/ miércoles 5 de febrero de 2020

Un Stase dividido con candidatos de relleno

Con la aparición de siete candidatos formales, el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado siguió inmerso en una campaña más fragmentado que nunca en la historia, lo que dá cuenta del desprecio que acumuló en su contra el todavía secretario general Gabriel Ballardo Valdez.

Las corrientes que se alzaron en contra, buscan un solo objetivo: derrocar el autoritarismo y el engaño con que el dirigente los trató en la fase de proselitismo y después no los quiso ni recibir cuando lo buscaron.

Los días que transcurrieron en labores de convencimiento, la verdadera disputa se comenzó a concentrar entre Irene Hidalgo, Teresa de Jesús Ochoa, María Elena Armenta y Luis Alberto García Manzo.

El resto son de visible relleno.

La primera trae un caudal de simpatías entre los socios del gremio y además de su propuesta contundente que se resume en la defensa de los intereses y las conquistas laborales, recibe el apoyo inequívoco de una de las corrientes más fuertes al interior. Esa que conformó Armando Heraldez Machado y que empujan miles de seguidores.

La segunda, es receptora del impulso que le brinda ilegalmente la directiva en funciones del STASE y aunque la respaldan por conveniencia, dado que desean continuar en el gozo de las mieles del poder, muchos no están seguros de votar a su favor, porque es parte del vergonzoso continuismo que llevó a los agremiados a ser dóciles ante el patrón y a perder conquistas que a través de la lucha les costaron mucho ganar.

En el mismo orden la tercera abanderada, acopió a cierto sector de simpatizantes. Sin embargo, no son los suficientes como para alcanzar la victoria entre aproximadamente 9 mil militantes. Y lo que ella considera su lado fuerte, realmente se convirtió en su debilidad.

La relacionan con el despliegue de una tarea proselitista muy costosa que se basa en derrochar dinero, pero sin mucha penetración. Le recriminan las bases que desde el mando de una institución policiaca estatal, operen todo un plan para empujar su proyecto.

Y el cuarto en discordia, registra tras de sí a un grupo de integrantes honestos en lo que a su plan se refiere. Pero para un propósito como éste, no le sirven. A menos que finalmente, haga una alianza con uno o dos de los más fuertes prospectos.

Mientras que Herlinda Orozco, Ramón Monreal y Gabriel Chinchillas, son piezas que resolvieron rellenar los huecos del proceso. Ella no tiene mucha idea de lo que es entrar a un suceso de esta naturaleza. En los pequeños detalles se observa su falta de oficio.

Su área de comunicación social que debiera comunicar es casi muda y ciega. Se limita a enviar vía redes sociales boletines que además de que no informan prácticamente los lanza a ver quién los “cacha”. Es decir, como si ella fuera la dueña de esos medios y su desdén aumenta cuando ni siquiera revela quien es su estratega en ello. Peor, porque en días llegan a las cuentas cientos y hasta mil correos diarios.

Con Ramón Monreal sucede algo muy similar, aparte de que no hace proselitismo de tiempo completo ni en serio.

De Gabriel Chinchillas no hay mucho que decir. Ser directivo es su obstinación de toda su vida, pero lo que quiere es hacer dinero y al parecer lo consiguió. Carga alforjas llenas por el financiamiento de uno de las corrientes políticas más consistentes del estado, que pelean la gubernatura. Tiemposelsol@gmail.com

Con la aparición de siete candidatos formales, el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado siguió inmerso en una campaña más fragmentado que nunca en la historia, lo que dá cuenta del desprecio que acumuló en su contra el todavía secretario general Gabriel Ballardo Valdez.

Las corrientes que se alzaron en contra, buscan un solo objetivo: derrocar el autoritarismo y el engaño con que el dirigente los trató en la fase de proselitismo y después no los quiso ni recibir cuando lo buscaron.

Los días que transcurrieron en labores de convencimiento, la verdadera disputa se comenzó a concentrar entre Irene Hidalgo, Teresa de Jesús Ochoa, María Elena Armenta y Luis Alberto García Manzo.

El resto son de visible relleno.

La primera trae un caudal de simpatías entre los socios del gremio y además de su propuesta contundente que se resume en la defensa de los intereses y las conquistas laborales, recibe el apoyo inequívoco de una de las corrientes más fuertes al interior. Esa que conformó Armando Heraldez Machado y que empujan miles de seguidores.

La segunda, es receptora del impulso que le brinda ilegalmente la directiva en funciones del STASE y aunque la respaldan por conveniencia, dado que desean continuar en el gozo de las mieles del poder, muchos no están seguros de votar a su favor, porque es parte del vergonzoso continuismo que llevó a los agremiados a ser dóciles ante el patrón y a perder conquistas que a través de la lucha les costaron mucho ganar.

En el mismo orden la tercera abanderada, acopió a cierto sector de simpatizantes. Sin embargo, no son los suficientes como para alcanzar la victoria entre aproximadamente 9 mil militantes. Y lo que ella considera su lado fuerte, realmente se convirtió en su debilidad.

La relacionan con el despliegue de una tarea proselitista muy costosa que se basa en derrochar dinero, pero sin mucha penetración. Le recriminan las bases que desde el mando de una institución policiaca estatal, operen todo un plan para empujar su proyecto.

Y el cuarto en discordia, registra tras de sí a un grupo de integrantes honestos en lo que a su plan se refiere. Pero para un propósito como éste, no le sirven. A menos que finalmente, haga una alianza con uno o dos de los más fuertes prospectos.

Mientras que Herlinda Orozco, Ramón Monreal y Gabriel Chinchillas, son piezas que resolvieron rellenar los huecos del proceso. Ella no tiene mucha idea de lo que es entrar a un suceso de esta naturaleza. En los pequeños detalles se observa su falta de oficio.

Su área de comunicación social que debiera comunicar es casi muda y ciega. Se limita a enviar vía redes sociales boletines que además de que no informan prácticamente los lanza a ver quién los “cacha”. Es decir, como si ella fuera la dueña de esos medios y su desdén aumenta cuando ni siquiera revela quien es su estratega en ello. Peor, porque en días llegan a las cuentas cientos y hasta mil correos diarios.

Con Ramón Monreal sucede algo muy similar, aparte de que no hace proselitismo de tiempo completo ni en serio.

De Gabriel Chinchillas no hay mucho que decir. Ser directivo es su obstinación de toda su vida, pero lo que quiere es hacer dinero y al parecer lo consiguió. Carga alforjas llenas por el financiamiento de uno de las corrientes políticas más consistentes del estado, que pelean la gubernatura. Tiemposelsol@gmail.com