/ miércoles 27 de mayo de 2020

Si las mentiras tuvieran color…


Nuestro Presidente, una mañana de ésas, lanzó a España y al Papa lo que se le llamó, un desafío diplomático, al decir púbicamente aquello de que “después del relato de agravios que prepararía, este antiguo y conquistador país debería pedir perdón a los pueblos originarios, por las violaciones, de lo que ahora se conoce como derechos humanos, ya que hubieron matanzas, imposiciones en la llamada conquista que se hizo con la espada y la cruz… se excomulgó a los Padres de la Patria.…”

Esto, lo remató diciendo: “Ya es tiempo de reconciliarnos”. Esta petición o exigencia tuvo una extensa y lapidaria respuesta en Radio Canarias, en un programa radiofónico “Tarde de Dieter” (que recomiendo escuchar). Después de meses, desconozco, no se Ud, querido lector, qué contiene esa relatoría y en qué va, esa famosa reconciliación histórica de nuestro López Obrador.

Si este pasaje mañanero y su finalidad u objetivo, fuese cierto, debe ampliarse y solicitar lo mismo que a España, enviando otra carta al Presidente TRUMP a los Estados Unidos, por la intervención de 1846, que terminó con el Tratado de Guadalupe, evento en el que México perdió, al ceder un extenso territorio donde hoy se asientan los estados de California, Texas, Nuevo México, Utah, Colorado y Nevada. Súmele la invasión, hasta el centro del país, del hoy, festejado 13 de septiembre con los Niños Héroes. Una carta más a Francia para que se disculpen por la llamada Invasión Francesa por los años 1862 y por su Maximiliano y Carlota.

Esta reconciliación, debe a mi juicio, incluir también la interna por el divisionismo que se ha manifestado más allá, de los eventos del desarrollo de la revolucionaria transformación de nuestra historia y que hoy se alimenta en encono al dividirnos en fifís y chairos, entre pueblo bueno y el malo. Tal vez los ricos, los millonarios deban pedir perdón histórico a los pobres, los políticos y representantes de los poderes, pedir perdón a los representados, los letrados a los ignorantes del alfabeto y su comprensión, que se yo.

Lo que sí sé, es que el odio y los rencores no son buenos para el desarrollo emocional del ser humano y menos para el de una nación como la nuestra que está urgida de compromisos y acciones que abatan la pobreza extrema para empezar.

Los mexicanos y todos los pueblos del mundo, estamos atrapados entre las verdades y las mentiras públicas y de pasillo o café. Rascando cada evento público, cada exposición y análisis de los medios informativos, pero hayamos aprendido a leer el abecedario o no, padecemos de la pandemia más peligrosa que es la ignorancia que nos convierte en fáciles víctimas de intereses que disfrazan y rebasan los propios y que en ocasiones nos ha llevado a defender medidas o posiciones por un simple y llano discurso o consulta púbica, sin meditar consecuencias, porque las ignoramos o creemos que nos convienen.

Fuera muy fácil definir las cosas con claridad y tal vez exitosamente, si las verdades, las medias verdades y las mentiras, al ser expresadas, tuvieran un color diferente, en ese vaho invisible e incoloro que emitimos al hablar.

Hace poco tiempo, ante comentarios entre amigos sobre el suceso de la balacera en Culiacán, por la detención del joven Ovidio Guzmán, alguien dijo que las medidas tomadas por el Presidente habían sido muy atinadas. Para no entrar en detalles del evento, y porque me resulta difícil callar en ocasiones, expresé que este joven no tenía orden de aprensión en México y se había actuado por una petición de extradición hecha a México y ante los resultados, a las explicaciones hechas por las autoridades, diversas y confusas, le había faltado, incluso al mismo Presidente López Obrador, una disculpa, pedir perdón a la ciudadanía sinaloense, especialmente a los culichis por realizar una orden judicial de captura, sin contar con una estrategia adecuada y suficiente para la protección ciudadana.

Esta falla, ocasionó muertes ciudadanas, no importa de qué lado. ¿Cuántas? Quién sabe. Pero de acuerdo con la ley, según la entiendo, la muerte en estos casos, se considera homicidio involuntario, por comportamiento negligente y la pena es mayor, cuando esa muerte, se comete con conducta temeraria.

Y como NEGLIGENTE, de acuerdo al diccionario, es la persona que no pone cuidado debido en lo que hace, en especial en el cumplimiento de una obligación y TEMERARIA, “es la persona que comete una acción peligrosa con valor e imprudencia”.

En base a esto, las autoridades, el mismo Presidente, nos debe, aseguré, mínimo una disculpa, más allá de explicaciones de lo inexplicable. No sé, si es verdad lo que digo. Porque ésta, tampoco tiene color.


Nuestro Presidente, una mañana de ésas, lanzó a España y al Papa lo que se le llamó, un desafío diplomático, al decir púbicamente aquello de que “después del relato de agravios que prepararía, este antiguo y conquistador país debería pedir perdón a los pueblos originarios, por las violaciones, de lo que ahora se conoce como derechos humanos, ya que hubieron matanzas, imposiciones en la llamada conquista que se hizo con la espada y la cruz… se excomulgó a los Padres de la Patria.…”

Esto, lo remató diciendo: “Ya es tiempo de reconciliarnos”. Esta petición o exigencia tuvo una extensa y lapidaria respuesta en Radio Canarias, en un programa radiofónico “Tarde de Dieter” (que recomiendo escuchar). Después de meses, desconozco, no se Ud, querido lector, qué contiene esa relatoría y en qué va, esa famosa reconciliación histórica de nuestro López Obrador.

Si este pasaje mañanero y su finalidad u objetivo, fuese cierto, debe ampliarse y solicitar lo mismo que a España, enviando otra carta al Presidente TRUMP a los Estados Unidos, por la intervención de 1846, que terminó con el Tratado de Guadalupe, evento en el que México perdió, al ceder un extenso territorio donde hoy se asientan los estados de California, Texas, Nuevo México, Utah, Colorado y Nevada. Súmele la invasión, hasta el centro del país, del hoy, festejado 13 de septiembre con los Niños Héroes. Una carta más a Francia para que se disculpen por la llamada Invasión Francesa por los años 1862 y por su Maximiliano y Carlota.

Esta reconciliación, debe a mi juicio, incluir también la interna por el divisionismo que se ha manifestado más allá, de los eventos del desarrollo de la revolucionaria transformación de nuestra historia y que hoy se alimenta en encono al dividirnos en fifís y chairos, entre pueblo bueno y el malo. Tal vez los ricos, los millonarios deban pedir perdón histórico a los pobres, los políticos y representantes de los poderes, pedir perdón a los representados, los letrados a los ignorantes del alfabeto y su comprensión, que se yo.

Lo que sí sé, es que el odio y los rencores no son buenos para el desarrollo emocional del ser humano y menos para el de una nación como la nuestra que está urgida de compromisos y acciones que abatan la pobreza extrema para empezar.

Los mexicanos y todos los pueblos del mundo, estamos atrapados entre las verdades y las mentiras públicas y de pasillo o café. Rascando cada evento público, cada exposición y análisis de los medios informativos, pero hayamos aprendido a leer el abecedario o no, padecemos de la pandemia más peligrosa que es la ignorancia que nos convierte en fáciles víctimas de intereses que disfrazan y rebasan los propios y que en ocasiones nos ha llevado a defender medidas o posiciones por un simple y llano discurso o consulta púbica, sin meditar consecuencias, porque las ignoramos o creemos que nos convienen.

Fuera muy fácil definir las cosas con claridad y tal vez exitosamente, si las verdades, las medias verdades y las mentiras, al ser expresadas, tuvieran un color diferente, en ese vaho invisible e incoloro que emitimos al hablar.

Hace poco tiempo, ante comentarios entre amigos sobre el suceso de la balacera en Culiacán, por la detención del joven Ovidio Guzmán, alguien dijo que las medidas tomadas por el Presidente habían sido muy atinadas. Para no entrar en detalles del evento, y porque me resulta difícil callar en ocasiones, expresé que este joven no tenía orden de aprensión en México y se había actuado por una petición de extradición hecha a México y ante los resultados, a las explicaciones hechas por las autoridades, diversas y confusas, le había faltado, incluso al mismo Presidente López Obrador, una disculpa, pedir perdón a la ciudadanía sinaloense, especialmente a los culichis por realizar una orden judicial de captura, sin contar con una estrategia adecuada y suficiente para la protección ciudadana.

Esta falla, ocasionó muertes ciudadanas, no importa de qué lado. ¿Cuántas? Quién sabe. Pero de acuerdo con la ley, según la entiendo, la muerte en estos casos, se considera homicidio involuntario, por comportamiento negligente y la pena es mayor, cuando esa muerte, se comete con conducta temeraria.

Y como NEGLIGENTE, de acuerdo al diccionario, es la persona que no pone cuidado debido en lo que hace, en especial en el cumplimiento de una obligación y TEMERARIA, “es la persona que comete una acción peligrosa con valor e imprudencia”.

En base a esto, las autoridades, el mismo Presidente, nos debe, aseguré, mínimo una disculpa, más allá de explicaciones de lo inexplicable. No sé, si es verdad lo que digo. Porque ésta, tampoco tiene color.

ÚLTIMASCOLUMNAS