/ miércoles 8 de abril de 2020

Con mi planeta en pausa

La Pachamama, le dicen algunos, la “Gaia”, la llaman otros, para referirse a nuestra hermosa y sagrada Madre Tierra.

Mazatlán, Sin.- Viajó desde muy lejos un enemigo de la humanidad, un virus al que dieron por nombre COVID-19 Sigiloso y con mucha prisa ha llegado ya a muchos rincones del planeta, y también a nuestro puerto de Mazatlán, para acecharnos, acosarnos, amenazarnos e intimidarnos.

Las pandemias, han sido parte de la historia de la humanidad durante siglos. Se tienen registros de una de las primeras de la historia en el año 1580. La última, la más grave en la historia reciente fue la gripe de 1918, en ocasiones denominada “gripe española”. Se estima que infectó a unos 500 millones de personas o un tercio de la población mundial y mató a unos 50 millones en todo el mundo.

Hoy, nos encontramos justo en medio de una inminente amenaza, y no puedo evitar plantearme la situación con la ingenua metáfora de sentir que tenemos que sujetarnos muy fuerte ante una ola que se nos viene encima, que no sabemos qué trae con ella ni sabemos si su devastación será de un tamaño dantesco, o no. Hay algunos que en medio de su temor recurren a su fe, otros, se agarran muy fuerte de lo que pueden –de su Dios, de sus Santos, de su Virgen, de sus familiares a puertas y ventanas cerradas- para poder sentir la certeza, la paz y la seguridad que les ha sido tambaleada.

Hemos comprendido ya, que la vida puede cambiar de un segundo a otro. Y cambió, tan rápido, que ni cuenta nos dimos. Comprendimos ya, que somos tan frágiles, más de lo que creíamos. Que los países del mundo son como un mismo país, que los mares aunque cambien de nombre por el trazado geográfico, son nuestro mismo mar, y que China nunca estuvo tan cerca de nuestro puerto como lo está hoy, pues lo que empezó mal con ellos, nos lastima y nos hace daño hoy a nosotros en tiempo real, sin desfase; que nos lacera la cordura y nos golpea la paz, y nos arranca para siempre a quienes más amamos de nuestro lado.

Ignoramos el origen del virus, y más allá de saber si su existencia es el producto de una creación de laboratorio, como tanto se ha especulado, o por un mero accidente de la naturaleza -y otras teorías más que existen en torno a su origen-, el daño mayor ya está hecho, y esto nos conduce obligadamente a otro estado de la percepción y del planteamiento de nuestra realidad.


Dolorosas han sido las medidas impuestas por las autoridades de nuestra ciudad y nuestro Estado, y del país entero, pero también, acertadas y necesarias para poder mitigar y eliminar el peligro de contagio y los fatales efectos. Han cerrado los hoteles emblemáticos del puerto, tanto los de tradición como los de reciente creación. Nos han negado el libre tránsito en nuestra propia ciudad. Nos han cerrado ya el acceso a nuestras playas. No hay más escuelas, oficinas públicas y privadas ni instituciones en operación, ni restaurantes, ni cines, ni plazas, centros comerciales ni parques. Nos han prohibido la convivencia grupal y toda actividad lúdica y de esparcimiento que sea afuera de nuestros domicilios. Nos han dicho que no nos demos más abrazos, que los besos y las manifestaciones de amor y de afecto no están más permitidos, que los dejemos para otro tiempo, para otra realidad.

…Y, de pronto, nos comprometieron totalmente nuestra cotidianeidad; y de un sopetón, nos pusieron la vida -en pausa-.

Nos apartaron de nuestra cotidianeidad, se detuvo la industria, y con ello, salimos de la escena, y los lugares que dejamos, en muy poco espacio de tiempo, se han comenzado a recuperar del daño que les habíamos hecho; se han comenzado a aclarar las aguas de los mares, de los ríos y lagos; ha comenzado a salir hierba en espacios y suelos que de tanto transitarlos los habíamos tenido sin vida, casi infértiles. Se tienen avistamientos de animales que desde hace muchas décadas no se tenían; pareciera que la fauna ha comenzado a recuperar sus espacios. Se ha comenzado a limpiar el aire, y…¡no ha sido magia! Este ha sido el efecto que genera nuestra ausencia, pues somos la presencia que depreda la vida de la flora y fauna, pues no hemos sabido respetar la vida de nuestro entorno ni del suelo que nos alimenta, y hoy -a la mala- le estamos haciendo un bien al planeta con el triste y lamentable cobro de vidas humanas, lo cual nos vuelve esto una factura emocional muy alta por pagar.

El mensaje es claro, la mercadotecnia nos ha creado necesidades y nos ha logrado convencer de que así es, y con ello, nos hemos vuelto consumistas dependientes de productos, artículos y bienes de consumo que son manufacturados con un muy alto costo ambiental. Me refiero a los derivados del petróleo, como ropa, utensilios de cocina, calzado, llantas, etc. Es necesario que volteemos a ver a las empresas que ofrecen artículos y bienes de consumo que son fabricados con procesos amables con el medio ambiente, con sistemas de producción que no lastimen el aire, la tierra, nuestros ríos y el mar. Afortunadamente, cada vez son más empresas que nos ofertan este tipo de productos. El gobierno debe de evaluar y apostar por las energías verdes, y cambiar la forma de cómo se han venido haciendo las cosas. Y si tarda en dar este paso, es nuestro deber como ciudadanos asumir el compromiso ético y moral de crear la conciencia de un consumo responsable. Gestionar un cambio en lo individual, y así, al sumar las voluntades podamos conseguir el cambio que tanto necesitamos.


En cuanto a los cambios en lo individual se refiere, y para ser un poco más claro, te explicaré lo importante que es tu decisión a la hora de consumir y gastarte el dinero que tanto esfuerzo y trabajo te cuesta ganar. Es muy probable que te preguntes a qué se debe que el tomate, la cebolla, incluso la gasolina, esta tan barata últimamente. En tiempos de crisis, al no haber dinero para gastar, a los negocios se les acumula su mercancía, y es entonces que deciden bajar sus precios con la intención de vender aunque esto sea más barato; los negocios necesitan sacar su productos y liberar sus estantes para dar la bienvenida a la nueva mercancía. Es exactamente lo mismo que está pasando con la gasolina, al ser un derivado del petróleo, ha caído su precio en el mercado. El petróleo -y cualquier otro bien- no vale nada sin una sociedad de consumo. ¡Así de importante eres!, pues eres tú quien manda, eres tú quien decide a quien comprarle y a quien no, y de manera directa decides quien permanecerá con sus negocios. Es aquí justamente en donde radica la importancia de tener la información en tus manos para poder comprender tu entorno, para construirte una opinión objetiva y certera sobre el sistema, y sobre la vida misma.

La Pachamama, le dicen algunos, la “Gaia”, la llaman otros, para referirse a nuestra hermosa y sagrada Madre Tierra. Ella es indulgente y es sabia, y su generosidad nos da la oportunidad nuevamente de ver lo que estamos haciendo mal mostrándonos cómo se encuentra ella sin nosotros. Es necesario comprender que nosotros la necesitamos a ella para poder vivir. Ella, no es quien necesita de nosotros para poder hacerlo.

El ego y la soberbia del humano que le asigna un valor inferior a toda la vida que le rodea y que equivocadamente lo hace sentir superior a ella, y la ha destruido y modificado a su capricho.
¿En qué nos hemos convertido? Somos la suma de cada daño que generamos al río contaminado, del cordero que bajó de la montaña y murió por haber bebido agua del lago envenenado, de la desaparición de insectos de los microclimas de cada una de las regiones de nuestro país, de la masiva desaparición de abejas, agentes polinizadores imprescindibles para nuestro existir. De la extracción desequilibrada de petróleo desde las entrañas de nuestra tierra, de la extracción del gas que generan por la fracturación hidráulica, también conocido como –fracking-, que genera tanto daño y compromete principalmente nuestros mantos freáticos (mantos freáticos se refiere a las corrientes de agua que circulan en el subsuelo), y que mantienen con vida a nuestros árboles, fauna y demás vegetación.

La forma en que enfrentemos esta y todas nuestras crisis personales y comunitarias, nos dibujan de cuerpo entero como las personas que realmente somos. Esta situación, si estamos dispuestos, puede conducirnos a la introspección para replantearnos nuestro existir, para hacer cambios y corregir, para morir al ego, al falso Ser, a la forma perversa que solemos tener en la forma en que nos conducimos y nos relacionamos con los demás en nuestros entornos. Esta es una oportunidad para transformar, para soltar, para renacer en nuestra mejor versión de nosotros mismos.

Ya no podemos y no debemos regresar a la normalidad, por que esa “normalidad” era precisamente el problema. Este es el inicio de una nueva era para la raza humana, en el que deberá imperar la empatía, el amor y respeto por la naturaleza y la alta conciencia.
Te necesitas fuerte, no temeroso ni temerosa, te necesitas vibrando alto, con la certeza de que todo pasará y que estarás bien, que te tienes a tí fuerte y suficiente, para volver a empezar.

Te puede interesar: ¿Cómo pasar exitosamente este tiempo de cuarentena?

Esta pandemia es un escandaloso llamado de atención a nuestros gobiernos, pues vino a demostrarnos que no debemos escatimar en designar presupuestos robustos para la investigación científica, la salud y el desarrollo tecnológico.

Será el deber de nuestras autoridades poner este tema sobre la mesa para una minuciosa revisión y análisis, que deberán derivar en modificaciones sustanciales en materia de las políticas públicas de nuestro país. Pues, las decisiones que se tomen podrán afectar nuestras vidas total y permanentemente.






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Mazatlán, Sin.- Viajó desde muy lejos un enemigo de la humanidad, un virus al que dieron por nombre COVID-19 Sigiloso y con mucha prisa ha llegado ya a muchos rincones del planeta, y también a nuestro puerto de Mazatlán, para acecharnos, acosarnos, amenazarnos e intimidarnos.

Las pandemias, han sido parte de la historia de la humanidad durante siglos. Se tienen registros de una de las primeras de la historia en el año 1580. La última, la más grave en la historia reciente fue la gripe de 1918, en ocasiones denominada “gripe española”. Se estima que infectó a unos 500 millones de personas o un tercio de la población mundial y mató a unos 50 millones en todo el mundo.

Hoy, nos encontramos justo en medio de una inminente amenaza, y no puedo evitar plantearme la situación con la ingenua metáfora de sentir que tenemos que sujetarnos muy fuerte ante una ola que se nos viene encima, que no sabemos qué trae con ella ni sabemos si su devastación será de un tamaño dantesco, o no. Hay algunos que en medio de su temor recurren a su fe, otros, se agarran muy fuerte de lo que pueden –de su Dios, de sus Santos, de su Virgen, de sus familiares a puertas y ventanas cerradas- para poder sentir la certeza, la paz y la seguridad que les ha sido tambaleada.

Hemos comprendido ya, que la vida puede cambiar de un segundo a otro. Y cambió, tan rápido, que ni cuenta nos dimos. Comprendimos ya, que somos tan frágiles, más de lo que creíamos. Que los países del mundo son como un mismo país, que los mares aunque cambien de nombre por el trazado geográfico, son nuestro mismo mar, y que China nunca estuvo tan cerca de nuestro puerto como lo está hoy, pues lo que empezó mal con ellos, nos lastima y nos hace daño hoy a nosotros en tiempo real, sin desfase; que nos lacera la cordura y nos golpea la paz, y nos arranca para siempre a quienes más amamos de nuestro lado.

Ignoramos el origen del virus, y más allá de saber si su existencia es el producto de una creación de laboratorio, como tanto se ha especulado, o por un mero accidente de la naturaleza -y otras teorías más que existen en torno a su origen-, el daño mayor ya está hecho, y esto nos conduce obligadamente a otro estado de la percepción y del planteamiento de nuestra realidad.


Dolorosas han sido las medidas impuestas por las autoridades de nuestra ciudad y nuestro Estado, y del país entero, pero también, acertadas y necesarias para poder mitigar y eliminar el peligro de contagio y los fatales efectos. Han cerrado los hoteles emblemáticos del puerto, tanto los de tradición como los de reciente creación. Nos han negado el libre tránsito en nuestra propia ciudad. Nos han cerrado ya el acceso a nuestras playas. No hay más escuelas, oficinas públicas y privadas ni instituciones en operación, ni restaurantes, ni cines, ni plazas, centros comerciales ni parques. Nos han prohibido la convivencia grupal y toda actividad lúdica y de esparcimiento que sea afuera de nuestros domicilios. Nos han dicho que no nos demos más abrazos, que los besos y las manifestaciones de amor y de afecto no están más permitidos, que los dejemos para otro tiempo, para otra realidad.

…Y, de pronto, nos comprometieron totalmente nuestra cotidianeidad; y de un sopetón, nos pusieron la vida -en pausa-.

Nos apartaron de nuestra cotidianeidad, se detuvo la industria, y con ello, salimos de la escena, y los lugares que dejamos, en muy poco espacio de tiempo, se han comenzado a recuperar del daño que les habíamos hecho; se han comenzado a aclarar las aguas de los mares, de los ríos y lagos; ha comenzado a salir hierba en espacios y suelos que de tanto transitarlos los habíamos tenido sin vida, casi infértiles. Se tienen avistamientos de animales que desde hace muchas décadas no se tenían; pareciera que la fauna ha comenzado a recuperar sus espacios. Se ha comenzado a limpiar el aire, y…¡no ha sido magia! Este ha sido el efecto que genera nuestra ausencia, pues somos la presencia que depreda la vida de la flora y fauna, pues no hemos sabido respetar la vida de nuestro entorno ni del suelo que nos alimenta, y hoy -a la mala- le estamos haciendo un bien al planeta con el triste y lamentable cobro de vidas humanas, lo cual nos vuelve esto una factura emocional muy alta por pagar.

El mensaje es claro, la mercadotecnia nos ha creado necesidades y nos ha logrado convencer de que así es, y con ello, nos hemos vuelto consumistas dependientes de productos, artículos y bienes de consumo que son manufacturados con un muy alto costo ambiental. Me refiero a los derivados del petróleo, como ropa, utensilios de cocina, calzado, llantas, etc. Es necesario que volteemos a ver a las empresas que ofrecen artículos y bienes de consumo que son fabricados con procesos amables con el medio ambiente, con sistemas de producción que no lastimen el aire, la tierra, nuestros ríos y el mar. Afortunadamente, cada vez son más empresas que nos ofertan este tipo de productos. El gobierno debe de evaluar y apostar por las energías verdes, y cambiar la forma de cómo se han venido haciendo las cosas. Y si tarda en dar este paso, es nuestro deber como ciudadanos asumir el compromiso ético y moral de crear la conciencia de un consumo responsable. Gestionar un cambio en lo individual, y así, al sumar las voluntades podamos conseguir el cambio que tanto necesitamos.


En cuanto a los cambios en lo individual se refiere, y para ser un poco más claro, te explicaré lo importante que es tu decisión a la hora de consumir y gastarte el dinero que tanto esfuerzo y trabajo te cuesta ganar. Es muy probable que te preguntes a qué se debe que el tomate, la cebolla, incluso la gasolina, esta tan barata últimamente. En tiempos de crisis, al no haber dinero para gastar, a los negocios se les acumula su mercancía, y es entonces que deciden bajar sus precios con la intención de vender aunque esto sea más barato; los negocios necesitan sacar su productos y liberar sus estantes para dar la bienvenida a la nueva mercancía. Es exactamente lo mismo que está pasando con la gasolina, al ser un derivado del petróleo, ha caído su precio en el mercado. El petróleo -y cualquier otro bien- no vale nada sin una sociedad de consumo. ¡Así de importante eres!, pues eres tú quien manda, eres tú quien decide a quien comprarle y a quien no, y de manera directa decides quien permanecerá con sus negocios. Es aquí justamente en donde radica la importancia de tener la información en tus manos para poder comprender tu entorno, para construirte una opinión objetiva y certera sobre el sistema, y sobre la vida misma.

La Pachamama, le dicen algunos, la “Gaia”, la llaman otros, para referirse a nuestra hermosa y sagrada Madre Tierra. Ella es indulgente y es sabia, y su generosidad nos da la oportunidad nuevamente de ver lo que estamos haciendo mal mostrándonos cómo se encuentra ella sin nosotros. Es necesario comprender que nosotros la necesitamos a ella para poder vivir. Ella, no es quien necesita de nosotros para poder hacerlo.

El ego y la soberbia del humano que le asigna un valor inferior a toda la vida que le rodea y que equivocadamente lo hace sentir superior a ella, y la ha destruido y modificado a su capricho.
¿En qué nos hemos convertido? Somos la suma de cada daño que generamos al río contaminado, del cordero que bajó de la montaña y murió por haber bebido agua del lago envenenado, de la desaparición de insectos de los microclimas de cada una de las regiones de nuestro país, de la masiva desaparición de abejas, agentes polinizadores imprescindibles para nuestro existir. De la extracción desequilibrada de petróleo desde las entrañas de nuestra tierra, de la extracción del gas que generan por la fracturación hidráulica, también conocido como –fracking-, que genera tanto daño y compromete principalmente nuestros mantos freáticos (mantos freáticos se refiere a las corrientes de agua que circulan en el subsuelo), y que mantienen con vida a nuestros árboles, fauna y demás vegetación.

La forma en que enfrentemos esta y todas nuestras crisis personales y comunitarias, nos dibujan de cuerpo entero como las personas que realmente somos. Esta situación, si estamos dispuestos, puede conducirnos a la introspección para replantearnos nuestro existir, para hacer cambios y corregir, para morir al ego, al falso Ser, a la forma perversa que solemos tener en la forma en que nos conducimos y nos relacionamos con los demás en nuestros entornos. Esta es una oportunidad para transformar, para soltar, para renacer en nuestra mejor versión de nosotros mismos.

Ya no podemos y no debemos regresar a la normalidad, por que esa “normalidad” era precisamente el problema. Este es el inicio de una nueva era para la raza humana, en el que deberá imperar la empatía, el amor y respeto por la naturaleza y la alta conciencia.
Te necesitas fuerte, no temeroso ni temerosa, te necesitas vibrando alto, con la certeza de que todo pasará y que estarás bien, que te tienes a tí fuerte y suficiente, para volver a empezar.

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Esta pandemia es un escandaloso llamado de atención a nuestros gobiernos, pues vino a demostrarnos que no debemos escatimar en designar presupuestos robustos para la investigación científica, la salud y el desarrollo tecnológico.

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