/ viernes 6 de mayo de 2022

“Si yo Fuera Diputado”: el Lado Cantinflesco de Nuestra Democracia

¿Quién no se ha sentido alguna vez llamado a la noble y edificante tarea servir al prójimo? ¿Quién no se ha atrevido a fantasear con el hecho de ser presidente de la República, o gobernador, o ya de jodida, diputado plurinominal? Hace setenta años, en México ya se hacían películas que se pitorreaban del tema. Una de ellas es “Si yo Fuera Diputado”, protagonizada por Cantinflas y dirigida por Manuel M. Delgado. De aquellos años a la época actual, la época de la 4T, nuestros diputados no dejan de decepcionarnos.

“¡…Tengo ganas de hacer justicia y darle al pueblo lo que necesita!”, exclama un Cantinflas eufórico y echado pa delante mientras la gente lo aclama. El único que no lo vitorea ni le aplaude es don Próculo Ladrón de Guevara, el potentado del pueblo, un viejo trinquetero y abusivo, que es dueño de varios predios. De ser un humilde peluquero que toca la mandolina y tiene como mentor a Don Juan, un viejo abogado que se ha dedicado al derecho y a la política toda la vida, Cantinflas es postulado de la noche a la mañana (a la mexicana, pues) para contender por la diputación del distrito, en una elección en la que tendrá que competir, nada menos, que con don Próculo.

Los matones del viejo cacique harán todo tipo de marrullerías electoreras para que su patrón quede ganador, incluido amedrentar a los votantes a punta de pistola. Algo muy parecido a lo que hacía el PRI por aquellos días de 1952, año en el que tuvo lugar la elección por la presidencia de México. Miguel Alemán dejaba el trono y se lo cedía al nuevo heredero: Adolfo Ruiz Cortines.

Polaca a la mexicana

Ciertamente Si yo Fuera Diputado no es de las comedias más afortunadas en la filmografía de Cantinflas. Se nota la imposición del director por hacer del personaje de Cantinflas alguien más dramático, más solemne, con lo cual se pierden la espontaneidad y la picardía que caracterizan su comedia. Con todos los asegunes que se le puedan encontrar a la historia, ésta retrata con la ingenuidad de la época algunos de los vicios más nocivos, tanto del sistema político mexicano, como de la forma en que los mexicanos entendemos eso que llamamos democracia.

“Bueno, señores, es que honradamente yo no estoy preparado…”, exclama Cantinflas con franqueza cuando los cacas grande del pueblo lo van a ver para pedirle que se postule para diputado. “¡Quién le ha dicho a usted que para eso se necesita preparación!”, le responde uno de aquéllos con absoluta naturalidad. Así por la buena, inicia la campaña política del candidato Cantinflas. Muy pronto aparecen por todo el pueblo carteles con la imagen del candidato y la frase: “Cantinflas el amigo del Pueblo”.

En la película se hace mención de un comité electoral, algo así como un INE, que organiza la elección y plantea las sanciones para aquel candidato que pretenda dar el madruguete. Así las cosas, y antes de que la elección ocurra, los sicarios de don Próculo le tienden una trampa a Cantinflas, quien va a dar a la cárcel por violar las leyes electorales; eso además de ser presionado para que abandone la competencia por la diputación. Como quien dice: ¡ablandaron al candidato, chato!

Pan con lo mismo


Setenta años han transcurrido desde el estreno de Si yo Fuera Diputado. Hoy nuestros flamantes legisladores se encuentran debatiendo la iniciativa para modificar el sistema electoral mexicano propuesta por López Obrador. Que si se le quita dinero a los partidos; que si se eliminan diputados y senadores plurinominales; que si los ministros del Tribunal Electoral van a ser elegidos por el pueblo… Sin duda estos puntos son relevantes y deben debatirse a fondo entre Morena y la oposición de cara a un cambio. Por lo demás, por ejemplo la propuesta de remplazar al INE por algo que se llama Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, suena a otro despilfarro. Otra ocurrencia presidencial que nos costará millones.

Pero hay algo que no hemos visto ni en el mundo de Cantinflas ni en mundo real. Algo que ni el IFE de José Woldenberg, ni tampoco el INE de Lorenzo Córdova hicieron, y se lo deben a la sociedad. Y es que nunca les importó, al igual que nunca le ha importado al gobierno en turno, haya sido del PRI, del PAN o morenista, el hecho de explicarle abiertamente a la gente, a los votantes, qué es el sistema democrático mexicano y cómo está conformado. Qué distinto sería todo si estuviéramos informados.

Atole con el dedo

Durante años el INE han tirado millones de pesos en campañas de comunicación infumables y ñoñas, en las que una sarta de merolicos se han concretado a repetirnos hasta la náusea lo “importante” que es que contemos con nuestra credencial de elector. Eso y poco más. Bien se pudo haber usado ese dineral en informar y educar. Y no se hizo. ¿O alguien ha escuchado o visto alguna vez un anuncio pagado por el INE donde se nos explique a los mexicanos, por ejemplo, cuáles son los derechos y obligaciones de un diputado o un senador? ¿Alguien se ha tomado la molestia de aclararnos en algún cartel o en un folleto cuál es la chamba de un presidente? ¿Cuándo se ha visto una campaña de comunicación masiva en la que se le informe a la ciudadanía mediante un lenguaje simple y claro lo que es un partido político, o lo que es un congreso o un parlamento? ¿Cómo se puede elegir a un gobernante si no sabemos ni siquiera cuál es el perfil del puesto que el candidato debe cubrir? En efecto, cuanto más desinformada esté una sociedad es mejor para quienes la gobiernan. Pide menos cuentas y se le engaña con mayor facilidad. Nuestra clase política lo sabe de sobra y lo aprovecha para medrar con el poder. Bien dice el célebre Cantinflas con indignación cuando le preguntan si quiere ser diputado: “¿Ustedes me han visto la cara de trinquetero, o a qué vienen esas indirectas, esas ofensas…?” Y es que las convicciones políticas son como la virginidad: se pierden fácilmente, y una vez perdidas, nunca regresan.

¿Quién no se ha sentido alguna vez llamado a la noble y edificante tarea servir al prójimo? ¿Quién no se ha atrevido a fantasear con el hecho de ser presidente de la República, o gobernador, o ya de jodida, diputado plurinominal? Hace setenta años, en México ya se hacían películas que se pitorreaban del tema. Una de ellas es “Si yo Fuera Diputado”, protagonizada por Cantinflas y dirigida por Manuel M. Delgado. De aquellos años a la época actual, la época de la 4T, nuestros diputados no dejan de decepcionarnos.

“¡…Tengo ganas de hacer justicia y darle al pueblo lo que necesita!”, exclama un Cantinflas eufórico y echado pa delante mientras la gente lo aclama. El único que no lo vitorea ni le aplaude es don Próculo Ladrón de Guevara, el potentado del pueblo, un viejo trinquetero y abusivo, que es dueño de varios predios. De ser un humilde peluquero que toca la mandolina y tiene como mentor a Don Juan, un viejo abogado que se ha dedicado al derecho y a la política toda la vida, Cantinflas es postulado de la noche a la mañana (a la mexicana, pues) para contender por la diputación del distrito, en una elección en la que tendrá que competir, nada menos, que con don Próculo.

Los matones del viejo cacique harán todo tipo de marrullerías electoreras para que su patrón quede ganador, incluido amedrentar a los votantes a punta de pistola. Algo muy parecido a lo que hacía el PRI por aquellos días de 1952, año en el que tuvo lugar la elección por la presidencia de México. Miguel Alemán dejaba el trono y se lo cedía al nuevo heredero: Adolfo Ruiz Cortines.

Polaca a la mexicana

Ciertamente Si yo Fuera Diputado no es de las comedias más afortunadas en la filmografía de Cantinflas. Se nota la imposición del director por hacer del personaje de Cantinflas alguien más dramático, más solemne, con lo cual se pierden la espontaneidad y la picardía que caracterizan su comedia. Con todos los asegunes que se le puedan encontrar a la historia, ésta retrata con la ingenuidad de la época algunos de los vicios más nocivos, tanto del sistema político mexicano, como de la forma en que los mexicanos entendemos eso que llamamos democracia.

“Bueno, señores, es que honradamente yo no estoy preparado…”, exclama Cantinflas con franqueza cuando los cacas grande del pueblo lo van a ver para pedirle que se postule para diputado. “¡Quién le ha dicho a usted que para eso se necesita preparación!”, le responde uno de aquéllos con absoluta naturalidad. Así por la buena, inicia la campaña política del candidato Cantinflas. Muy pronto aparecen por todo el pueblo carteles con la imagen del candidato y la frase: “Cantinflas el amigo del Pueblo”.

En la película se hace mención de un comité electoral, algo así como un INE, que organiza la elección y plantea las sanciones para aquel candidato que pretenda dar el madruguete. Así las cosas, y antes de que la elección ocurra, los sicarios de don Próculo le tienden una trampa a Cantinflas, quien va a dar a la cárcel por violar las leyes electorales; eso además de ser presionado para que abandone la competencia por la diputación. Como quien dice: ¡ablandaron al candidato, chato!

Pan con lo mismo


Setenta años han transcurrido desde el estreno de Si yo Fuera Diputado. Hoy nuestros flamantes legisladores se encuentran debatiendo la iniciativa para modificar el sistema electoral mexicano propuesta por López Obrador. Que si se le quita dinero a los partidos; que si se eliminan diputados y senadores plurinominales; que si los ministros del Tribunal Electoral van a ser elegidos por el pueblo… Sin duda estos puntos son relevantes y deben debatirse a fondo entre Morena y la oposición de cara a un cambio. Por lo demás, por ejemplo la propuesta de remplazar al INE por algo que se llama Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, suena a otro despilfarro. Otra ocurrencia presidencial que nos costará millones.

Pero hay algo que no hemos visto ni en el mundo de Cantinflas ni en mundo real. Algo que ni el IFE de José Woldenberg, ni tampoco el INE de Lorenzo Córdova hicieron, y se lo deben a la sociedad. Y es que nunca les importó, al igual que nunca le ha importado al gobierno en turno, haya sido del PRI, del PAN o morenista, el hecho de explicarle abiertamente a la gente, a los votantes, qué es el sistema democrático mexicano y cómo está conformado. Qué distinto sería todo si estuviéramos informados.

Atole con el dedo

Durante años el INE han tirado millones de pesos en campañas de comunicación infumables y ñoñas, en las que una sarta de merolicos se han concretado a repetirnos hasta la náusea lo “importante” que es que contemos con nuestra credencial de elector. Eso y poco más. Bien se pudo haber usado ese dineral en informar y educar. Y no se hizo. ¿O alguien ha escuchado o visto alguna vez un anuncio pagado por el INE donde se nos explique a los mexicanos, por ejemplo, cuáles son los derechos y obligaciones de un diputado o un senador? ¿Alguien se ha tomado la molestia de aclararnos en algún cartel o en un folleto cuál es la chamba de un presidente? ¿Cuándo se ha visto una campaña de comunicación masiva en la que se le informe a la ciudadanía mediante un lenguaje simple y claro lo que es un partido político, o lo que es un congreso o un parlamento? ¿Cómo se puede elegir a un gobernante si no sabemos ni siquiera cuál es el perfil del puesto que el candidato debe cubrir? En efecto, cuanto más desinformada esté una sociedad es mejor para quienes la gobiernan. Pide menos cuentas y se le engaña con mayor facilidad. Nuestra clase política lo sabe de sobra y lo aprovecha para medrar con el poder. Bien dice el célebre Cantinflas con indignación cuando le preguntan si quiere ser diputado: “¿Ustedes me han visto la cara de trinquetero, o a qué vienen esas indirectas, esas ofensas…?” Y es que las convicciones políticas son como la virginidad: se pierden fácilmente, y una vez perdidas, nunca regresan.