/ viernes 8 de abril de 2022

Una mirada general de la violencia hacia las mujeres

La violencia hacia las mujeres no es algo “natural o normal” como se ha dicho a través de los años, nuestro sistema de creencias, prácticas, costumbres y entramado jurídico, así nos lo han hecho saber; el papel de las instituciones ha sido deficiente, y ha favorecido a la impunidad y la justificación de los agresores a través de los prejuicios y estereotipos de género que cuestionan, culpan y revictimizan a quienes la padecen.

En nuestro país, hace apenas 16 años y en Sinaloa, 15, que se estableció una definición de la violencia hacia las mujeres, en la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia como “Cualquier conducta de acción u omisión, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico o sexual en la mujer, tanto en el ámbito privado como en el público”.

Con este concepto se identifican los tipos de la violencia, psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, y recientemente en marzo 2022 se añadió la violencia en contra de los derechos reproductivos. Por ámbito se refiere a las modalidades de ocurrencia, la violencia familiar, en el noviazgo, laboral y docente, comunitaria, institucional, feminicida, obstétrica, y en la política. Son aquellas conductas que se dan en la calle, parques, transporte público, comunidad, escuelas, instituciones, áreas de la salud, medios de comunicación, política, entre otras.

Al mencionar que este tipo de violencia es hacia las mujeres, por el hecho de serlo, basada en su género, como señala la ley, implica a aquellos roles, y estereotipos de género socioculturalmente asignados que colocan a las mujeres en situaciones de inferioridad y a los hombres en posiciones de poder, a aquellas prácticas y costumbres que encajonan a las mujeres en espacios como el hogar, el cuidado de los hijos (as), y de la familia; así como en empleos de menor reconocimiento social y remuneración y caracterizarlas como bonitas, tiernas, sumisas, calladas y abnegadas. Mientras que los hombres son relacionados con características de fuerza, valentía, sabiduría, jerarquía, y proveedor económico en la familia.

Al hacer referencia a la violencia de género, se encuentran coincidencias con el término de violencia hacia las mujeres, en su origen principalmente, el ejercicio de poder abusivo por considerar a alguien inferior en relación a lo que se considera femenino y masculino, estrechamente ligado con otros conceptos como identidad de género y expresión de género que actualmente se han colocado en el centro de muchos debates y acciones legislativas. Y por ello también, encontramos términos como violencia hacia las mujeres en razón de género, o violencia política hacia las mujeres en razón de género, con la intención de hacer distinción, y mayor apreciación.

La violencia hacia las mujeres en una relación de pareja, se dice, tiene ciclos, donde suceden al menos tres fases: 1) tensión, 2) agresión, y 3) conciliación o luna de miel. En la primera, hay hostilidad, pero la pareja intenta contener, las complaciendo, haciendo sus mejores esfuerzos, pero solo va acumulándose hasta que explota y se da la reacción violenta o la agresión, para después pasar a una etapa de aparente calma, con muestras de arrepentimiento y perdón, regalos, detalles, gestos románticos, promesas de cambio, etcétera.

Es muy común, responsabilizar a las mujeres por la situación que enfrentan, cuestionar que hicieron ellas para provocarlo, y que les falta por hacer para detenerlo, juzgarlas por ello, inclusive usar frases de que les gusta la violencia, o de que eligen estar con hombres violentos, dejando de ver los ilimitados motivos sociales, emocionales y económicos por los que la víctima no recurre por ayuda o rompe con el ciclo de violencia.

En cualquier momento de ocurrencia de la violencia puede ser grave, hay que identificar las banderas rojas que nos los avisan, y para ello contamos con herramientas como el violentómetro, que a todas y todos nos permite identificarlas desde las más sutiles, las evidentes, hasta las extremas:

- Chantajear

- Mentir/Engañar

- Intimidar

- Ridiculizar

- Humillar

- Ofender

- Amenazar verbalmente

- Prohibir

- Controlar

- Destruir objetos

- Manosear

- Golpear

- Encerrar

- Amenazar con armas

- Amenazar de muerte

- Abusar sexualmente

- Violar

- Asesinar


Ninguna de nosotras escapa de ser víctima de este tipo de violencia, no hay barda tan alta, ni tan exclusiva, que no se brinque.

La violencia hacia las mujeres no es algo “natural o normal” como se ha dicho a través de los años, nuestro sistema de creencias, prácticas, costumbres y entramado jurídico, así nos lo han hecho saber; el papel de las instituciones ha sido deficiente, y ha favorecido a la impunidad y la justificación de los agresores a través de los prejuicios y estereotipos de género que cuestionan, culpan y revictimizan a quienes la padecen.

En nuestro país, hace apenas 16 años y en Sinaloa, 15, que se estableció una definición de la violencia hacia las mujeres, en la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia como “Cualquier conducta de acción u omisión, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico o sexual en la mujer, tanto en el ámbito privado como en el público”.

Con este concepto se identifican los tipos de la violencia, psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, y recientemente en marzo 2022 se añadió la violencia en contra de los derechos reproductivos. Por ámbito se refiere a las modalidades de ocurrencia, la violencia familiar, en el noviazgo, laboral y docente, comunitaria, institucional, feminicida, obstétrica, y en la política. Son aquellas conductas que se dan en la calle, parques, transporte público, comunidad, escuelas, instituciones, áreas de la salud, medios de comunicación, política, entre otras.

Al mencionar que este tipo de violencia es hacia las mujeres, por el hecho de serlo, basada en su género, como señala la ley, implica a aquellos roles, y estereotipos de género socioculturalmente asignados que colocan a las mujeres en situaciones de inferioridad y a los hombres en posiciones de poder, a aquellas prácticas y costumbres que encajonan a las mujeres en espacios como el hogar, el cuidado de los hijos (as), y de la familia; así como en empleos de menor reconocimiento social y remuneración y caracterizarlas como bonitas, tiernas, sumisas, calladas y abnegadas. Mientras que los hombres son relacionados con características de fuerza, valentía, sabiduría, jerarquía, y proveedor económico en la familia.

Al hacer referencia a la violencia de género, se encuentran coincidencias con el término de violencia hacia las mujeres, en su origen principalmente, el ejercicio de poder abusivo por considerar a alguien inferior en relación a lo que se considera femenino y masculino, estrechamente ligado con otros conceptos como identidad de género y expresión de género que actualmente se han colocado en el centro de muchos debates y acciones legislativas. Y por ello también, encontramos términos como violencia hacia las mujeres en razón de género, o violencia política hacia las mujeres en razón de género, con la intención de hacer distinción, y mayor apreciación.

La violencia hacia las mujeres en una relación de pareja, se dice, tiene ciclos, donde suceden al menos tres fases: 1) tensión, 2) agresión, y 3) conciliación o luna de miel. En la primera, hay hostilidad, pero la pareja intenta contener, las complaciendo, haciendo sus mejores esfuerzos, pero solo va acumulándose hasta que explota y se da la reacción violenta o la agresión, para después pasar a una etapa de aparente calma, con muestras de arrepentimiento y perdón, regalos, detalles, gestos románticos, promesas de cambio, etcétera.

Es muy común, responsabilizar a las mujeres por la situación que enfrentan, cuestionar que hicieron ellas para provocarlo, y que les falta por hacer para detenerlo, juzgarlas por ello, inclusive usar frases de que les gusta la violencia, o de que eligen estar con hombres violentos, dejando de ver los ilimitados motivos sociales, emocionales y económicos por los que la víctima no recurre por ayuda o rompe con el ciclo de violencia.

En cualquier momento de ocurrencia de la violencia puede ser grave, hay que identificar las banderas rojas que nos los avisan, y para ello contamos con herramientas como el violentómetro, que a todas y todos nos permite identificarlas desde las más sutiles, las evidentes, hasta las extremas:

- Chantajear

- Mentir/Engañar

- Intimidar

- Ridiculizar

- Humillar

- Ofender

- Amenazar verbalmente

- Prohibir

- Controlar

- Destruir objetos

- Manosear

- Golpear

- Encerrar

- Amenazar con armas

- Amenazar de muerte

- Abusar sexualmente

- Violar

- Asesinar


Ninguna de nosotras escapa de ser víctima de este tipo de violencia, no hay barda tan alta, ni tan exclusiva, que no se brinque.