¿Dónde nació Jesucristo?

Mateo y Lucas afirman que Cristo nació en Belén

Francisco Fonseca N.

  · domingo 30 de diciembre de 2018

Foto: Especial

||Tercera parte de cuatro||

Mencionaré algo sobre la controvertida fecha del nacimiento de Jesús. Tanto Mateo como Lucas señalan el nacimiento "en los días de Herodes, rey de Judea" y, en consecuencia antes del año tres a. de C. Sin embargo, Lucas dice que Jesús comenzaba a ser como de 30 años cuando lo bautizó Juan "en el año 15 del imperio de Tiberio", es decir en el 28-29 d. de C.; de esta suerte el nacimiento de Cristo vendría a corresponder al año dos o uno a. de C.

Añade Lucas que "en aquellos días salió un edicto de parte de Augusto César para que toda la tierra fuese empadronada". Tertuliano registra noticia de un censo en Judea realizado por Saturnino, gobernador de Siria en los años ocho o siete a. de C.; de ser este el censo a que se refiere Lucas, el nacimiento de Cristo habría que colocarlo antes del año seis a. de C. Por si fuera poco, además se ignora en qué mes y día tuvo lugar.

Mateo y Lucas afirman que Cristo nació en Belén, 10 kilómetros al sur de Jerusalén; la familia se trasladó a Nazaret de Galilea. Sus padres le dieron el nombre de "Yeshu'a", que significa "ayuda de Yahvé"; los griegos convirtieron dicho nombre en "Jesous", y los romanos en "lesus". Era miembro de una familia numerosa.

El escritor francés Joseph Ernest Renán habla constantemente de los hermanos y hermanas de Jesús, y en ciertos casos hasta de amigas y mujeres del galileo, versiones obviamente no aceptadas por la Iglesia Católica. Estas teorías le costaron a Renán ser llamado "blasfemo europeo" por Pío Noveno. Los evangelistas no nos dicen gran cosa de la juventud de Cristo. Algunos historiadores suponen, lo escribí alguna vez, que el galileo vivió durante algún tiempo en la secta de los esenios, en los monasterios que se ubicaban junto al mar Muerto y que hoy son ruinas calladas y misteriosas de Qumrán.

Josefo y Filón están de acuerdo en subrayar el respeto general que se manifestaba a los esenios. Declara el primero que éstos sobrepasaban en virtud a los griegos y a los bárbaros, y habían conseguido mantener durante años un alto nivel de disciplina. Josefo vuelve a hablar: "No hacen caso del peligro y triunfan sobre el dolor gracias a una voluntad resuelta. Consideran que la muerte, si llega con honor, es mejor que la inmortalidad".

Pero lo que más impresiona, es la semejanza de los esenios con los cristianos. Tenemos la doctrina de la continuidad humana, la práctica del baño ritual, del cual el bautismo fue un rasgo sobresaliente y el comunismo practicado entre los primitivos cristianos.

Ahora bien, entre los rollos se encontró un manuscrito extraño; era el Manual de Disciplina de una primitiva orden monástica. Josefo estudió en este Manual que la conducta de los esenios concuerda casi exactamente con Jesús. Sabemos por ejemplo, que el principio esenio de la confraternidad humana se combinaba con una rigurosa jerarquía.

Debía pronunciar terribles juramentos, como practicar la piedad hacia Dios y observar la justicia respecto de los hombres. Jura también que no causará daño a nadie, que odiará para siempre lo injusto y luchará por lo justo; que mantendrá constantemente la fe en los hombres, que en el caso de obtener autoridad, no abusará jamás de ella ni, a causa de su ropa o a causa de algún otro signo de superioridad, se permitirá exceder en brillantez a los que están subordinados; que será eternamente un amante de la verdad y que pondrá en evidencia a los mentirosos; que mantendrá sus manos alejadas del robo, que no ocultará nada a los miembros de la secta y tampoco descubrirá ninguno de sus secretos a los extraños, aun cuando sea torturado hasta la muerte. Jura que preservará los libros de la secta y los nombres de los ángeles.

También se habla de la teoría, según la cual, el ritual de la Última Cena deriva de su esencia de la secta. Siempre que se reunían 10 para un banquete, debian tomar asiento de acuerdo con un orden de prioridad; presidían el sacerdote y el mesías. El grupo no podía tocar ni el pan ni el vino hasta que el sacerdote lo hubiere bendecido y tomara parte de ellos.

El aire que se respiraba en la época estaba cargado de tensión religiosa. Millares de judíos aguardaban ansiosamente al redentor de Israel. La magia, la brujería, los demonios y los ángeles, la posesión y el exorcismo, los milagros y las profecías, la adivinación y la astrología eran aceptadas en todas partes. Los taumaturgos recorrían las ciudades. Lo que a Jesús le despertó su fervor religioso fue la predicación de Juan el Bautista, hijo de Isabel, prima de María, su madre. (Continuaré)

pacofonn@yahoo.com.mx

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