/ martes 28 de abril de 2020

Tres cargas pandean al gremio de la salud

En Efrén Encinas es notoria la fatiga. Al igual que el subsecretario de Salud en el país Hugo López Gatell, el secretario de área en Sinaloa no puede estar en todo. De médico pasó a ser contador de muertes y de nuevos enfermos. De apuntador de estadísticas por contagios.

¿Podrá aguantar la intensidad de la tercera fase del Coronavirus?

No se duda de su capacidad, pero tampoco tiene el don de la oblicuidad y el tramo que arriba con aceleración inusitada para propagar la infección, también podría obstaculizar la lucha para aplastar la curva epidemiológica.

En las últimas apariciones, aunque el gobernador Quirino Ordaz Coppel le “hace amplia esquina”, el funcionario que despachó por años en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, lleva a sus espaldas la carga más pesada. Muestra síntomas de cansancio.

Y es obvio, no es de piedra.

El destino lo puso en el camino donde se localiza el epicentro del problema. Frente al reto más complejo de su historia como profesionista de la medicina y como titular de la SS en la entidad.

Evidentemente que el colaborador del Ejecutivo tiene mil cosas que hacer. Desde coordinarse con las autoridades federales y desenvolver las estrategias del caso con apego a las normas sanitarias, hasta estar pendiente de que en las clínicas no falte hasta una mascarilla o un cubre bocas.

En síntesis, se percibe que por ese mismo viacrucis pasan los centenares de médicos, enfermeras y sus auxiliares. Y los trabajadores administrativos, de lavandería y de la cocina que en los nosocomios, que forman un gran equipo.

Los que dejan a sus familias a la buena de Dios.

Y hasta se agota quien desde el encierro de su casa, “ve pasar los toros desde la barrera”.

Sin embargo, en ocasiones no se entiende. Como se aduce erróneamente que se le paga por desempeñarse en la medicina, gracias al aporte de impuestos de los ciudadanos, y al ser así, se les niega la tregua. Y se les regatea el reconocimiento.

No cabe duda que los funcionarios y el personal de salud, prácticamente llevan en sus espaldas tres mandas pesadas que los debilitan: la del trabajo, la del peligro y la del desprecio de la gente.

Pero sin ellos, estaríamos perdidos.

Los que están “al pie de la cureña”.

A un mes y cuatro días de implementarse la cuarentena y a 42 de que se detectara el primer caso del mal en el estado y el segundo en la República Mexicana, evidentemente que hay agotamiento.

Dentro de ese proceso que dividió a la sociedad, merece mención la labor ininterrumpida del Comisionado para la Protección contra Riesgos Sanitarios, Jorge Alán Urbina Vidales.

Luego de que se dio el “grito de guerra”, sin ser médico de profesión, comprendió la dimensión del suceso e interpretó las normas en tiempo y forma. Desenvolvió acciones de prevención por casi todos los rincones del territorio.

Revisión de establecimientos de venta de alimentos, capacitación en el manejo higiénico y responsable, difusión de las medidas precautorias –y entre éstas- apeló a la participación de los sectores productivos y de la comunidad para sanitizar desde hospitales hasta calles de la ciudad y las rancherías.

Es una muestra que no se puede ocultar. Como él existen elementos de las policías federales, estatales y municipales. Del Ejército Mexicano, de la Marina Armada de México y de la Guardia Nacional que no se rajan.

De tránsito y de Protección Civil, que están a la altura de las circunstancias. Son la coincidencia del interés común que apunta hacia el bien de todos.

En Efrén Encinas es notoria la fatiga. Al igual que el subsecretario de Salud en el país Hugo López Gatell, el secretario de área en Sinaloa no puede estar en todo. De médico pasó a ser contador de muertes y de nuevos enfermos. De apuntador de estadísticas por contagios.

¿Podrá aguantar la intensidad de la tercera fase del Coronavirus?

No se duda de su capacidad, pero tampoco tiene el don de la oblicuidad y el tramo que arriba con aceleración inusitada para propagar la infección, también podría obstaculizar la lucha para aplastar la curva epidemiológica.

En las últimas apariciones, aunque el gobernador Quirino Ordaz Coppel le “hace amplia esquina”, el funcionario que despachó por años en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, lleva a sus espaldas la carga más pesada. Muestra síntomas de cansancio.

Y es obvio, no es de piedra.

El destino lo puso en el camino donde se localiza el epicentro del problema. Frente al reto más complejo de su historia como profesionista de la medicina y como titular de la SS en la entidad.

Evidentemente que el colaborador del Ejecutivo tiene mil cosas que hacer. Desde coordinarse con las autoridades federales y desenvolver las estrategias del caso con apego a las normas sanitarias, hasta estar pendiente de que en las clínicas no falte hasta una mascarilla o un cubre bocas.

En síntesis, se percibe que por ese mismo viacrucis pasan los centenares de médicos, enfermeras y sus auxiliares. Y los trabajadores administrativos, de lavandería y de la cocina que en los nosocomios, que forman un gran equipo.

Los que dejan a sus familias a la buena de Dios.

Y hasta se agota quien desde el encierro de su casa, “ve pasar los toros desde la barrera”.

Sin embargo, en ocasiones no se entiende. Como se aduce erróneamente que se le paga por desempeñarse en la medicina, gracias al aporte de impuestos de los ciudadanos, y al ser así, se les niega la tregua. Y se les regatea el reconocimiento.

No cabe duda que los funcionarios y el personal de salud, prácticamente llevan en sus espaldas tres mandas pesadas que los debilitan: la del trabajo, la del peligro y la del desprecio de la gente.

Pero sin ellos, estaríamos perdidos.

Los que están “al pie de la cureña”.

A un mes y cuatro días de implementarse la cuarentena y a 42 de que se detectara el primer caso del mal en el estado y el segundo en la República Mexicana, evidentemente que hay agotamiento.

Dentro de ese proceso que dividió a la sociedad, merece mención la labor ininterrumpida del Comisionado para la Protección contra Riesgos Sanitarios, Jorge Alán Urbina Vidales.

Luego de que se dio el “grito de guerra”, sin ser médico de profesión, comprendió la dimensión del suceso e interpretó las normas en tiempo y forma. Desenvolvió acciones de prevención por casi todos los rincones del territorio.

Revisión de establecimientos de venta de alimentos, capacitación en el manejo higiénico y responsable, difusión de las medidas precautorias –y entre éstas- apeló a la participación de los sectores productivos y de la comunidad para sanitizar desde hospitales hasta calles de la ciudad y las rancherías.

Es una muestra que no se puede ocultar. Como él existen elementos de las policías federales, estatales y municipales. Del Ejército Mexicano, de la Marina Armada de México y de la Guardia Nacional que no se rajan.

De tránsito y de Protección Civil, que están a la altura de las circunstancias. Son la coincidencia del interés común que apunta hacia el bien de todos.