Una expresión falsa, hueca e irresponsable se escuchó de Juan de Dios Gámez Mendívil, al referir este domingo, que como alcalde de la capital del estado, trabaja para que se retome la tranquilidad. La que está rota desde hace desde 20 días por la violencia con la que incendiaron el territorio los grupos de la delincuencia organizada.
Asimismo, fue lánguido y hasta irónico su llamado a los culiacanenses para que se unan porque así serán más efectivos.
En medio de los eventos de la conmemoración del 493 Aniversario de la fundación del municipio y de la marcha por la Paz que organizó la agrupación Culiacán Valiente, el edil emitió el deseo para que vuelva la calma.
Qué sarcástica y engañosa la manifestación de este funcionario que solo supo traer a la ciudadanía, atraso y desesperanza.
El suyo no debe limitarse solamente a una vacía intención para manejarse políticamente porque no le queda.
En principio, porque es su obligación imponer el orden en los espacios en que conviven con miedo los habitantes de las colonias populares y de las rancherías, y en vez de hablar de ánimos como en un curso de desarrollo humano, debería de sumarse a las acciones que se registran en las calles.
¿De dónde saca la idea de que solo con convocar contribuirá a solucionar los problemas?
¿Ni que fuera quién, o quién se cree?
Es una farsa que diga que hacen las tareas que le corresponden y eso enoja más a la gente que cuestiona y derrumba esa teoría al auscultar en el porqué entonces el Ejército Mexicano tiene varios días que desarmó a sus policías preventivos y los acuarteló tras correr por las redes sociales que agentes de la Policía Municipal ayudaron a que huyera uno de los delincuentes a los que coparon las Fuerzas Armadas hace unos días en una zona exclusiva de la ciudad.
En anteriores revisiones del armamento y de la licencia policial, las tareas no duraron tanto. Probablemente, hoy los soldados buscan otros indicios que serán determinantes en la lucha contra las facciones delincuenciales.
Nada hace ni hará el munícipe por los pobladores, porque su manera de proceder la ejerce irresponsablemente.
La queja de los locatarios del mercado, Gustavo Garmendia, y de los comerciantes formales del primer cuadro citadino, no es nueva. No se puede escudar en los últimos robos a estos establecimientos son producto del choque de los grupos armados que andan fuera de la ley o de que sus elementos policiacos están paralizados.
Desde hace años y precisamente desde que llegó a la silla él, los atracos y agresiones, son constantes y casi nadie se atreve a denunciar porque no les resuelven nada y en las mesas del Ministerio Pueblo del Fuero Común, los hacen dar más vueltas que una veleta y sin no hay dinero de por medio caen en la máxima de que “así no baila mi hija con el señor”.
Así como hay quienes hacen la guerra, también hay quienes como ayer desfilaron en busca del pacifismo y en ese marco no caben las autoridades que quieren capitalizar los movimientos cuando por debajo del agua dinamitan las plazas porque conviven con los delincuentes.
Hoy los expresidentes municipales del vetusto Partido Revolucionario Institucional, Germán y Giovanni Escobar Manjarrez, no dirán lo mismo que el Ejecutivo municipal de la capital de Sinaloa, cuando les asesinaron en esta vorágine de enfrentamientos, persecuciones, levantados y muertos, a su hermano Héctor.
Presa del miedo, los ciudadanos ignoran cuando parará todo esto. Asaltos y robos se extienden del centro a las colonias.
Si en pleno centro sucede y le pasó a una empresa que se localiza contra esquina de la sede del Ayuntamiento, con mayor razón se dispararon los hurtos en comercios en los asentamientos humanos de la periferia.
Todos los días hay sucesos que le abonan a la anarquía y los hechos ilegales se extendieron hasta en los domicilios donde familias enteras se refugian en busca de la seguridad que no encuentran en el accionar de las autoridades que parecen más pasivas que activas.
Las colonias del sur, son las más golpeadas y no hay quien salve a sus moradores, los delincuentes destrozan las líneas de energía eléctrica y los focos de los arbotantes se apagan.
Las noches se vuelven en oscuras bocas de lobos y el asalto es la amenaza que predomina. Algunas plazas comerciales acortaron sus horarios de atención al consumidor y otros cerraron, los restauranteros están al bordo del colapso porque los comensales se ausentaron y ni los meseros completan los gastos con las propinas que bajaron, enormemente.