/ martes 19 de mayo de 2020

Sin Ley seca… ¿vuelve la normalidad?


Frente al reto para salir del laberinto en que el coronavirus nos mantiene aprisionados desde hace varias semanas, hemos escuchado diversas posturas y muy variadas opiniones tanto de nuestras autoridades, como de los considerados expertos en el tema de la salud.

Desde el momento en que el citado virus apareció en el escenario público de México, para la mayor parte de nuestra población la noticia fue calificada como una especie de mitote aparentemente ajeno al interés colectivo de nuestra República

“Esa bronca la tienen los chinos por cochinos”, fue la rápida conclusión de nuestra gente….”Si, eso les pasa por comer murciélagos”, arengaban otros.

Pero solo bastaría el transcurso de un par de semanas, para que aquella especie de chisme se convirtiera en un fuerte rumor y enseguida, casi de manera inmediata ocupar el status de una noticia documentada.

“Los habitantes de una provincia de la República China se están contagiando y muriendo a montones, tras la propagación del letal virus”, relataban entonces los noticieros de radio, televisión, prensa escrita y portales de internet, provocando preocupación en el mayor número de los países del mundo…Menos en México.

Y es que, a esas alturas, todavía, a los mexicanos no nos convencía observar lo que estaba sucediendo en el lejano País oriental.

Nos resistíamos a pensar en la posibilidad de que el mal del siglo, como hoy se le conoce, llegaría muy pronto a tocar las puertas de nuestra frontera, y saltar al territorio nacional.

Lo lamentable fue observar que en buena medida la despreocupación de los mexicanos ante el coronavirus, nos la obsequió nada más y nada menos que nuestro Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente enterado como estaba de la crisis mundial de la salud que se avecinaba nunca paró de recorrer el País, celebrando actos concurridos y sin ningún protocolo de prevención.

Besaba y abrazaba a sus seguidores en una frenética emoción de contacto con el pueblo que con su voto le regaló el poder que ostenta.

Y anunciaba en sus conferencias mañaneras; “estamos preparados para enfrentar esta situación del coronavirus, porque tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales y la capacidad suficiente para hacerle frente a esa amenaza”.

Llamaba asimismo al pueblo de México a estar serenos y tranquilos ya que todo estaba bajo control.

Pero, no podía faltar el ingrediente para el rico guisado que el Presidente cocinaba en sus hornillas para ávido paladar de su pueblo fiel.

Conocedor y experto en la explotación de la idiosincrasia y personalidad desfachatada, irónica y de valemadrismo que distingue a nuestra gloriosa raza de bronce, Andrés Manuel les obsequió un trozo del folklor nacional.

Y lo hizo ahí, sin reparo alguno. Sin el menor regateo a la figura institucional que representa.

De frente a las cámaras y micrófonos que comunican a Palacio Nacional con el mundo, el mandatario mexicano retó al famoso coronavirus… “DETENTE ENEMIGO, QUE EL CORAZÓN DE JESUS ESTÁ CONMIGO”, expresó ante los azorados ojos de los millones de personas que lo miraban por la cadena de televisión que transmite sus diarios encuentros con la prensa.

Y, no conforme con eso, el ejecutivo federal recordó quizá a Raúl Velazco, el legendario presentador del otrora famoso programa de Televisión “Siempre en Domingo”, para decirle a sus millones de fans, que; “Aún hay más. Mostró entonces lo que aseguró eran sus amuletos protectores… “Son mis guardaespaldas, reveló al tiempo de mostrar un trébol de cuatro hojas y un billete de Dos dólares que le regaló un migrante.

Hoy, a escasos 4 meses de ésta breve remembranza, el coronavirus es una realidad que invadió de manera brutal a nuestro territorio nacional, acarreando consigo, dolor, hambre, muerte y desolación.

La realidad nos está golpeando de manera salvaje. Nos está castigando a pueblo y gobierno, por irresponsables unos y por insensatos los otros.

Y es que no era verdad que México estaba preparado para enfrentar ni siquiera una epidemia provocada por un virus, y mucho menos la pandemia en que esa mortal bacteria degeneró.

Es posible que los amuletos le hayan brindado protección a la salud de Andrés Manuel López Obrador en su calidad de individuo, pero todo parece indicar que el manto protector no le alcanza para su investidura presidencial, la cual ha sufrido severos embates en el aspecto político.

Porque una cosa es simplemente AMLO, y otra muy distinta es el Presidente de la República, aunque éste último se encuentre metido en el cascarón del primero.

Lo cierto es que hoy, el gobierno de la República y los Estados que la conforman no encuentran la famosa salida del túnel, por más que nos repitan que ya vislumbran la luz de la salida.

Es evidente que nuestros gobiernos están cosechando lo que sembraron en nuestro pueblo. Un pueblo de por si fértil para hacer florecer la Indolencia, desobediencia, irresponsabilidad y una enorme falta de conciencia social.

Y es que nadie hizo ni hace caso, a los tardíos llamados a la cordura, el entendimiento, la responsabilidad y el amor a su persona, y la propia familia, para aislarnos, tomando las medidas preventivas de sanidad.

Ahí están miles de voces exigiendo y obligando finalmente al gobernador de Sinaloa Quirino Ordaz Coppel, a ordenar la terminación de la ley seca… ¿Será ese el mejor retorno a la normalidad que el pueblo está buscando?… Es posible que muchos así lo consideren, aunque pudiera ser que esa “normalidad” puede ser también el camino a un caos mayor… Dios nos agarre confesados.


Frente al reto para salir del laberinto en que el coronavirus nos mantiene aprisionados desde hace varias semanas, hemos escuchado diversas posturas y muy variadas opiniones tanto de nuestras autoridades, como de los considerados expertos en el tema de la salud.

Desde el momento en que el citado virus apareció en el escenario público de México, para la mayor parte de nuestra población la noticia fue calificada como una especie de mitote aparentemente ajeno al interés colectivo de nuestra República

“Esa bronca la tienen los chinos por cochinos”, fue la rápida conclusión de nuestra gente….”Si, eso les pasa por comer murciélagos”, arengaban otros.

Pero solo bastaría el transcurso de un par de semanas, para que aquella especie de chisme se convirtiera en un fuerte rumor y enseguida, casi de manera inmediata ocupar el status de una noticia documentada.

“Los habitantes de una provincia de la República China se están contagiando y muriendo a montones, tras la propagación del letal virus”, relataban entonces los noticieros de radio, televisión, prensa escrita y portales de internet, provocando preocupación en el mayor número de los países del mundo…Menos en México.

Y es que, a esas alturas, todavía, a los mexicanos no nos convencía observar lo que estaba sucediendo en el lejano País oriental.

Nos resistíamos a pensar en la posibilidad de que el mal del siglo, como hoy se le conoce, llegaría muy pronto a tocar las puertas de nuestra frontera, y saltar al territorio nacional.

Lo lamentable fue observar que en buena medida la despreocupación de los mexicanos ante el coronavirus, nos la obsequió nada más y nada menos que nuestro Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente enterado como estaba de la crisis mundial de la salud que se avecinaba nunca paró de recorrer el País, celebrando actos concurridos y sin ningún protocolo de prevención.

Besaba y abrazaba a sus seguidores en una frenética emoción de contacto con el pueblo que con su voto le regaló el poder que ostenta.

Y anunciaba en sus conferencias mañaneras; “estamos preparados para enfrentar esta situación del coronavirus, porque tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales y la capacidad suficiente para hacerle frente a esa amenaza”.

Llamaba asimismo al pueblo de México a estar serenos y tranquilos ya que todo estaba bajo control.

Pero, no podía faltar el ingrediente para el rico guisado que el Presidente cocinaba en sus hornillas para ávido paladar de su pueblo fiel.

Conocedor y experto en la explotación de la idiosincrasia y personalidad desfachatada, irónica y de valemadrismo que distingue a nuestra gloriosa raza de bronce, Andrés Manuel les obsequió un trozo del folklor nacional.

Y lo hizo ahí, sin reparo alguno. Sin el menor regateo a la figura institucional que representa.

De frente a las cámaras y micrófonos que comunican a Palacio Nacional con el mundo, el mandatario mexicano retó al famoso coronavirus… “DETENTE ENEMIGO, QUE EL CORAZÓN DE JESUS ESTÁ CONMIGO”, expresó ante los azorados ojos de los millones de personas que lo miraban por la cadena de televisión que transmite sus diarios encuentros con la prensa.

Y, no conforme con eso, el ejecutivo federal recordó quizá a Raúl Velazco, el legendario presentador del otrora famoso programa de Televisión “Siempre en Domingo”, para decirle a sus millones de fans, que; “Aún hay más. Mostró entonces lo que aseguró eran sus amuletos protectores… “Son mis guardaespaldas, reveló al tiempo de mostrar un trébol de cuatro hojas y un billete de Dos dólares que le regaló un migrante.

Hoy, a escasos 4 meses de ésta breve remembranza, el coronavirus es una realidad que invadió de manera brutal a nuestro territorio nacional, acarreando consigo, dolor, hambre, muerte y desolación.

La realidad nos está golpeando de manera salvaje. Nos está castigando a pueblo y gobierno, por irresponsables unos y por insensatos los otros.

Y es que no era verdad que México estaba preparado para enfrentar ni siquiera una epidemia provocada por un virus, y mucho menos la pandemia en que esa mortal bacteria degeneró.

Es posible que los amuletos le hayan brindado protección a la salud de Andrés Manuel López Obrador en su calidad de individuo, pero todo parece indicar que el manto protector no le alcanza para su investidura presidencial, la cual ha sufrido severos embates en el aspecto político.

Porque una cosa es simplemente AMLO, y otra muy distinta es el Presidente de la República, aunque éste último se encuentre metido en el cascarón del primero.

Lo cierto es que hoy, el gobierno de la República y los Estados que la conforman no encuentran la famosa salida del túnel, por más que nos repitan que ya vislumbran la luz de la salida.

Es evidente que nuestros gobiernos están cosechando lo que sembraron en nuestro pueblo. Un pueblo de por si fértil para hacer florecer la Indolencia, desobediencia, irresponsabilidad y una enorme falta de conciencia social.

Y es que nadie hizo ni hace caso, a los tardíos llamados a la cordura, el entendimiento, la responsabilidad y el amor a su persona, y la propia familia, para aislarnos, tomando las medidas preventivas de sanidad.

Ahí están miles de voces exigiendo y obligando finalmente al gobernador de Sinaloa Quirino Ordaz Coppel, a ordenar la terminación de la ley seca… ¿Será ese el mejor retorno a la normalidad que el pueblo está buscando?… Es posible que muchos así lo consideren, aunque pudiera ser que esa “normalidad” puede ser también el camino a un caos mayor… Dios nos agarre confesados.