su edad o sexo, aunque por lo regular se refieren a mujeres.

Que paradoja que ingobernable sea el termino que utiliza un servidor (a) público cuando se abandona a su suerte a alguien que no interesa, cuando es sabido por todos que el ejercicio que menos hacen los aparatos obesos institucionales son precisamente los de gobernabilidad.